Solo la irrupción de una pandemia global logró el repliegue de quienes se movilizaban desde octubre de 2019. No obstante, este no fue total, pues las manifestaciones no se detuvieron del todo en aquellas poblaciones y barrios donde el hambre aún se expande.
Pareciera ser que pasaron décadas desde que miembros de la elite hacían un público mea culpa y señalaban que Chile despertó. A un año de estos sucesos, los privilegios de los sectores dominantes se mantienen intactos.
La dictadura cívico militar erigió los pilares de una estructura social, política e ideológica que logró coordinar grandes niveles de acumulación de riquezas, con evidentes alzas en algunos indicadores usuales, como el PIB per cápita. El discurso oficial de los gobiernos posteriores, sumado al incremento del consumo gracias al endeudamiento, la reducción de pobreza y aumento de matrícula en la educación superior, fueron los aspectos que sirven hasta hoy para reforzar los argumentos que sostienen el “modelo chileno”. Muchas de estas interpretaciones, a pesar de haber sido cuestionadas por sus propios autores hace menos de un año, ahora parecieran entrar vigorosamente a la disputa de las ideas.
La incapacidad política para leer la profundidad del problema ha implicado que ni siquiera el salario mínimo pueda ser una política de descompresión. El gobierno ha propuesto un monto irrisorio con el costo de vida. Los $326.500 que están sobre la mesa, apenas alcanzarían para pagar leyes sociales, un arriendo de una habitación, ir y volver al trabajo y un kilo de pan diario. Un mínimo para el capital, que no alcanza para reproducir la vida.
Mientras tanto los grandes grupos económicos de siempre, Luksic, Matte, Saieh, Said, Angelini y Yarur acumulan inversiones desde los fondos de pensiones, que administran las AFP, que superan los US$31 mil millones de dólares. A través de esto, empresas como CCU, SAAM, Quiñenco, ENTEL, BCI, COPEC, CMPC y Celulosa Arauco y Constitución, son algunas de las grandes compañías que se benefician del sistema.
Al mismo tiempo que se realizan esas millonarias inversiones, la mitad de las mujeres que se jubilaron y recibieron su primera pensión autofinanciada de vejez, en 2019 obtuvo menos de $24.913, esa magra suma, considerando el aporte de la cotización y la rentabilidad ¿Cuánto importa que esta última sea el 70%, del total del ahorro, si no es capaz de financiar un monto de pensión suficiente?
Ante la incapacidad del bloque gobernante para impulsar e implementar soluciones reales a la crisis, han sido las y los trabajadores, junto con sus hogares, quienes han asumido el costo a través de sus seguros de cesantía o sus ahorros previsionales. En este escenario se han conjugado elementos de un desequilibrio sistémico, que no se desarrolla a escala local sino global, y que se materializa fuertemente en el ámbito de los cuidados y la reproducción.
La posible reactivación económica fue posible de la mano de una política resistida por la elite, el retiro del 10% del ahorro previsional. Dejando en evidencia que la mejor política en esta crisis es colocar dinero en el bolsillo de quienes no viven de las rentas del trabajo ajeno; trabajadores/as, pobladores/as, estudiantes, jubilados/as.
Paradójicamente el mismo pueblo que se movilizó para alertar de los profundos problemas que genera el modelo chileno, es el pueblo que ha pagado los costos de la situación actual, no solo en términos monetarios, sino también humanos.
A las más de 20 personas muertas en el contexto de las manifestaciones, se suman casi 4.000 personas heridas y otros miles privadas de libertad, solo por manifestarse. El carácter antipopular del Estado chileno se manifiesta bajo las condiciones de explotación más exigentes, junto el cierre de espacios democráticos para negociar con el capital y una fuerte dosis de represión.
Mejorar el vivir actual y asegurar los cambios estructurales necesarios, son dos objetivos que se podrían interpretar de todo lo acá expuesto, pues a los miles de hogares que viven con las insuficiencias mencionadas se suman los miles de sindicatos que no pueden ejercer su verdadera libertad sindical. Con estas trabas estructurales, existe poco margen para seguir resistiendo los embates de una crisis tan aguda.
Es altamente probable que esta situación esté muy lejos de terminar, más allá de los procesos políticos ya fijados, es fundamental mantener las cuotas de incertidumbre suficientes que permitan pensar en más de un escenario posible, ante una elite que, a un año de las movilizaciones sociales de mayor masividad de las últimas tres décadas, ha dejado en claro que, si de ellos depende, el modelo no se toca.
GENTILEZA DE FUNDACION EL SOL – 19-10-2020