27-12-2020 - Danilo Araneda - Colaborador de UTE-NOTICIAS
Chile se transformó en solo 14 días del 2019, contados desde la primera evasión en el Metro hasta la Gran Marcha de Valparaíso-Viña, el 27 de octubre, además de las multitudinarias manifestaciones que atravesaron el país de sur a norte. Hito culmine fue la reunión de casi 2 millones de santiaguinos en Plaza Italia, hoy reconocida como “Plaza de la Dignidad”.
En esas dos semanas, más las que vinieron después, la ciudadanía comenzó a entender que disponía de un enorme poder para presionar por sus demandas. Los jóvenes pudieron conocer la fuerza que involucra la movilización social organizada en la calle. Los mayores reconocieron el ímpetu social que caracterizó al país durante el Gobierno de Salvador Allende, así como la fuerza de la movilización que permitió el término de la dictadura encabezada por Pinochet. Había un solo elemento nuevo, discordante y desconcertante, la completa ausencia de los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda. Más aún, la ciudadanía en la calle ponía acento en su manifiesto rechazo a los partidos políticos, por ser todos ellos los responsables de la revuelta en ebullición.
Una población heterogénea, multicolor y multigénero se puso en movimiento para terminar con la desigualdad que sofoca a la mayoría de los chilenos; lograr salarios y jornadas laborales justos; acceso a la salud, educación y previsión dignas. Como lo mostraron las demandas en la calle, la población entiende que para satisfacer estas demandas es preciso terminar con la Constitución heredada de la dictadura. Pero, la urgencia de la población se centraba en las demandas económicas, como paso previo para avanzar hacia el cambio político.
Las reacciones del Gobierno, la derecha y la ex Concertación en pleno: tras un parafernálico escenario optaron por un acuerdo para convocar a un plebiscito que definiera si la población quería o no una nueva Ley Fundamental, y escogiera el instrumento que habría de escribir esa nueva Constitución. Es decir, se las amañaron para, una vez más, tergiversar la voluntad de la población: en un desesperado intento por detener el avance de la presión social invirtieron el orden de las demandas sociales, colocando la demanda constitucional en primer lugar, así como las reglas a seguir para cumplir esta demanda.
Se logran así dos objetivos: de una parte, reubicar a los partidos políticos tradicionales (PPT) que, sin entender la magnitud de los requerimientos sociales, desesperadamente buscan apropiarse de la conducción del movimiento; de otra, eliminan de la demanda inmediata la urgencia por las reinvindicaciones económicas de la población. Y, de esta manera, casi por arte de magia, el mundo político y parlamentario reestablece el control, y obligan a la población a asumir las condiciones del Acuerdo de noviembre de 2019. A partir de ese momento, todo aquel que manifieste una opción diferente pasa a ser tildado de antidemocrático: es decir, la clase política rechazada por la ciudadanía se autoproclama representante de quienes la rechazan.
Subrayamos, se logra así un objetivo primordial: frenar las demandas de los ciudadanos por transformaciones económicas, que permitan mayor justicia social y una vida digna. Meses más tarde, ya en plena Pandemia, la cruda realidad pondría de manifiesto la extrema necesidad y urgencia de dar una pronta respuesta a estos requerimientos.
Contra todas las expectativas del Gobierno, de la derecha, y de los propios partidos concertacionistas, casi el 80% de la población se manifestó por la necesidad de una nueva Carta Magna, y rechazó cualquier ingerencia de los actuales parlamentarios. Una vez más, la población puso en claro que el sistema de partidos políticos no la representaba.
Pero, el camino constituyente sigue marcado por la ruta establecida en el contubernio de noviembre, que establece el predominio de los mismos partidos políticos rechazados por la ciudadanía. Lo más grave: tras la negativa a establecer mecanismos que permitieran la participación de la ciudadanía no-militante en los PPT, esa ciudadanía que buscó cambiar la historia el 18-0 ha quedado prácticamente marginada, dejándosele la sola posibilidad de votar aprobando o rechazando lo que definan otros.
Hay, sin embargo, varios aspectos que los PPT (TODOS) tratan de obviar porfiadamente (o simplemente no son capaces de ver):
- Su descrédito alcanza tal envergadura que, si las decisiones que adopten no logran satisfacer las demandas establecidas por la ciudadanía el 18-O, como es muy probable que ocurra, arriesgan tirar todo el proceso constituyente al basurero de la historia. Es alta la probabilidad de que el texto constitucional resultante sea rechazado en el plebiscito de salida, generando una situación de crisis que solo podría ser resuelta con una participación verdaderamente democrática en un segundo proceso constituyente.
- La presencia de colectivos poblacionales, grupos de trabajadores, jubilados, grupos estudiantiles, centros juveniles, así como simples ciudadanos y trabajadores, puso de relieve la orfandad en que el mundo de los “políticos” dejó a sus representados que, carentes de referentes, debieron salir a marcar su presencia en las calles. Literalmente a sangre y fuego quedó plasmada la necesidad por alcanzar una organización social verdaderamente democrática y representativa, que lograra conducir al movimiento social al exitoso logro de sus demandas.
- La revuelta mostró que los PPT (TODOS) eran incapaces de conocer los anhelos de sus propios representados, por una simple razón: no saben a quién representan. Unos, por esconder una masa amorfa, sin personalidad, tras el cínico y oportunista concepto aspiracional de “Clase Media” que encierra en un solo universo a asalariados, pequeños empresarios, pequeños propietarios, ejecutivos, intelectuales, campesinos, otros trabajadores. Otros, por encerrar tras el ambigüo concepto de “Trabajadores”, a todo el universo de asalariados, trabajadores por cuenta propia, micro y pequeños empresarios, otros trabajadores del campo y la ciudad, asalariados o no. Ambos enfoques tienen un punto en común: la incapacidad de reconocer la multiplicidad de intereses de los diferentes segmentos sociales, así como para reconocer sus elementos comunes.
- Un aspecto completamente ignorado se refiere a la existencia de una profunda línea de división entre los PPT, completamente minoritarios, y una enorme ciudadanía, compuesta por independientes y sin-partido. La última actualización de registros del SERVEL, así como las elecciones al interior de diversos partidos, muestran números de militantes absolutamente menores, frente a un gigantesco movimiento ciudadano, multiforme y carente de unidad, pero no carente de valores e ideologías.
- La dimensión de la revuelta, así como la enorme diversidad de acciones sociales que la acompañaron, mostraron que un significativo número de militantes de los PPT no se sienten interpretados por sus propios dirigentes y se hicieron parte del movimiento social y sus demandas.
Resta muy poco, poquísimo tiempo, para la elección de los constituyentes. Desde el punto de vista “administrativo” la cancha ya está rayada, los PPT ya han asegurado su presencia allí, donde el pueblo dijo claramente que no los quería. Desde el punto de vista “político”, los resultados de la Constituyente hoy ya están prácticamente definidos. Lo que habrá de ocurrir luego estará directamente relacionados al accionar de los “revoltosos” en la calle, para hacer saber a quienes sean electos, que su responsabilidad es con el pueblo y la historia. Por este motivo, ante la imposibilidad real de ser parte de la Convención Constituyente, la demanda hoy es por movilización social en las poblaciones, los centros de estudio, los centros laborales, las redes sociales.
Es el momento de que se autoconvoquen todas aquellas organizaciones, asociaciones, clubes, sindicatos, centros poblacionales, estudiantes, asociaciones de profesionales y pequeños empresarios, sin exclusiones, para proponer a todo el movimiento social una propuesta de ruta a seguir, incluido un programa de exigencias mínimas a la convención constituyente. Esta convocatoria de “LOS EXCLUIDOS DEL PROCESO CONSTITUYENTE” debiera permitir organizar y coordinar la realización de cabildos en todo el país, para acompañar todas y cada una de las sesiones de los Constituyentes “Oficiales”.
SANTIAGO 27 DE DICIEMBRE 2020