Danilo Araneda – 24 de mayo 2021 –Para UTE-NOTICIAS
La miseria humana tiene facetas y dimensiones difíciles de creer.
Respondiendo a la pregunta de El Mercurio sobre si comparte con Paula Narváez que el FA y el PC no dan gobernabilidad, el ex presidente de la DC, Fuad Chain, señala: “Hoy nadie está ofreciendo gobernabilidad, ni la derecha, ni el PC-FA, ni nosotros”[1]. Los dichos del personero ayudan a entender el profundo fracaso que experimentó su partido en las recientes elecciones.
De acuerdo a la definición de un reconocido organismo de Naciones Unidas, el PNUD, el fortalecimiento de la Gobernabilidad Democrática constituye un objetivo esencial de su misión institucional, toda vez que amplía las opciones de las personas para que controlen sus propios destinos. El organismo agrega que “construir una democracia que funciona requiere instituciones que funcionan. Es decir, se requiere de instituciones políticas y estatales eficientes y eficaces, con legitimidad entre sus ciudadanos, que conduzcan sus acciones bajo principios de transparencia y probidad y que sean capaces de representar intereses y servir de contrapeso entre sí contra el abuso del poder[2]”.
El estallido social de octubre 2019, la Pandemia Global desatada, el plebiscito de noviembre de 2020, y las recientes elecciones de mayo 2021, constituyen claro testimonio de que hace ya tiempo Chile carece de esa gobernabilidad. Las negociaciones que permitieron el cierre de la dictadura militar fascista, y su reemplazo una democracia “protegida” por la misma dictadura que se pretendía eliminar, si bien terminó en parte importante con la continuidad el terrorismo de Estado, no fueron capaces de permitir la implementación de justicia adecuada y oportuna contra las violaciones de los derechos humanos. Más aún, tras una apariencia de seudo democracia, se permitió la subsistencia de la dictadura económica de los mismos que a sangre y fuego se habían apropiado de los destinos del país.
La “Transición”, “en la medida de lo posible”, implementada por los gobiernos de la Concertación asumió como propio el modelo de desarrollo heredado por la dictadura, sentando así los fundamentos de una ausencia estructural de Gobernabilidad Democrática. La participación de la ciudadanía en el control “de sus propios destinos” se limitaba a la mera participación en procesos eleccionarios que paulatinamente fueron perdiendo sentido, toda vez que solo servían para una rotación de políticos con casi nula conexión con las verdaderas necesidades de la población. Adicionalmente, la creciente corrupción de los aparatos del Estado devino en una absoluta pérdida de credibilidad en las instituciones de Gobierno, en el Parlamento, en los partidos políticos y demás instituciones. Los escándalos que sacudieron al Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, Carabineros, solo contribuyeron a incrementar la incredulidad y la preocupación entre los chilenos.
Claro, y no podía ser menos, por cuanto mientras se hablaba de un país “Modelo” para América Latina, con altos niveles de crecimiento y “reducción de la pobreza”, entre los habitantes de este país crecía el descontento por los bajos salarios; por un sistema de salud pública miserable para la mayoría, en contraste con un sistema de salud para un segmento privilegiado de la población; por un sistema previsional que enriquecía a las grandes empresas, condenando a los ciudadanos de a pie a una vejez de mierda; por un sistema educación sin recursos, que trasladaba a la población todos los costos de su formación, pero sin ofrecer alternativas reales de empleo; por una economía que, siguiendo los designios del modelo neoliberal, y particularmente del capital financiero nacional, mantuvo el modelo de desarrollo impuesto por la dictadura, limitando su economía a la producción de materias primas, con mínimos niveles de especialización y diversificación productiva.
Como si no bastara con todo lo anterior, hasta el día de hoy, el ciudadano de la calle se ve permanentemente agredido por la colusión de las grandes empresas (Farmacias y medicamentos, Pollos, Electricidad, Combustibles, Agua, etc.), pero principalmente por la esquilmadora gestión de las empresas del mundo financiero. La sensación generalizada es que somos asaltados día a día por quienes controlan el sistema de precios, el comercio y los bancos.
Estaba el cuadro completo: la ciudadanía se veía agredida por los delincuentes de cuello y corbata, y por la delincuencia en la calle; las instituciones políticas y estatales se muestran profundamente ineficientes e ineficaces, sin legitimidad, carentes de transparencia y probidad. Todo esto basado en hechos reales, de amplia difusión y conocimiento público.
En una palabra, un país sin gobernabilidad y sin democracia.
Y los responsables: los partidos de la Concertación-Nueva Mayoría y de la derecha. Por eso, hoy suenan miserables las declaraciones de quienes acusan a las fuerzas ganadoras en las recientes elecciones de no ofrecer gobernabilidad para Chile. Ellos, quienes le han negado la gobernabilidad democrática al país, ahora pretenden negarle la posibilidad a quienes han sido democráticamente elegidos por amplias mayorías.
Desde la vereda de enfrente, una ciudadanía atónita no alcanza a entender cómo es posible tanta mezquindad y podredumbre. Especialmente porque la mayoría de los chilenos entiende que la corrupción, el quiebre de la institucionalidad del propio sistema, y el origen de los problemas que afectan a 8 de cada 10 chilenos radica precisamente en la élite derrotada.
Mientras tanto, desde los medios de comunicación institucionales se ensalza precisamente a quienes provocaron la crisis social, económica, política y cultural que afecta al país; salvo contadas excepciones, se lanzan permanentes diatribas para desacreditar los resultados de las elecciones y sus triunfadores, y se acusa al Frente Amplio, al PC, a los integrantes de la Lista del Pueblos y demás independientes de ser fanáticos incapaces de comprender que la democracia se construye con acuerdos.
¡¡¡ Miserables !! Hoy rasgan vestiduras olvidando que hasta hace solo un par de semanas atrás eran ellos precisamente quienes negaban la posibilidad de primarias amplias, se negaban a dialogar, si no se aceptaban los principios y hoja de ruta que ellos llamaban a suscribir. Se les olvida que ellos cerraron las puertas a los acuerdos, ensoberbecidos por la ilusión de un triunfo que nunca les llegó.
Sin embargo, es preciso considerar también, que han sido tantos los años de sometimiento y de penetración del modelo impuesto por el neoliberalismo (casi 50 si consideramos desde 1973), que el ciudadano medio no alcanza a comprender la magnitud de la oportunidad de cambio que se abrió con las elecciones de mayo de 2021. Por vez primera en la historia nacional, las fuerzas progresistas podrían contar con una posibilidad real de modificar la senda del desarrollo de nuestro país. Pero, ello podría frustrarse de no contar con una adecuada política de alianzas, que permita agrupar las fuerzas necesarias para hacer los cambios que demanda la población, particularmente los asalariados, dueñas de casa, estudiantes, y pequeños propietarios que se han visto empobrecidos por el accionar de los grandes monopolios nacionales.
Hoy más que nunca, las fuerzas populares requieren urgentemente alcanzar dos objetivos mínimos, pero imprescindibles: de una parte, acordar un programa que recoja los principales anhelos de la población y asegure el desarrollo económico del país y, de otra, lograr una coordinación sustantiva de todas las fuerzas en torno a este programa.
[1] El Mercurio, 22 de mayo de 2021 https://digital.elmercurio.com/2021/05/22/C/I43VASQ3#zoom=page-width
[2] Según la definición de “Gobernabilidad Democrática”, que se formula en el sitio web del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo. https://www.cl.undp.org/content/chile/es/home/ourwork/democraticgovernance/overview.html