Por Danilo Araneda – 12 de septiembre 2021 – PARA UTE-NOTICIAS
Se ha cumplido un nuevo aniversario de aquel funesto 11 de septiembre de 1973, que cambió la historia de la sociedad chilena.
En estos días de recuerdos aciagos reiteramos nuestro homenaje sincero y emocionado a todos aquellos que, encabezados por el presidente Allende, rindieron sus vidas en aras de una justa causa.
Nuestro especial reconocimiento a las mujeres de los desaparecidos, de los asesinados, de los presos políticos, que han sabido mantener en alto la lucha por la justicia y, la verdad, por recobrar a sus seres queridos. Todo ello, aun cuando muchas de esas mismas mujeres también fueron prisioneras y torturadas por la dictadura.
Solo su fortaleza y voluntad por defender la vida nos han permitidos asegurar la voz presente de los desaparecidos, incluso en un escenario cuando muchas de las fuerzas políticas tradicionales simplemente les dieron la espalda.
Baste solo recordar el ignominioso trato recibido por parte de varios de los presidentes de la Concertación - Nueva Mayoría, que se negaban a recibirlos; o la brutal negativa a la entrevista solicitada por Carmen Gloria Quintana, durante el segundo gobierno de Bachelet.
La contribución de estas mujeres a la preservación de la memoria, nuestra memoria, debería ser consignada en cada uno de los textos de nuestra historia contemporánea.
Su lucha y presencia ha sido una invaluable contribución a la causa de los derechos humanos. Su presencia casi diaria en las calles ha sido testimonio de un año 1973 que sigue más presente que nunca, en especial gracias a los compromisos asumidos por la Concertación con la dictadura y adláteres, y que procuraron echar tierra a los crímenes de lesa humanidad. ¿Qué sino son los compromisos impuestos para ocultar por 50 años del escrutinio público los resultados de la Comisión Valech? Dicho sea de paso, son numerosos los chilenos que rindieron testimonio ante la Comisión Valech que jamás dieron su consentimiento voluntario a esta cláusula.
Ha sido la permanente presencia del recuerdo y denuncia de la denegación de justicia por parte del Estado, la que ha permitido que los derechos humanos sean hoy reconocidos como uno de los principales pilares la nueva Constitución hoy en ciernes.
Su presencia incansable en la demanda de verdad y justicia, en la defensa de los derechos humanos, es lo que ha permitido que el movimiento social identifique otras violaciones flagrantes, que permanecían ocultas bajo el amparo y concomitancia de un sistema político tradicional absorbido por el modelo económico neoliberal, entre ellas el saqueo de que ha sido objeto la ciudadanía en materia de derechos laborales, de salud, vivienda, previsión, etc.
Porque nada de esto hubiera sido posible de no mediar la dictadura desatada por el capital financiero en Chile. Dictadura que sometió no solo a los trabajadores, asalariados y campesinos, sino también a miles de pequeños y medianos empresarios, a los intelectuales, al arte y la cultura.
La violación de los derechos humanos se institucionalizó como política de Estado, no solo en los crímenes, torturas y prisión política, sino también en la represión de los derechos sociales, económicos y políticos del país completo.
Los sucesos desencadenados a partir de octubre de 2019 pusieron de manifiesto que la gran mayoría de la población se sentía traicionada por el mundo político tradicional, que no estaba dispuesta a seguir viendo conculcados sus derechos, y que estaba dispuesta a avanzar en sus demandas. Esto fue refrendado por el plebiscito y la elección de Convencionales.
Hoy la búsqueda de una nueva Constitución podría marcar la “apertura de las grandes alamedas” que preconizó el presidente Allende. Subrayamos el “podría”. Todo depende de la capacidad del movimiento social para continuar con el ejemplo sentado por esas heroicas chilenas, que han llevado por décadas el baluarte de los DDHH sobre sus hombros, para abrir camino a una democracia real para nuestro país.