MI AMIGO KOLIA Y POR QUÉ LOS RUSOS NO QUIEREN LA GUERRA

Por Antonio Ramírez – 20 de febrero 2022 – PARA UTE - NOTICIAS

Hace tres días, la pantalla de mi teléfono se iluminó: era mi amigo Kolia, ex compañero de estudios en la Universidad de la Amistad de los Pueblos en Moscú, ex agregado comercial de Rusia en España y México, y que actualmente se desempeña como investigador en el Instituto de América Latina de Moscú. Llamaba para preguntar sobre la situación en Chile, qué se espera del gobierno del presidente Boric y para contar sobre la preocupación que existe en Rusia por las provocaciones de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Con Kolia, además de ser compañeros de compañeros de curso, durante varios años compartimos habitación en la residencia estudiantil y veranos solidarios, el nerviosismo por las pruebas de cada fin de año, y la solidaridad internacional con Chile en las brigadas de trabajos voluntarios “Víctor Jara”. ¡Ah! además fui testigo de su matrimonio con Liudmila, su eterna compañera.

Le comento a Kolia que en Chile se sabe muy poco sobre lo que está ocurriendo. Y que la prensa de manera incesante transmite a la población sobre una Rusia que amenaza con invadir a Ucrania, en un afán expansionista que se encontrará con la sólida respuesta de la OTAN y sus aliados, los que concurren a la defensa de Ucrania. Le cuento sobre las imágenes que se transmiten mostrando a la población de Ucrania preparándose para enfrentar a los invasores rusos.

Kolia se inquieta y me pregunta si de verdad los chilenos creen tanta mentira. Tu sabes, me agrega, que los rusos, los ucranianos, los bielorrusos, en general todos los pueblos de la ex Unión Soviética, no queremos la guerra. Estoy claro de ello le digo, porque todos estos pueblos sufrieron en demasía por la Segunda Guerra Mundial o “la Gran Guerra Patria”, y en la cual perdieron la vida casi 42 millones de ciudadanos de esos pueblos, es decir casi un 22% de la población. Quienes estudiamos en la hoy ex URSS, sabemos del dolor que significa esa horrorosa experiencia.

Se me vienen a la memoria imágenes de mis años de universidad. Los estudiantes latinoaméricanos no podíamos entender cómo era posible que, en las fiestas y celebraciones, fuera común ver a mujeres bailando con mujeres. Un buen profesor guía que tuvimos en la facultad preparatoria, Mariano, un español hijo de la Guerra Civil contra el franquismo, nos dio una explicación clara y precisa: las mujeres tuvieron que aprender a bailar entre ellas, simplemente porque no había hombres. Fueron millones los que perdieron la vida en defensa de su Patria.

No se puede olvidar que la invasión nazi llegó hasta las puertas de Moscú, y que luego su retirada estuvo marcada por la consigna de “tierra quemada”. Las pérdidas que generó la guerra hasta el día de hoy se reflejan en cada ciudadano, en sus costumbres, y en el desarrollo de la economía, la cultura y la ciencia de los países ex soviéticos, especialmente en Rusia.

Esa es la razón por la que los rusos no quieren la guerra. Conocen muy bien sus costos y penurias.

En conferencia de prensa conjunta entre los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia e Inglaterra, recién el pasado viernes, el canciller Lavrov subrayó el interés por normalizar las relaciones, por retornar a un curso de desarrollo constructivo sobre la base de igualdad de derechos, respeto mutuo, toda vez que pretender imponer soluciones y ultimatums es el camino a ninguna parte. La respuesta de la ministra inglesa fue cruda: “… Rusia aún tiene la posibilidad de terminar su agresión en contra de Ucrania y someterse a la solución vía diplomática. La OTAN comunica de manera firme que, si no escoge este camino, habrán serias consecuencias para Rusia, Ucrania y toda Europa…”. Más adelante, la ministra inglesa insiste en que, para poder avanzar en soluciones, Rusia debe retirar sus tropas de la frontera con Ucrania.

Con sorpresa el ministro Lavrov se pregunta “¿Hacia dónde retirar nuestras tropas?” Ellas están en nuestro propio territorio. ¿Hasta adonde deberían retirarse quede tranquilo? Del otro lado, mientras tropas de la OTAN se ubican en las repúblicas del Báltico, el primer ministro británico llama a mover más tropas hacia Rumania y Bulgaria, al tiempo que continúa el despacho de pertrechos militares de última generación a Ucrania. Y se agrega que las tropas de la OTAN se encuentran en su “propio” territorio, “porque todos somos miembros de la OTAN”. La sorpresa del ministro ruso es manifiesta: la OTAN puede poner sus tropas en las proximidades de las fronteras con Rusia, pero Rusia no puede proteger sus propias fronteras.

Todo parece indicar que la situación está estancada y, como subrayó Lavrov durante la conferencia de prensa, este parece un “diálogo entre sordos y mudos”. Mientras tanto, la prensa rusa informa que en territorio de Donetsk y Lugansk se ha iniciado la evacuación de ciudadanos, con excepción de hombres de edad entre 18 y 55 años; se ha ordenado evacuar hacia Rusia los jardines infantiles; Putin firmó el decreto que llama a "ejercicios" a los reservistas de las fuerzas armadas rusas, de la Guardia Nacional, y demás órganos de seguridad del Estado, lo que es de por si excepcional en Rusia; la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania anuncia probable golpe de estado en Kiev; Inglaterra se niega a otorgar "garantías de seguridad" a Rusia; etc. Las noticias suman y siguen.

Son días aciagos, complejos para el mundo. Desde la “crisis de los misiles en Cuba” el mundo no había experimentado un peligro tan grande de guerra nuclear. Tras la desintegración de la URSS y la desaparición del sistema socialista mundial, esta es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un peligro de guerra de consecuencias imprevisibles.

Con tristeza le comento a mi amigo Kolia que toda esta situación es muy poco conocida por la ciudadanía de Chile y de América Latina. Los medios de comunicación solo transmiten la visión de los Estados Unidos, moldeando a su antojo la visión de la opinión pública. Me comprometo con él a seguir promoviendo en nuestro país nuestro irrestricto apoyo a la paz y a la solución pacífica de los conflictos. Esa es la razón de este escrito.

Queda solo la esperanza que, en medio de las discusiones de la Convención Constitucional, sus delegados puedan darse unos minutos de tiempo para manifestarse por la Paz, en contra de una guerra que irremediablemente también tendrá nefastas consecuencias para Chile y los países de nuestra América Latina.