Paula Escobar - La Tercera - 5/11/2022
Uno de los peligros del proceso post plebiscito, dijo el senador Lagos Weber en un seminario, es que un sector que ha sido recalcitrante a los cambios, como la derecha, ahora “empiece a arrastrar los pies”. Han pasado dos meses y el ritmo de la caminata hacia una “nueva y buena Constitución” es bastante lento. Los pies se arrastran y, con este paso cansino, es casi un milagro que aún exista un 72% que quiera que se defina un mecanismo para elaborar una nueva propuesta constitucional, versus solo un 28% que quiere que se mantenga la actual Constitución, según la última encuesta Criteria. La arrastrada de pies no solo es de Chile Vamos, hay que decirlo, pues en sectores de Apruebo Dignidad hay exigencias carentes de realismo que producen igual efecto. “Este momento constituyente ya no existe”, dijo la presidenta del FRVS, Flavia Torrealba, desatando críticas, pero aludiendo a una realidad: la disolución del “momentum”, del impulso para poder arribar a un acuerdo para tener un nuevo pacto social a través de una nueva Constitución. Esta parálisis constitucional -que es de esperar que sea foto momentánea y no el destino final- revela la dificultad de la política chilena de llegar a acuerdos y sacar adelante reformas beneficiosas, necesarias, urgentes. Esa es la gran enfermedad que ha aquejado a los últimos gobiernos, y que seguirá empeorando, sea quien sea que venga en el futuro, si los políticos no cambian su modo de actuar. El juego de suma cero, donde todo se transforma en arma para derrotar al adversario, polarizando las discusiones, tendiendo a debates estridentes o maximalistas, nos ha llevado hasta aquí. La reforma al sistema de pensiones es un ejemplo revelador de esto. Los presidentes Bachelet y Piñera intentaron resolverlo: las pensiones bajas e insuficientes son un problema central. Cambiaron las caras, se movieron las propuestas, pero ambas iniciativas cayeron en este pantano de la política chilena.
Ese marasmo en que la negociación democrática -legítima y esencial, por cierto- termina en nada. En cero. Y quienes se opusieron -de lado y lado- pensaron que con aquello les habían infligido un daño a sus adversarios y obtenido alguna ganancia para sí, pero al final perdieron todos los sectores políticos y, peor aún, todas las personas, especialmente quienes viven con pensiones de menos del sueldo mínimo en sus años de vejez y mayor precariedad (un escandaloso 72%). También perdimos todos; el estallido social de hace tres años sí existió, y las malas pensiones estaban en la base de las demandas. Esta semana se presentó la tercera propuesta de reforma previsional. Esta deberá ser debatida y analizada en cada uno de sus detalles en el proceso legislativo, pero, sin duda, propone avances muy relevantes. Plantea soluciones concretas para subir pensiones actuales y futuras en un marco de responsabilidad fiscal. En un sistema mixto, mantiene la propiedad y heredabilidad del 10% obligatorio, y hace solidaridad solo con el 30% de la cotización adicional de 6%, lo demás va a una cuenta personal. Muy importante: se hace cargo de la necesidad de hacer justicia con las mujeres, que son castigadas en sus pensiones por ser más saludables y vivir más, y por tener hijos y cuidar, además de por recibir salarios menores por iguales funciones. Este proyecto subsana y repara aquellas injusticias. Además, aumenta la PGU que creó el Presidente Piñera. En definitiva, es una propuesta que, tal como se ha presentado, puede describirse como una política socialdemócrata y propia de un Estado de Bienestar, algo que tras el estallido se declaró como objetivo compartido por amplias mayorías. No es ni radical ni tampoco gatopardiana. Como el gobierno actual no tiene mayoría, su destino depende de la actitud de Chile Vamos y del resto de la oposición. Ojalá que el zapato chino en que se está convirtiendo la promesa del Rechazo de una “nueva y buena Constitución” oriente a la oposición sobre los riesgos en las negociaciones. Si no se saca adelante esta reforma, se dañará no solo a este gobierno, sino a toda la clase política y al sistema democrático mismo, percibido como incapaz de ofrecer soluciones, lo que solo alimenta radicalismos, de izquierda o de derecha, o populismos que ya están bien a la vista. No hacer los cambios a tiempo conduce a que cuando vuelve a emerger la demanda, esta venga cargada de enorme frustración y de planteamientos, entonces, mucho más radicales. Propuestas que llevan a que aquello que antes -desde la oposición- se consideró excesivo, luego se vea como adecuado o, incluso, deseable. Es importante que frente a la reforma de pensiones, y al proceso constituyente, Chile Vamos recuerde cómo guardaron entusiastamente en un cajón la Constitución de la Presidenta Bachelet -ahí sí que sin arrastrar los pies- y cuánto darían hoy porque fuera esa la propuesta que se plebiscitara.