Diana Aurenque - La Tercera - 2/12/2022
En una columna reciente, la ministra Camila Vallejo invitaba sobriamente a “un pacto social contra la desinformación”. Poco después aparecía el polémico vídeo del diputado De la Carrera, donde la propia ministra era protagonista de lo que denunciaba. Como si su columna jamás hubiera sido escrita. El video es polémico no solo por grabar a una persona sin su consentimiento -mujer u hombre-, o porque un diputado pase parte de su jornada laboral en TikTok. La polémica debería ser mayor porque se trata de un extraordinario ejemplo de desinformación -peor aún, del tipo de desinformación que denunciaba Vallejo por atentar contra las instituciones y la democracia. Contra las instituciones, porque en el video de la Carrera ridiculiza al diputado Rubén Oyarzo y a la ministra. Pero no solo bromea sobre ellos, sino que erosiona la ya dañada institucionalidad política. Se burla de su lugar de trabajo, la política, difama a sus colegas como “pillos” o “vendidos”, mermando aún más la confianza pública. Contra la democracia, porque distorsiona el debate. Para demostrar que el gobierno supuestamente habría recibido “mucha crítica” de cómo “interfiere con los votos de los parlamentarios”, graba un intercambio cualquiera entre Vallejo y Oyarzo e infiere que se trataría de una “negociación” -la supuesta “interferencia” oficialista- y que él afortunadamente “pilló”, cual héroe que desenmascara a dos bandidos. Nótese la circularidad de la desinformación: 1. afirma una verdad sin responsables o individualizables (bajo el ambiguo e impersonal “hay mucha crítica”); 2. instala una supuesta verdad (“el gobierno interfiere con los votos de parlamentarios”); 3. se autoproclama figura audaz que ofrece evidencia en base a relaciones efímeras (intercambiar palabras), para 4. reafirmar la validez de lo hipotético en primer lugar.
Según la RAE, “desinformar” significa “dar información insuficiente u omitirla” -o sea, mentir-, y “dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines” -o sea, manosear los hechos por oportunismo. El video de De la Carrera miente y manosea la realidad para sus fines políticos. Con ello, distorsiona el debate político, ridiculiza a sus actores, se estiliza hipócritamente como héroe en un mundo de villanos -del mismo mundo que le da de comer-, y, lo más grave, se salta todo respeto por nosotros, los electores. El más dramático peligro de la desinformación política radica en que se tergiversa, exagera o minimiza la realidad con fines concretos -por ej., demonizar al gobierno de turno para pavimentar el futuro de una heroica oposición-, pasándonos a llevar. La desinformación, venga de derecha, centro o izquierda, implica un agravio contra nuestra autonomía y al derecho de decidir en base a información veraz y motivado por el propio juicio, y no activando alarmas emocionales -cómicas, iracundas, histéricas o apocalípticas- como estrategias políticas. Vallejo abogaba por “un pacto social contra la desinformación”. Tras el video, tal vez baste con menos: con “un pacto político contra la desinformación”. ¿Será mucho pedir? ¿pedir más verdad a la política? Por Diana Aurenque, directora del Departamento de Filosofía Usach