¿TRANSICIÓN HACIA EL NEGACIONISMO Y LA REPETICIÓN DE LO MISMO?

By Pablo Salvat Bologna  24 Septiembre, 2023  - El Clarín Chile

 “Cosas veredes, amigo Sancho”. Esta frase, al parecer nunca pronunciada por El Quijote, nos muestra el estado de ánimo que genera en muchos, la arremetida de negacionismo y pinochetismo que se deja ver en distintos actores del quehacer nacional a 50 años del Golpe de Estado.  Los mismos, dentro y fuera del parlamento que, por ese camino, no tendrían hoy mucho problema en repetir lo sucedido en el 73.

¿Acaso sorpresa y perplejidad?

Por cierto, siempre habrá algunos o algunas para los cuales era previsible este supuesto “renacimiento” y el intento de justificar lo injustificable que vino después del Golpe.  No es mi caso. Lo cual no implica que no tuviese conciencia de la muy feble adhesión al ideario democrático de la derecha chilena –en sus distintas acepciones y modulaciones- y de su interesada lectura del período de la UP, del propio Golpe de Estado y, tan importante, de sus propias responsabilidades en todo lo sucedido.  Pareciera que, como Poncio Pilatos, pueden “lavarse las manos” y resguardarse en una especie de fatalidad: siendo ellos lo que eran (la UP y Salvador Allende), lo que pasó y lo que vino después, tenía que ser así.

¿Es una posición nueva respecto a nuestro pasado-presente?

La verdad tendríamos que decir que no. Salvo expresiones parciales y particulares (los “cómplices pasivos” de Piñera, por ejemplo) se ha mantenido inalterable esa lectura de la derecha (política, económica, militar). La novedad de hoy es la discursividad que muestran los republicanos, plena de clichés vacíos, muchas mentiras, violencia verbal, la cual arrastra, a su vez, a sus pares de la Udi, RN y Evópolis. Se dice que refleja una estrategia electoralista, aunque tiendo a creer que -siendo eso- al mismo tiempo es lo que creen y sostienen en el fondo, hasta hoy, cincuenta años después.

No solo eso. Esta operación negacionista y de no asunción de su directa responsabilidad en el hecho del golpe de Estado (desde el mismo día 4 de septiembre de 1970), tiene otro objetivo: desviar la atención del Golpe mismo, su trama y todo lo que vino después, hacia una crítica amañada y mentirosa de lo que fue el proyecto y el gobierno de la UP (crítica que no es capaz de distinguir entre hechos, causalidades, explicación y comprensión del sentido). Con esta estrategia de culpabilizar a las pretensiones de cambio real que tenía el proyecto popular, se trataba, como hemos dicho, de tomar palco y cantar: “Yo te aseguro que yo no fui son puros cuentos de por ahí.”.  

 De nuevo, los hechos -entre otros-, los nuevos documentos desclasificados desde el National Security Archive, liderado por el investigador estadounidense Peter Kornbluh, muestran lo contrario.

Desde el mismo día 4 de septiembre del 70, Kissinger y Nixon, alertados y aleonados por el Sr. Agustín Edwards (exdirector de El Mercurio) echaban a rodar el plan para impedir la asunción de Allende  en noviembre de ese mismo año, y después, no logrado el objetivo ( como es ya sabido, ese plan  implicó el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército de entonces, General René Schneider)  para impedir el éxito de ese gobierno, caotizar la economía y la vida cotidiana,  y crear las condiciones para un golpe de Estado.

Por cierto, esto no lo hizo solo el Departamento de Estado o la CIA, también contó con la activa complicidad de la derecha chilena y sus socios desde el comienzo del gobierno popular.   Se trata de que el pueblo chileno no vuelva a aspirar, ni siquiera por el camino electoral, a una transformación profunda del sistema impuesto hace cuarenta años. Es decir, la imposición in aeternum de una democracia protegida sometida a la lógica del capital, del clasismo y el más burdo anticomunismo.  La política puesta de rehén del neoliberalismo.  ¡Con la verdad pues no se ofende ni se teme!

Ni por el “empate” ni por el “contexto” puede justificarse el Golpe de Estado del 73 ni legitimarse el accionar criminal de los servicios de seguridad del Estado en esos 17 años (recordar estas siglas: DINA, CNI, Comando Conjunto, Covema, Dicomcar, el Sifa…). Ni menos, pretender que no hay responsables de ese accionar criminal, que “todos” somos responsables.

¿Acaso no dijo medio burlón el dictador que “en Chile no se movía una hoja sin que él lo supiera”?

¿Dónde fue a parar el uso y abuso del poder absolutizado desde el Golpe en adelante? Pensando en las nuevas generaciones, citamos un párrafo de alguien que – desde dentro del propio Ejército-, tuvo la valentía de hablar. Pinochet ordena apurar los fusilamientos en el norte de Chile (está hablando de la operación llamada Caravana de la Muerte) y expresa “(…) Les sacaban los ojos con corvos, les quebraban las mandíbulas, las piernas… al final les daban el golpe de gracia. Se ensañaron. Se les mataba de manera que murieran lentamente. O sea, los fusilaban por partes. Primero las piernas; después, los órganos sexuales; después, el corazón. En ese orden disparaban las ametralladoras “(Declaración judicial prestada por el General ® Joaquín Lagos Osorio el 3 de julio de 1986, vía exhorto, ante el Primer Juzgado del Crimen de Antofagasta).

¿De dónde tanto odio y tanta maldad?  

¿El día 10 de septiembre éramos todos ciudadanos y vecinos, al día siguiente, enemigos a liquidar sin ningún juicio y de manera brutal? Y todavía hoy mismo, los adalides del neopinochetismo y del mercado total   consideran que todo eso fue poco castigo para la “alevosía” y pretensión del pueblo sencillo de haber querido recuperar su dignidad, reconocimiento y protagonismo. Había que inculcar el miedo y el temor hasta los huesos de todos nosotros.

Hemos ido aprendiendo difícilmente que no es factible construir un presente-futuro decente como sociedad, sobre la base de negar el pasado como si no hubiese existido.  Así como nuestra identidad personal está articulada a los recuerdos y la memoria, y no es pensable sin ellos, del mismo modo la vida en común como sociedad se sostiene también en una memoria compartida y lo que pueda o no olvidarse pasa a ser decisivo para constituirnos en una comunidad política propiamente tal.  En nuestra tarea de reconstruir una cultura política pública, el cultivo de la memoria histórica y el recuerdo activo resulta muy importante, a pesar de que continuamente se intentan iniciativas para dar por cerrado el pasado-presente y los procesos judiciales en curso. Sin embargo, cada vez, algún hecho imprevisto lo vuelve a reponer en escena.

No nos hemos hecho cargo de una pregunta esencial: ¿cómo educar y autoeducarnos en cuanto sociedad, después de Villa Grimaldi, ¿Tres y Cuatro Alamos, Londres 38, ¿la Venda Sexy, la situación de los detenidos-desaparecidos, entre otras de las expresiones devastadoras del daño al pueblo chileno? Quizá por eso mismo a estas alturas todavía tenemos una élite de poder ciega, sorda y muda respecto a los sucesos del Golpe de Estado. Parafraseo a T. Adorno cuando dice que el que se haya tomado tan poca consciencia de esa exigencia, así como de las interrogantes que plantea, muestra que lo monstruoso no ha penetrado bastante en la sociedad.

El peligro de todo esto es que lo sucedido puede volver a repetirse. Nada hay definitivo en el terreno de la vida política. Una nueva cultura política pública y una nueva consciencia es una tarea colectiva, a construir desde abajo, que demanda ir más allá del individuocentrismo de la ideología del mercado total hoy prevaleciente. Termino con unas hermosas palabras del siglo XVII de un literato inglés que bien nos recuerda que “Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo; todo hombre es una parte del continente, una parte del océano (…) la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad; así nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti”.   

Por Pablo Salvat