EL DESAFÍO GENERACIONAL DE REPENSAR LA HISTORIA Y REFLEXIONAR MÁS ALLÁ DEL CAPITALISMO

Por: Tomás Pérez Muñoz | Dirigente estudiantil  -15.09.2024 -  El Desconcierto

Nos corresponde a nosotros, como generación, repensar el sistema y trabajar hacia un futuro más justo y sostenible, donde el bienestar colectivo sea prioritario sobre la perpetua búsqueda de rendimiento individual. Debemos, en consecuencia, repensar la historia.

El “fin de la historia” fue el concepto acuñado por Francis Fukuyama al final de la Guerra Fría, cuando las potencias occidentales proclamaban el triunfo del capitalismo liberal sobre otras formas de organización política y económica.

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Fukuyama no se refería a una catástrofe o colapso, sino a la consolidación de la democracia liberal y el libre mercado como los sistemas definitivos para la humanidad. Según él, la historia en términos de lucha ideológica había terminado y la política, en consecuencia, se reduciría a perfeccionar este modelo.

Sin embargo, los eventos posteriores, como el atentado a las Torres Gemelas y la guerra contra el terrorismo, demostraron que la visión de Fukuyama era errónea.

Pero dejando de lado la tajante y errática visión de Francis, acá resalta el hecho de que, desde la caída de los socialismos reales, el neoliberalismo se ha aceptado y normalizado como la única realidad política y económica viable.

Mark Fisher supo explicar bajo el término del "realismo capitalista" nuestra incapacidad colectiva de imaginar un mundo más allá del capitalismo. Según Fisher, hemos interiorizado la lógica del mercado a tal punto que aceptamos sin cuestionar que todo deba gestionarse como una empresa.

Ante esta resignación ideológica, la responsabilidad recae en las nuevas generaciones, las primeras que han vivido toda su vida bajo el dominio del neoliberalismo, sin haber conocido un mundo alternativo en términos políticos y económicos.

Nos corresponde repensar la historia y proyectar un futuro que vaya más allá de las dinámicas de mercado y la lógica neoliberal. Poseemos el deber de construir alternativas que nos liberen de la limitación ideológica del realismo capitalista y abrir las puertas a nuevas formas de organización social.

Una prueba fehaciente de la necesidad de regeneración radica en las transformaciones de las dinámicas sociales y económicas que nos han conducido a una situación crítica. Según el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, la humanidad transita por las sociedades del rendimiento, toda vez que los sujetos son empujados hacia un ciclo interminable de autoexigencia y productividad.

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Así pues, el modelo neoliberal promueve un individualismo feroz, donde el valor del individuo resulta de su capacidad de producir y rendir constantemente. Ergo, las tasas de ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental han alcanzado niveles alarmantes, ya que la competencia y la presión por sobresalir generan un agotamiento físico y emocional continuo.

El escenario de agotamiento que suscitado del capitalismo contemporáneo también ha tenido un impacto profundo en el plano político. Las dinámicas posmodernas del librecambismo han creado una sociedad de individuos exhaustos, cuyo rechazo al estado de cosas vigente se materializa en la apatía política.

El desinterés hacia los sistemas democráticos actuales no son una casualidad, sino una respuesta directa a la frustración generalizada con un sistema que está diseñado para mantener el establishment. La incapacidad del capitalismo para ofrecer una visión de futuro que no esté basada en la explotación y la desigualdad ha generado un profundo rechazo entre amplios sectores de la población.

No sorprende, por tanto, que este descontento sea el punto de inicio para la consolidación de las derechas radicales, que se presentan como una alternativa al modelo vigente, apelando al desencanto colectivo y prometiendo soluciones radicales por intermedio de una retórica cargada de rabia.

Así pues, el ejemplo icónico recae en la figura del panelista de televisión y -por momentos- economista, Javier Milei, que, bajo su lucha contra la “casta”, logró capitalizar el descontento de la población argentina para alcanzar la presidencia del país; pese a que sus políticas han sido un retroceso de cinco décadas que apuntan al mismo punto de inicio: la instalación del neoliberalismo como una única alternativa.

Naturalmente, al vincular al capitalismo con la precarización de la vida, el agotamiento continuo y la apatía respecto al futuro, resulta inexorable la necesidad de pensar en el postcapitalismo. Sin embargo, desde lo que Fukuyama denominó “el fin de la historia”, los discursos a favor de la superación del neoliberalismo han sido cada vez más marginales. Se trata, pues, de la expresión del realismo capitalista y la imposibilidad de proyectar un futuro.

Mark Fisher, en su momento, supo reclamar cuáles deben ser nuestras banderas de lucha: «Deberíamos pelear por algo distinto: por la construcción de una modernidad alternativa en la que la tecnología, la producción en masa y los sistemas impersonales del gerenciamiento contribuyan, todos, a la remodelación de la esfera pública».

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Llegados a este punto, tenemos el deber y la responsabilidad de reflexionar más allá del capitalismo. Nos corresponde a nosotros, como generación, repensar el sistema y trabajar hacia un futuro más justo y sostenible, donde el bienestar colectivo sea prioritario sobre la perpetua búsqueda de rendimiento individual. Debemos, en consecuencia, repensar la historia.

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