UNA TOMADA DE PELO

By Hugo Latorre Fuenzalida  16 Agosto, 2023  - El clarín Chile

Para muchos, la salida del ministro Jackson representaba una condición inevitable para que la derecha se dispusiera a entenderse con el Gobierno de Boric, en las materias que le son indispensable para avanzar en la agenda social y económica del país: pensiones y reforma tributaria.

Sabemos que la UDI había manifestado que no se sentaría a negociar mientras estuviera el ministro Jackson en el gabinete. Muchos se preguntaban qué tiene que ver el ministro Jackson con los temas que se debían discutir con la oposición para llegar a acuerdos básicos en el Parlamento. La verdad es que nada; pero como se les metió entre ceja y ceja a los de la UDI, que el ministro era indeseable, bueno, el fusible tendría que cumplir su función y ser quemado para que la vida pudiera seguir su curso.

Los más suspicaces decían que Jackson era una nueva y mala disculpa, que el problema de la derecha es que tiene una guerra interna con los Republicanos. Quién es el “choro” del barrio, quién es más intransigente, quién, finalmente, se quedará con los votos y con la candidatura presidencial dentro de la derecha: Matthey o Kast. Y para eso hay que jugar duro, sucio, si es necesario, cosa que a la derecha no le cuesta mucho, si recordamos anteriores disputas internas, donde las puñaladas por la espalda han sido más frecuentes y encarnizadas que en muchos sectores de la Capital, si te animas a reportearlas a media noche.

El caso es que ahora, esa derecha no se satisface con obtener la salida del ministro, al siguiente día ha señalado que no será tan fácil la cosa, pues ahora piden un “cambio de gabinete”. ¿Qué representa esa petición? Bueno, presumiblemente quieren deshacerse de los ministros y subsecretarios del sector de “Apruebo Dignidad”. Es decir, quieren quedarse con los ministros de la vieja Concertación. Este sería el segundo paso estratégico de la derecha para desmontar el gobierno y su coalición.

Si se quedan con la vieja Concertación enquistada en el gobierno como factor político hegemónico, la derecha sabe que no tendrá dificultades para darle un maquillaje superficial a las reformas propuestas y dejar las cosas tal cual han estado siempre. Ya no estarían ni los comunistas ni los de Revolución Democrática, que son quienes alientan cambios de verdad y no está diletante postura actual de ir cediendo y cediendo hasta llegar a la humillación de la derrota efectiva.

Por otra parte, ese cambio de gabinete y de la estructura del gobierno, implicaría el hundimiento de las alianzas en los sectores de la izquierda, los que los dejaría incapacitados para enfrentar el próximo proceso presidencial con alguna chance de acción conjunta. Así matan dos pájaros de un tiro: anulan los cambios y dan un tiro de gracia a la izquierda.

La UDI ya ha señalado que están dispuestos a conversar siempre que se elimine el espíritu “refundacional”; los empresarios y la misma derecha en general sostienen que de reforma tributaria, solo lo se hablará lo que corresponde a políticas “pro-crecimiento”.

Sabemos que lo “no refundacional” significa mantener las AFP (pueden cambiar de nombre), mantener el 6% de las cotizaciones patronales en las cuentas individuales y aumentar la PGU, pues sabemos que esta se pagará con impuestos generales. Pero como tampoco están dispuestos a subir los impuestos a los más ricos, entonces esa PGU no tendrá financiamiento, lo que llevará a no poderla financiar o recurrir al déficit fiscal, cosa que a la derecha le importa bien poco pues el endeudamiento público se financia en 2/3 con préstamos de capitalistas nacionales y 1/3 con préstamos pedidos al extranjero. Si el déficit aumenta, entonces más intereses sacan los capitales nacionales a expensas del Fisco, es decir de todos los que sí pagan impuestos, que somos los más pobres, a los que se les debe sumar la deuda cargada sobre las espaldas de sus hijos y de sus nietos. Entonces, los ricos se hacen más ricos con la deuda pública, y los pobres más endeudados y pobres, al ser ellos quienes deben pagar las cuentas del Estado. Respecto a la reforma tributaria, los empresarios ni la derecha han mostrado vocación de aceptar nuevas cargas tributarias, a pesar de ser ellos, el 1% más rico, los que se apropian del 49% del ingreso y el 10% más rico se apropia del 66% del ingreso. Pero, además, el 1% más rico posee acumulado más del 80% de la riqueza del país. Esto explica, también, las protestas en Wall Street, tituladas del “1% contra el 99% “, ya que en Norteamérica se da una distribución parecida de la riqueza.

De esta forma, podemos concluir que estas jugarretas de la derecha para con las aspiraciones del Gobierno, no son más que un divertimento, pues la derecha espera “cogobernar” desde el Parlamento y el Gobierno mantiene la esperanza de doblegar la resistencia de un sector que, cada vez que controla poder lo maximiza, no gusta de compartirlo. La derecha post Piñera es reacia a los acuerdos, pues se siente vencedora en las últimas dos elecciones y quiere abonar a la estrategia de desmontar paso a paso al gobierno de Boric, lo que le asegura dejar fuera de juego a la izquierda por un buen tiempo.

El ministro Marcel sufre la añoranza de los tiempos de la “política de los acuerdos”. Inocentemente cree que las cosas pueden ser igual en esta etapa; apelan al interés del país o de los pensionados, sin darse cuenta que eso nunca les interesó. Solo interesa dominar férreamente el poder para mejor medrar en sus negocios.

La derecha es así, siempre ha sido así y seguirá siendo así, y el gobierno se equivoca de rival si pretende que, teniendo en sus manos, la derecha, dos llaves maestras de la sociedad: mayoría en el Senado y dos triunfos populares, la actual derecha- nieta mal criada de la dictadura-  va a compadecerse de los viejos o de los pobres o de los estudiantes, de los enfermos, de las clases medias.

La derecha posmoderna es sin llorar. Basta ver cómo actúan entre ellos, para saber cómo actuarán contra los demás. Todo este show de las demandas contra el Gobierno es el juego del gato y el ratón, seguirán exigiendo condiciones, hasta que sea demasiado tarde o el jueguito se haga demasiado evidente.

Por Hugo Latorre Fuenzalida