EL 11 FUE UN ASUNTO ENTRE VARIOS

 Pablo Varas  9 Mayo, 2023  El Clarín Chile

El 11 de septiembre es una deuda que está pendiente.

No fue el llamado del alma de la patria la que escucharon los militares algunos meses antes de maltratar a Chile en la cruenta forma que lo hicieron y por tantos años. Imposible de olvidar a las esposas de los militares/oficiales tirando granos de trigo frente a la casa del Comandante en Jefe del Ejército General Prat. Los fusilados en Pisagua o los campesinos de Paine muertos a palos por carabineros.

En la conciencia uniformada está impregnado su carácter de clase, aliados y sostenidos por la oligarquía, los latifundistas, los grupos económicos, banqueros y aseguradoras, sin dejar de lado tampoco a los escualos que se parapetan en la bolsa de valores. Los uniformados han actuado siempre instalados al lado de los que se expresan y vociferan que son los dueños el país.

No es digno el recorrido de los militares en la historia de Chile. Su presencia en masacres obreras, el asesinato de mujeres embarazadas, campesinos fusilados sin juicio alguno, demuestran la función de custodios de los sagrados intereses de la clase dominante. Allá junto a los ricos y apuntando siempre hacia los pobres.

Los militares no estuvieron solos ni desamparados durante el golpe militar.

Para ejecutar el golpe en Chile no sólo actuaron los militares. Por largo tiempo la casta militar fue recibiendo información, recursos, armas y dinero que desestabilizaron el gobierno popular. No tuvieron pudor para estirar la puruña y esperar que cayeran los dólares para poder ejecutar tan nefasta criminalidad. Desde varios países considerados demócratas alentaron también para que se rompiera la trayectoria democrática, que no era la más perfecta pero aun así funcionaba.

No pueden los militares ufanarse de una victoria el haber asesinado a un Comandante en Jefe del Ejército con armamento entregado en la embajada de los Estados Unidos. Uniformados conspirando con plata regalada. No es de mérito el asesinato del general Bachelet, ni Prats.

En aquellos años ya estaba instalado el concepto de la guerra fría. El mundo era disputado por la URSS y los EE.UU. En algunas zonas del mundo se llegó a guerras que duraron años como por ejemplo en Vietnam, donde el país del norte sufrió una de las grandes derrotas que marcan su historia. Más de 50.000 marines norteamericanos cayeron en aquella guerra y de aquel país salieron arrancando derrotados. Grande el tío Ho.

Algunos años con posterioridad al golpe militar en Chile, el congreso norteamericano formó la Comisión Church donde se pudo comprobar que las operaciones norteamericanas habían comenzado con anterioridad al triunfo de la Unidad Popular y también con el apoyo de políticos chilenos, de generales adscritos al listado de agentes de la CIA. Todo aquello deja de manifiesto el perfil poco digno de los militares a quien el pueblo chileno le entrega el poder de las armas para defender los intereses de la patria.

Son una casta privilegiada con el beneplácito de la denominada clase política.

Los uniformados decidieron entonces iniciar una guerra interna a la que denominaron la guerra contra la subversión y el comunismo. El enemigo interno pasó a llamarse obrero, profesor, estudiantes, campesinos y pescadores, médicos y enfermeras, maestros y analfabetos. Su ceguera política también los llevó al asesinato de sus propios compañeros de armas, incluso a los que algunas semanas antes habían saludado con paso marcial y música militar.

Hasta en eso traidores de poca monta,

En la Casa Blanca y bajo el mandato de Nixon se confabuló para impedir la continuidad de un gobierno elegido por más de un millón de chilenos. Activa participación mantuvo quien fuera dueño de El Mercurio y exigía se apurará la intervención militar. No descartando tampoco la intervención de los marines norteamericanos como lo hicieran en República Dominicana en los años sesenta.

Los sagrados intereses económicos hacen que en algunos momentos los dueños del capital pierdan la forma de la redondez de la luna.

Un rol no menor jugó Henry Kissinger quien manifestaba su enorme preocupación por la fuerza que podía ejercer el ejemplo de una vía pacífica al socialismo. Pánico que se extendiera por el patio trasero como denominaban en el país del norte a América Latina. Kissinger visitó Chile y felicitó a Pinochet por haber derrotado al marxismo. Muy cercano al país de la bandera de barra y estrellas está Cuba en esos años con una revolución joven y astuta.

No es muy conocida la intervención de Australia en este macabro proceso, pero sí estuvieron presentes y de manera bastante activa.

El 2021 el Archivo de Seguridad de los EE. UU publicó documentos que describía como Australia prestó apoyo a las actividades que realizaba la CIA en Chile, llegando incluso a montar una oficina de carácter clandestina para operaciones de espionaje. Todo este proceso contó con la anuencia y apoyo de los militares y civiles nacionales. Los equipos australianos abandonaron Chile luego del golpe militar por haber cumplido con las tareas asignada en aquellos años, y que vieron surgir como consecuencia de sus oficios los largos años de violenta dictadura militar escrita en los informes Valech y Rettig.

Los militares chilenos se colgaron sus medallas que les entregaron los empresarios chilenos, sectores de la iglesia y toda la derecha política. Los dueños de la papelera, las chilenas acomodadas que regalaron sus joyas. La Sofofa y los camioneros, los magos del mercado negro. Los gremialistas anidados en la Universidad Católica. Los medios de comunicación que nunca fueron clausurados y que hicieron uso de la más absoluta libertad de prensa.

Brasil con un entusiasmo entre militares/gorilas, fue de los primeros en reconocer a la dictadura de los cuatro que traicionaron su juramento y se vendieron a bajo costo en época de liquidaciones. Llegaron equipos de uniformados brasileños que enseñaron técnicas de tortura, maltrato a detenidos sin importar si eran hombres, mujeres, niños o ancianos. El enemigo es el enemigo y hay que darles sin compasión decían, la piedad es tarea de los curas en el confesionario. Así se fueron llenando los recintos de tortura y los subterráneos de los cuarteles militares.

Han pasado cincuenta años que en la memoria se instalaron para dejar constancia como el desprecio por el hombre fue bandera de la criminalidad militar desatada que se mantiene hasta los tiempos actuales.

Por Pablo Varas.