Por: Camilo Espinoza | Publicado: 26.02.2023 – EL DESCONCIERTO
Marcos Barraza vuelve a poner en valor la extinta Convención. Si bien reconoce falencias del proceso anterior, asegura que «fue el ejercicio de participación y representación política más popular e importante que ha tenido la historia de Chile».
Han pasado más de siete meses desde que Marcos Barraza (49) dejó sus labores como miembro de la Convención Constitucional. Siete meses donde la historia que sigue es conocida: La propuesta no logró convencer a la mayoría de la población y fue rechazada en el plebiscito del 4 de septiembre.
Pese a ello, el exministro de Desarrollo Social de Michelle Bachelet está lejos de desprenderse de los temas constitucionales. El Partido Comunista lo puso a la cabeza de la formación de sus candidatos al Consejo Constitucional.
Además, junto a Bárbara Sepúlveda, fue designado por la colectividad para formar parte de la mesa encargada de redactar las bases constitucionales de los 10 partidos oficialistas. Es decir, protagonismo no ha perdido.
– ¿Cuál es su lectura de este segundo proceso constituyente?
Lo primero que hay que asentar es que, en el caso de los comunistas, la voluntad, el interés y la acción política ha sido permanente por el cambio constitucional. Si uno revisa la historia de la transición en adelante, esfuerzos por dotarnos de una Constitución redactada en democracia, que supere la Constitución heredada de la dictadura, han sido sistemáticos.
Eso explica que, así como desplegamos una conducta a plenitud en la Convención Constitucional que expiró, hoy día también estamos involucrados, desde un rol distinto, pero altamente comprometidos de dotar a Chile de un texto genuinamente democrático. Nosotros concurrimos a este proceso constituyente con la clara voluntad de poder incidir políticamente.
– El PC ha sido uno de los pocos partidos que ha recurrido a exconvencionales para participar de manera activa en este nuevo proceso. ¿Hay una señal ahí?
Por supuesto, nosotros reivindicamos el proceso constituyente que expiró. La Convención fue el ejercicio de participación y representación política más popular e importante que ha tenido la historia de Chile, indistintamente del resultado del 4 de septiembre.
Ahí hay un ejercicio de mandato popular, de soberanía, que se originó en un proceso de manifestaciones sociales, de desobediencia civil, que luego transita hacia un plebiscito que lo legitima. En consecuencia, para nosotros es clave que el proceso de apertura democrática, que se inicia el 18 de octubre en términos de deliberación social, lejos de extinguirse, se consolide y se asiente institucionalmente.
El fantasma de la derrota
– ¿Y no hay una lectura autocrítica del proceso anterior? Se lo pregunto porque las encuestas apuntan a que la principal causa del triunfo del Rechazo fue justamente el proceso.
Nosotros, como Partido Comunista, lo hicimos en el pleno del Comité Central del mes de octubre, en las postrimeras del 4 de septiembre. Después de un análisis y una discusión bien concienzuda, de harta deliberación interna, planteamos que la causa de la derrota no podía ser atribuida a un factor o a un determinante en particular.
Argumentando desde las mismas encuestas que tú señalas, la encuesta CEP, que cito a propósito de la continuidad, el marco muestral y la equivalencia año a año, muestra que claramente hubo distancia por episodios de convivencia interior de la Convención, más que por la calidad o pertinencia de una norma en particular.
Si uno identifica variables multifactoriales, una de esas es que hubo episodios, como el de Rodrigo Rojas Vade, que fueron claramente reprochables, y manejados por los grandes medios de manera tal de endosarle esa situación al conjunto de la Convención. Pero hubo otras variables que tienen que ver con el conjunto de intereses corporativos que fueron tocados por parte de la Convención, que activaron resistencias importantes a los cambios. Entonces, atribuirlo a una razón en particular es restrictivo e insuficiente.
– Pero más allá de los casos particulares, ¿no hay una mirada autocrítica del conjunto de la Convención, como institución?
No, no, no. Nadie podría decir eso. Sin prejuicio de la valoración política de lo que fue el proceso constituyente que expiró, evidentemente que uno también tiene que tener a la vista y sopesar las dificultades que hubo para poder articular muchos casos contenidos y que no abrieran espacio para la interpretación mañosa del Rechazo y la derecha.
– ¿Crees que, junto con reivindicar la Convención como un ejercicio importante de nuestra democracia, también se debe reivindicar el Apruebo pensando en las elecciones que se vienen?
Yo creo que el desenlace de la Convención Constituyente fue decepcionante para quienes votaron Rechazo, pero también para quienes votaron Apruebo, a propósito del resultado.
– ¿Entonces cuál debiera ser el contenido de las candidaturas?
Esta discusión tiene que, de alguna manera, conjugar dimensiones de la política diversas. Por un lado, es clave dotarnos de una nueva Constitución escrita y mandatada por el pueblo en democracia, pese a las condiciones contextuales de la política. Los conflictos que dan origen al 18 de octubre no se han extinguido, están presentes en la sociedad chilena en términos de abusos, asimetrías, desigualdades e injusticias sociales, y la pandemia mostró la fragilidad del modelo neoliberal en Chile.
Además, todos los avances que ha experimentado el pueblo de Chile en materia de bienestar han sido a partir de luchas y demandas popular en contra o a pesar de la Constitución actual. Entonces, dotarnos de un nuevo texto que tenga focos prioritarios, como reemplazar el Estado subsidiario por un Estado social y democrático de derecho es un imperativo del período.
Por eso es tan importante disputar e incidir en este nuevo proceso constitucional, y entusiasmar en términos de lo desafiante que tiene que ser para la izquierda no dejar que la derecha se apodere y convierta el cambio constitucional en su patrimonio.
– Hay un desafío también para el oficialismo de disputar también los votos de las personas que votaron Rechazo. ¿Cómo se logra eso?
En general, del universo de personas que votaron Rechazo, es evidente que no es un universo social completamente de derecha. Hay bolsones importantes de población que por primera vez votaron, y votaron Rechazo, y también están exigiendo respuestas que, en lo sustantivo, les mejoren la calidad de vida.
El proceso constituyente 2.0
– ¿Cuál sería la clave discursiva para convencer a parte de ese 62% que votó Rechazo?
Me imagino que a partir de la voluntad con que concurrimos a la negociación de los partidos del oficialismo. Por un lado, una Constitución habilitante de apertura democrática, que permita tener una democracia inclusiva. Y por otro, definir ejes que sean determinantes.
Uno de ellos es reemplazar el Estado subsidiario por un Estado social y democrático de derecho, que supone una garantía de derechos y un sistema de provisión de bienes públicos que le dé tranquilidad a la población, y que le otorga al Estado un rol que hoy día está suprimido con la Constitución de la dictadura. Eso es clave.
En segundo lugar, un sistema político que esté a tono con esas transformaciones en el país. Con un modelo de Congreso bicameral, de carácter asimétrico, con tiempos legislativos más acotados, con un presidencialismo atenuado que releve el papel de formación de ley en el Congreso y que el estándar normativo constitucional en Chile se desprenda del Sistema Internacional de Derechos Humanos.
– ¿Qué otros ejes son claves?
Un modelo de desarrollo que permita hacerse cargo de las principales tensiones que vive Chile en el presente y en el futuro. La relación sostenibilidad ambiental, modelo económico e impacto social es clave sostenerla a partir de un Estado activo, directivo y orientador en la economía, que permita una descentralización en materia de derechos políticos y también económicos.
Un modelo que asegure una democracia paritaria, el reconocimiento de distintos tipos de familia y algo que, en mi opinión, es fundamental: una Constitución que se haga cargo de algo que indigna a la ciudadanía permanentemente, que son los abusos y la corrupción. Estos son ejes que habilitan una discusión estructural.
– ¿Cuánto de eso es compatible con los 12 bordes constitucionales acordados por los partidos?
Los 12 principios que se firmaron en el Acuerdo por Chile, pese a la intención de la derecha de convertirlo en principios pétreos, restrictivos, si uno los interpreta correctamente, con vocación de interés público y social, son abordables desde el interés de los mayorías.
– Pero hemos visto, por ejemplo, a Máximo Pavez, que forma parte de la Comisión Experta, diciendo que el Estado subsidiario no es contradictorio al Estado social y democrático de derecho…
Es evidente que la derecha lo que intenta es gatopardismo. Leí las declaraciones que usted señala, y la intencionalidad final es básicamente cambiarle el nombre al tipo de Estado en Chile, pero conservar lo esencial y lo sustantivo del Estado subsidiario. Nosotros evidentemente no somos partidarios de aquello.
Ahora bien, ¿de qué depende cuánto se avanza? Depende ciertamente del resultado en las correlaciones de fuerza en materia de elección de consejeras y consejeros constitucionales pero también de la capacidad que tenga el movimiento social de hacer prevalecer puntos de vista de interés público. Eso es clave, por eso es tan importante el problema del entusiasmo en la campaña.
– ¿Cree que la existencia de los bordes, los expertos y los árbitros desincentivan a un sector de la izquierda a participar de este proceso?
A ver, claramente el estándar que tiene este Consejo Constitucional no es el mismo de la Convención. Y no es el mismo porque el resultado le dio herramientas a la derecha que no tenían hace dos años atrás.
El Acuerdo por Chile es fruto de una negociación con un sector que, en los hechos, no quiere el cambio constitucional y que cede porque sabe que hay una expectativa muy arraigada en el conjunto del pueblo, pero que intenta mantener los mismos términos de referencia políticos, económicos y sociales en el país.
Ahora bien, el riesgo de no haber perseverado en un proceso constituyente es que se hubiese mantenido la actual Constitución por tiempos indeterminados. Entonces, pese a las restricciones, bien vale la pena hacer el esfuerzo democrático de incidir y no dejar que la derecha se apodere de la redacción del texto.
– ¿Pero cómo se entusiasma a ese sector que viene de una derrota importante y que se ve desalentado por estas condiciones?
El proceso está comenzando. Hay mecanismos de participación como iniciativas de norma constitucional, deliberación a través de audiencias públicas, pero yo diría que especialmente a partir de las urgencias sociales que emanan.
Por ejemplo, todavía está en curso la emergencia de incendios en el sur de Chile. Eso pone en discusión parámetros sobre el modelo de desarrollo y tiene que tener una bajada constitucional distinta, porque estamos hablando de depredación ambiental de territorios completos y riesgos ambientales para el conjunto de la población.
Si ese es el dato duro, yo creo que también activa interés social para que el nuevo texto refleje condiciones de vida adecuadas.
– Si es tan importante ¿Por qué se habla entonces de que esta es una elección de «segundo orden», donde los partidos no optaron por figuras de su primera línea política?
No lo veo así. Yo creo que los partidos, y particularmente Partido Comunista, hicieron la deliberación más óptima para efectos de elegir los cuadros más idóneos para este proceso. Nosotros tenemos candidatas y candidatos con altas capacidades políticas y con raigambre social, con conocimientos en diferentes ámbitos.
– Pero para la mayoría de los candidatos esta es su primera experiencia electoral, y bueno, hay también una suerte de reciclaje con políticos de vasta experiencia.
Bueno, para algunos el sentido de trascendencia es importante. Pero en lo central, si uno revisa las candidaturas del Partido Comunista a nivel nacional, son militantes, cuadros con experiencia en la discusión institucional, de políticas públicas y de luchas sociales. Para nosotros eso es clave.
El segundo año del gobierno
– ¿Cuál es su balance del primer año del gobierno de Gabriel Boric?
Ha ido de menos a más. Ha ido evolucionando satisfactoriamente en sus capacidades de gestión institucional y de desarrollo de políticas públicas. Sus principales reformas han ido transitando, pese a un dato de realidad que no hay que obviar, y es que este es un gobierno de amplia legitimidad social, pero que no tiene una correlación de fuerzas suficiente en el Congreso, que le es adversa más bien.
Eso se traduce en que los proyectos de ley que ingresan requieren de mucha tramitación, a objeto de ir encontrando acuerdos.
Aún así, creo que, en general, es un gobierno que ha mantenido la hoja de ruta que tiene que impulsar, pero que está sometido a muchas presiones. Los resultados del 4 de septiembre fragilizaron el ejercicio de la política, pero en ese ejercicio de recentrarse, el gobierno lo ha hecho bien.
– Se habla de un cambio de gabinete que debería realizarse en marzo. ¿Debiera el gobierno otorgarle más espacio al Socialismo Democrático?
Lo central acá es que no hay que intentar pautear de ninguna manera al Presidente de la República. Esto es una atribución que recae en él.
Ahora bien, creo que lo importante es que el gobierno conserve y mantenga su voluntad transformadora. Eso para mí es clave. Y en ese sentido, quienes conforman el gobierno, claramente están a tono con esa expectativa.
– Pero haciendo una lectura más política. ¿Es una buena idea darle más espacio a partidos como el PPD, por ejemplo?
Yo creo que eso es algo que tiene que ponderar el Presidente de la República. Es indebido pronunciarse en ese sentido.
– ¿Cuál es su lectura de esta nueva alianza entre el PS y Apruebo Dignidad?
Lo ideal hubiese sido tener una sola lista. Sin embargo, creo que el documento de bases constitucionales suscrito por todos los partidos del oficialismo fija un mínimo constitucional que permite articulación en el debate. Cómo devenga esto en términos de alianzas es parte del ejercicio de la política.
Lo cierto es que, frente a una amenaza tan real como la extrema derecha ocupando espacios del sentido común, mantener la unidad de las fuerzas de izquierda, progresistas y transformadoras es un imperativo democrático. En ese sentido, creo que el esfuerzo es sostener los cambios que este gobierno está impulsando.
– ¿Pero tiene una proyección más política la alianza con el PS o es, como muchos han dicho, meramente electoral?
Yo creo que es positivo que el Partido Comunista, el Partido Socialista y el Frente Amplio estén en una misma lista. Ahora, hubiese sido más positivo si hubiese prevalecido una lista unitaria del conjunto de las fuerzas oficialistas.
– ¿Qué tan necesaria se vuelve esa unidad en un país donde temas como delincuencia o migración se van tomando la agenda, y son caldo de cultivo para la extrema derecha o la derecha más populista?
Pensar en una alianza de largo plazo supone también tener una apuesta en común respecto de los propósitos de cambio no sólo para este gobierno, sino para el que venga.
Con respecto a la delincuencia, es evidente que hay una derecha y una ultraderecha que intenta atizar los miedos y concentrar la discusión pública solo en materia de seguridad pública.
Sin embargo, sería un error garrafal por parte de las fuerzas democráticas subestimar el peso de la problemática de la delincuencia en Chile y sería un error porque el derecho a la seguridad en materia la seguridad ciudadana también tiene que estar concebido como un derecho social.