Octubre 14, 2020
Por A.Ramírez
Faltan solo días para la realización del evento político más importante desde el fin de la dictadura: un plebiscito verdaderamente democrático, donde la sociedad chilena podría encontrar la senda para terminar con la Constitución heredada por el régimen fascista del general Pinochet.
Juristas, constitucionalistas, políticos, economistas, historiadores, sociólogos, entregan sus opiniones y criterios desde las páginas de la prensa controlada por los principales grupos económicos, desde canales de televisión controlados por esos mismos grupos económicos, o vía ondas radiales controlados nuevamente por esos mismos grupos económicos. A tal extremo han llegado estas opiniones que, incluso algunos connotados personajes de la derecha, hoy se han declarado partidarios del cambio de la Carta Magna de la nación.
Pocos recuerdan que este plebiscito fue el resultado de la presión directa, en las calles, de la ciudadanía, de los movimientos sociales, por terminar con la oprobiosa situación en que se encuentra la mayoría de los chilenos, como resultado del modelo económico neoliberal, llevado a rango constitucional por la dictadura de Pinochet, y modificado “en la medida de lo posible” por los gobiernos posteriores.
Los medios de comunicación oficiales silencian los principales motivos que provocaron el “estallido social”: la angustiante necesidad por mejores ingresos; la demanda por mejor salud y educación; la exigencia por pensiones dignas; el término de la corrupción política y económica, entre otros. …. Una frase del momento refleja la meta buscada por la mayoría de los chilenos: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Lo que los medios oficiales silencian, sigue siendo la motivación central en las redes sociales. Con demandas ahora agudizadas por meses de agotadora pandemia, incremento descontrolado de las tarifas de los servicios públicos, aumento permanente de los precios de los artículos de primera necesidad y de una cesantía que superó los 2 millones de trabajadores.
Y este silencio oficial, acompañado por la mayoría de los partidos de una oposición que funge de contraria al Gobierno, pero que se esmera en sustentar los pilares del modelo económico, responde a una bien diseñada estrategia: sacar de la discusión los temas principales que deberían ser el centro temático de la discusión por una nueva Constitución.
¿Cuáles son estos temas? Por cierto, aquellos planteados por la ciudadanía en las calles:
En primer lugar: DEMOCRACIA. Una “democracia enferma” es esencialmente ausencia de democracia. No puede ser libre el ciudadano que carece de derechos económicos y sociales mínimos. No puede haber Democracia allí donde unos pocos concentran riquezas, monopolizan las tierras, los minerales, el agua y los bosques, mientras la absoluta mayoría de la población no tiene más que lo que permite adquirir su salario. La demanda es por una Democracia, que incluya participación ciudadana real, y capacidad para controlar -y destituir, si fuera necesario- a las autoridades de torno. Democracia que reconozca al pueblo, como autoridad y poder originario.
En segundo lugar: DERECHOS ECONÓMICOS Y SOCIALES: salud, educación, vivienda, trabajo, salarios y pensiones dignas. Insistimos no se trata de que la nueva Constitución proteja “el libre y igualitario acceso” a estos derechos. La nueva Carta Magna debe garantizar los derechos propiamente tales, y declararlos inalienables para cada ciudadano.
En tercer lugar, el DERECHO DE PROPIEDAD. No puede existir una sociedad de ciudadanos libres, allí donde el derecho de propiedad deriva en monopolios que privan al conjunto de la sociedad de los beneficios de aquello que les pertenece por naturaleza, como ocurre con la tierras y sus minerales, los ríos, lagos, mares y océanos. La nueva Constitución debe incorporar una clara distinción entre propiedad privada sobre recursos productivos y la propiedad de cada individuo para satisfacer sus necesidades.
En cuarto lugar, el RECONOCIMIENTO DEL CARÁCTER PLURINACIONAL DEL ESTADO DE CHILE, reconociendo los derechos de todos los pueblos originarios, incluido el derecho a su autodeterminación.
En quinto lugar, DEMOCRATIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS y CARABINEROS. La nueva Constitución debe asegurar el carácter obediente y no deliberante de las Fuerzas Armadas y de Orden; su formación en una doctrina profundamente respetuosa de los derechos humanos; y su transparencia y fiscalización por parte de la sociedad.
Estos y otros temas deberían comenzarán a ser discutidos por la ciudadanía y sus organizaciones tras el plebiscito del 25 de octubre, en un nuevo referente democrático que debería cambiar la historia de Chile. Pero para ello, es necesario que se cumplan dos condiciones:
Que en el Plebiscito triunfen las opciones “Apruebo” y “Convención Constitucional”. Si bien los pronósticos parecieran mostrar que así será, se debe considerar que solo el triunfo de ambas variables y por una participación superior al 65% podrían asegurar un buen desarrollo de la etapa siguiente.
La consolidación del movimiento social en torno a un programa común, que incorpore los principales intereses de la ciudadanía.
La lucha por un nuevo régimen constitucional no termina el próximo 25 de octubre. Ese día, y solo si se cumplen las dos condiciones indicadas en el párrafo anterior, se abre la posibilidad de avanzar hacia un régimen verdaderamente democrático
GENTILEZA DE DOBLE CLIK