María José Blanco - Diciembre 19, 2021 – FORBES CHILE
A poco de llegar a los 104 años, Inés cuenta a Forbes su visión del actual contexto político y social
De las 36 elecciones presidenciales que se habían llevado a cabo en la historia de Chile, las mujeres han podido votar legalmente en sólo 15 oportunidades -16 si se considera la de esta jornada-.
La primera vez que una pudo votar en elecciones presidenciales fue en 1949, cuando salió electo Carlos Ibáñez de Campo. Sin embargo, la pelea por adquirir ese derecho fundamental comenzó mucho antes, y tomó fuerza a inicios de la década de los 20.
Esta es la historia de Inés Erazo de Kirberg, una mujer nacida en 1918 que estuvo entre las revolucionarias que, junto a Elena Caffarena y Flor Heredia, lograron el voto femenino en el país.
A casi dos meses de cumplir 104 años, sigue con más fuerza que nunca para reivindicar los derechos de la mujer a través de la Agrupación de Mujeres Democráticas, creada durante la dictadura de Pinochet.
Desde su casa en Ñuñoa, Inés se rodea de recuerdos. Pasillos y piezas se reconfortan de fotos de sus padres, hijos y nietos. Y también de su marido, Enrique Kirberg, quien fue el primer rector de la Universidad Técnica del Estado (UTE) -hoy conocida como U. de Santiago (Usach)- y militante de Partido Comunista. Durante el golpe de Estado en 1973, él fue prisionero político por dos años en Isla Dawson, y luego vivió el exilio en Estados Unidos y Uruguay, antes de volver a Chile, en 1989.
Enrique falleció hace cerca de 25 años pero vive en fotografías, en pinturas con su retrato, y en libros escritos desde su mismo puño, repartidos en cada rincón de la casa de Inés que, a su vez, fue escenario de un capítulo de la franja de Gabriel Boric.
En entrevista con Forbes, Erazo nos cuenta su visión del escenario político, feminista y social.
¿Cuál fue el rol de las mujeres durante la dictadura?
I: A veces me cuesta mucho hablar de eso porque fueron tiempos muy dolorosos… Fui la organizadora de grupos que salieron espontáneamente a defender los derechos humanos, queríamos hacer correr la voz sobre lo que estaba ocurriendo. Era difícil porque no podíamos reunirnos. Recibimos un buen apoyo de algunas iglesias católicas porque no podíamos juntarnos. Íbamos con una marraqueta de pan bajo el brazo con un lazo de regalo, como si fuésemos a un cumpleaños.
¿Cuáles fueron los peligros que usted como mujer presenció en dictadura?
I: Fueron muchos. La dictadura fue un ensañamiento contra la mujer. Se ha hablado mucho de lo que algunas sufrieron. Fue tremendo…me cuesta hablar de eso. Al mismo tiempo, nos daba más fuerza para unirnos. Hubo varios grupos durante la dictadura que hicieron una gran tarea. El único que sobrevive hasta la fecha es la Agrupación de Mujeres Democráticas. Necesitábamos estar juntas, aunque fuese para contarnos las cosas en desgracia. Nos apoyamos unas a otras. Empezamos juntando dinero para las familias que quedaron indefensas. Después nos ampliamos.
El despertar de lo colectivo
A los 14 años, Inés entró a estudiar piano al Conservatorio de San Felipe, en la región de Valparaíso. Su pasión era la música, al igual que algunos miembros de su familia. Ahí fue conociendo no sólo personas con su mismo amor por los instrumentos, sino también en su pensar. “La cosa colectiva siempre ha sido muy importante para mí, y me encontré con gente que sentía igual. Es muy importante en la vida encontrarse con los de uno”.
La primera vez que se creó una sinfonía coral en el país fue de forma improvisada, con un director alemán. “Nos obligaron a formar un coro y como niña -de 16 años en ese entonces- dije ‘¿cómo nos pueden obligar a cantar en un coro, si yo vengo a estudiar piano?'”, cuenta. “Se hizo el primer concierto y yo protestaba por estar obligada a cantar, pero al estar dentro de la orquesta y sentir la música sonando, me emocioné. Por eso me apasiona la cosa colectiva. Tanto en el arte como en la vida “.
La lucha por la igualdad siempre la tuvo presente. Le impresionaba la diferencia que había entre ricos y pobres. No nació en un hogar poderoso, reconoce, pero sí tenían empleadas. “Eso me impresionó y me hizo luchar contra la desigualdad”.
Sus primeras luchas
Desde edad temprana Inés fue muy lectora. A los 10 años ya había leído el Quijote y desde muy joven que seguía la pelea de los derechos de las mujeres en Europa. “A las feministas las ridiculizaban a morir y eso era tremendo, sobretodo en Chile, donde el temor al ridículo es tan relevante”, relata.
Con 16 años formó, junto a sus iguales del conservatorio -con gran presencia de migrantes europeos que arrancaban del nazismo- su primer grupo en pos de las mujeres, que en esos años no tenían derecho a sufragar, pero sí querían participar. “Teníamos la tarea de asistir a las elecciones e individualizar a los que hacían cohecho, que era desenfrenado en ese tiempo”, expresa. Al tiempo llegó la primera guerra mundial y formó grupos por la paz con Constance Alexandre, esposa del periodista y político chileno, Tancredo Pinochet Le-Brun. “Ella era norteamericana y formamos un grupo para ayudar a las víctimas de la guerra en Europa. Fue mi primer grupo de lucha. Se llamaba Mujeres contra el Fascismo. Ahí empecé a luchar por las mujeres, por el voto y previo a eso, poder ayudar en las elecciones.
La primera vez que pudieron votar las mujeres fue sólo por ediles en 1934, y su madre no quería votar. “Con mis hermanos la convencimos de que asistiera y lo hizo. Fue la única que pudo votar en esa primera elección. Después se consiguió el voto general, y ahí sí pude votar yo”.
Uno de los hechos que la marcó en su vida era el machismo. “El machismo exagerado”, dice, “pero no sólo en los hombres, sino en mujeres. Así me convencí de que también había que luchar contra el machismo en las mujeres. Mi madre era muy buena persona, pero decidió que yo como mujer tenía que trabajar para que mis hermanos hombres tuvieran una carrera. Sufrí en carne propia el machismo de la mujer”.
¿Cómo fue luchar contra el machismo, cuando incluso venía de su propia madre? Considerando que la sociedad creaba un “ambiente propicio” para su práctica…
I: En los diferentes grupos que participé analizábamos la situación de la mujer. Decíamos que para que existiera igualdad, también tenía que haber en lo laboral, en los sueldos, entre otras cosas. Vimos que una socióloga, Linda Boloqui, fundó un grupo por los jardines infantiles, porque para que la mujer pudiera trabajar tranquila, tenía que saber qué hacer con los hijos mientras tanto.
Estuve muy contenta el cómo siguió la constitución de los jardines infantiles. Son pequeñas luchas que se van sumando.
En 1963 fui al gran Congreso Mundial de Mujeres, en Moscú, con la mapuche María Llancao. Nos hicimos muy amigas y estuvimos juntas en el Congreso. Fue una sensación tremenda donde habían delegadas de todo el mundo. La lucha de las delegadas japonesas fue muy fuerte y entre los temas que hablamos era que la lucha debía seguir. No será interminable… alguna vez terminará, pero no podemos dejarla hasta que así sea.
¿Qué visión le quedó al volver a Chile?
I: Seguir luchando. No sólo por el voto, que ya lo teníamos, sino en mantenerlo. Simone de Beauvoir lo dice en su libro, hemos conseguido, pero tenemos que seguir esta lucha por las mujeres, para que sean reconocidos sus derechos. No es que las mujeres seamos superiores. No. Lo que queremos es la igualdad.
Los comicios actuales desde sus ojos
¿Qué opina sobre los bajos niveles de votación en Chile hoy?
I: Los jóvenes hoy dicen que están dispuestos a la lucha, pero no quieren ir a votar. Les echan la culpa a los políticos, entre otras cosas, pero tenemos que decirles que el ejemplo se lo tenemos que dar a través de la educación. Eso lo logré conocer a través de mi marido. Él tenía una lucha personal de criar una universidad técnica. Dedicó su vida a eso. A convencer a los jóvenes de la importancia de estudiar.
¿Por qué cree que es importante votar?
I: Es importante por la economía de Chile, primero que todo. El voto es importante por defender nuestras propias riquezas.
¿Cómo cree usted que se comportará la ciudadanía en esta segunda vuelta presidencial?
I: Tenemos que luchar contra la desigualdad, esa misma por la que he luchado toda mi vida. Hay tanta diferencia y en las poblaciones aún existe la pobreza. Nosotras como mujeres siempre hemos trabajado contra dicha diferencia, porque la que más sufre es la mujer. Por eso hay que participar y empezar desde joven.
¿Qué opina de las feministas de hoy y cómo ve el avance de la lucha de la mujer de antes y la de ahora?
I: Me dio mucha alegría el estallido (social), como le llaman, porque pude ver que había mujeres por millones. Ahora hay que convencerlas que sigan en la lucha. Lo que estalló fue la alegría y el conocimiento de los derechos, pero hay que mantenerla. Le diría eso a todas las jóvenes de hoy.
El miedo es un arma y fue el arma de la dictadura. Vimos cómo dejaban los cadáveres en Ñuñoa, en plena Avenida Irarrázaval. No era por necesidad, sino que los usaban como arma del miedo. Ahora mismo, le diría a la gente que no nos meten más miedo. No más que el que ya tenemos con la pandemia.
“Quisiera darle un consejo de Simone de Beauvoir: la lucha no termina aquí, las mujeres tenemos que seguir”
Hoy, junto a 51 participantes en la Agrupación de Mujeres Democráticas, Inés sigue trabajando de una forma tremendamente efectiva, peleando por los derechos humanos y enseñando la lucha de las mujeres en Chile.
GENTILEZA DE FORBES CHILE