R E L A T O D E U N A M U J E R G R A N D E

Luisa Stagno Valenzuela - Por Iris Aceiton Venegas

Sus ojos claros destellan una ternura infinita, de labios muy finos siempre a punto de extenderse y ensayar una dulce sonrisa con tode aquelle que se le cruce en su camino. Cómo contrasta ese femenino rostro con el grueso y cansado cuerpo que encierra el tortuoso peregrinar que le tocado y ha elegido vivir. De andar cansino, respiración agitada, siempre porta en sus manos una enorme cartera con libretas y papeles que seguramente contienen tesoros ocultos y resultados de una activa vida partidista y laboral de la cual jamás ha pensado en renunciar.

No cuesta nada aprender a querer a la Luisa. Su abrazo transmite el calor de una mujer maternal y fecunda. La química de nuestra profunda amistad se produjo al instante de vernos en una asamblea de 3 y 4 Álamos. Amiga entrañable de mi amigo Osiel Núñez, muy pronto constituimos un trío de compromiso, trabajo y complicidad… Nos pidió ir juntes al Museo de la Memoria, al cual no se había atrevido a conocer por los recuerdos que todavía le hacían mucho daño. Vamos los tres a lanzamientos de libros, actividades de la Corporación. Almorzamos en su cálido hogar, junto a su querida hermana Angélica. Siempre llega primero que yo a las reuniones de 3 y 4 Álamos, me guarda el lugar junto a ella; mientras Osiel preside el encuentro, no son pocas las veces que nos ha hecho callar ante nuestros cuchicheos y risas como la de dos inocentes colegialas. Al término de cada asamblea, nos encaramamos a los diferentes autos, jeeps, camionetas, o camiones en que se transporta Osiel y, que nos llevará hasta nuestras casas.

Yo la levanto de los glúteos para que alcance la pisadera de los altos vehículos, ella me mira hacia atrás y me exclama con picardía:

¡No pos Iris, no seai fome, deja que sea el Osiel el que me ayude!

Lo que provoca unas carcajadas difíciles de contener.

Recuerdo con nitidez que una noche después de una junta y ya acomodada en un vehículo de Osiel, dije con doble intención:

“El compañero Núñez tiene puros vehículos peculiares”

La Luisa rápida de mente, transformó el significado de mis palabras:

¡Pa culiar será pos Iris!

El jolgorio fue total, hasta llegar a la casa de la Luisa, con el compañero Núñez defendiéndose como gato de espalda de las dos guerreras que somos la compañera Stagno y la compañera Aceitón.

Osiel fue persistente en motivarme para que escribiera la historia de la Luisa Stagno, confiado de la magnífica conexión de amistad que había nacido entre nosotras, estaba seguro que conmigo se abriría a contar aquellas experiencias que le significarían recuerdos físicos y del alma tan dolorosos, pero que tenían que quedar plasmados para que las generaciones jóvenes la conocieran.

No me costó mucho convencerla, eligió mi casa de Ángel Guarello para la entrevista. La esperé con tallarines y salsa a la italiana preparaba por mí y cuya receta heredé de mi suegra. Ella le llevó a Giorgio una botella de vino blanco Rhin Undurraga muy helado, que les gusta mucho a los dos. Elegí la amplia y luminosa oficina para tomarnos el café, allí en un mullido sillón, se sentó mi querida amiga.

Yo estaba nerviosa, temía no emplear las palabras adecuadas para iniciar la conversación. No usé grabadora, solo escribí y, transcribí frases textuales pronunciadas por la Luisa:

Sólo una vez he sido atendida por un Psiquiatra, me dijo que yo tenía una memoria selectiva, que enterraba inconsciente los sucesos que me han causado tanto padecimiento. Parece que es cierto.

¿Será por eso que sobreviví?

El lenguaje que emplea es sobrio. No adjetiva. Relata sus vivencias y ya está…

Soy yo la que tiene que luchar por esconder la conmoción que me provoca su narración. Me impacta su entereza y mientras la escucho crece mi amor y admiración por esta tremenda mujer.

Su padre, un italiano admirador de Mussolini, acérrimo anticomunista, vendedor de vinos. Luchita muy joven es internada en un colegio de niñas. Sufre el desapego y la ausencia de su madre, ésta trabajaba en los Arsenales de Guerra, era una militar administrativa que se enferma tempranamente. Tiene que volver a casa a ayudar con la crianza de sus hermanes menores.

Frente de su casa estaba ubicado el sindicato de trabajadores de Madeco. Los obreros inician un paro exigiendo mayores salarios. Las mujeres, esposas y parejas de los subversivos se agolpan en las afueras del inmueble. En una gran “olla común”, cocinan para los huelguistas. La Luisa las observa desde su casa y empieza a admirarlas… Coopera con comestibles para confeccionar el puchero de los rebeldes. Entre todas sobresale una mujer madura, valiente y con don de mando, se llamaba Elba, era militante del partido Comunista. La Luisa empieza a vivir una transformación y lentamente se va develando la conciencia de clases y el deseo de luchar contra las injusticias. En 1968 ingresa a las filas del PC, se casa con el hijo de Elba, también comunista.

Nacen sus hijos, Luis y Antonio.

En su padre, el italiano admirador de Mussolini, triunfa el amor filial y finalmente acepta los ideales por los cuales con tanto ahínco lucha su hija.

Trabaja infatigable en la campaña presidencial del doctor Salvador Allende.

En 1970 la compañera Stagno es presidenta de las JAP, (Junta de Abastecimiento Popular), de los sindicatos Madeco y Mademsa.

El 11 de septiembre los militares golpistas esperaron a los trabajadores en el interior de la empresa. Se llevan prisioneros a todos los dirigentes sindicales y a un gran número de trabajadores, dentro de ellos a su marido.

Con una leve sonrisa recuerda lo ingenua que fueron las mujeres. Al mediodía del mismo día del golpe, en la plaza Madeco, realizan una concentración denunciando las arbitrariedades. Recuerda la leyenda de uno de los variados carteles que portaban:

“SOLDADO, NO MATES A NUESTROS HIJOS QUE SON HIJOS DEL PUEBLO IGUAL QUE TÚ”.

Acuerdan con sus compañeras seguirles la pista a sus parejas prisioneros. Se dividen y hacen guardia en la FACH, Investigaciones y la Penitenciaría, por supuesto que no obtienen información alguna, es más, arriesgan ser detenidas.

Sus hijos quedan al cuidado de su padre y de Angélica su hermana. Se moviliza por todo Santiago buscando el rastro de su marido y sus compañeros.

Después de unos días le avisan que cuatro civiles armados se han apoderado de su casa. Tienen de rehenes a su viejo padre, su hermana y sus dos pequeños hijos; permanecerán allí, torturando a sus seres queridos hasta que ella se entregue y, la Luisa se va a su casa, sin siquiera dimensionar todavía lo que le esperaba…

Alcanza a ver los rostros compungidos de sus pequeños, éstos corren hacia ella, los esbirros le impiden abrazarlos, le resuenan aún en sus oídos los gritos de sus hijos que la llaman.

La suben a una camioneta sin patente, le vendan los ojos. A golpes la tiran al piso. El vehículo inicia su rauda marcha, curvas, calles de adoquines. La bajan y la llevan a un lugar de baldosines blancos y negros. La despojan de sus aros, anillo de compromiso, una cadena. Sabría después que su primera estadía fue en Londres 38.

Las facciones del rostro de mi amiga no son proporcionales al relato que me hace. Su tranquilidad es sorprendente. Solo su voz es muy baja, como un susurro, habla pausado, con sus verdes azulados ojos clavados en la ventana donde se asoma un gorrión posado en una rama de la buganvillia cargada de flores.

- ¿Qué sentiste cuando te separaron de tus hijos?

- ¿Pensaste que nunca más los volverías a ver?

Mi mente estaba en blanco, siempre supe que tenía que volver…

Prosigue su relato como queriendo por fin vaciar su alma.

Me hacen subir una escalera a patadas, golpes de culata, creo.

 La tiran sobre un camastro. Le aplican corriente en los pezones, en la vagina. Les grita a sus torturadores que tiene cuatro meses de embarazo. Uno de ellos vocifera:

¡Ésta va a viajar!

De nuevo una escalera. Llega a un vestíbulo, hombres y mujeres semi desnudos, amarrados en sus sillas, todos con la vista vendada igual que ella, su vendaje está corrido, lo que le permite ver de reojo lo que sucede en su entorno.

Yo no sabía lo que era la tortura, ni siquiera me la imaginaba.

Agrega la Luchita, como pensando en voz alta.

La suben de nuevo a una camioneta, puede distinguir compañeras y compañeros amarrados con alambres, rostros suplicantes y angustiados. Su destino será ahora el regimiento Tacna. La encierran dentro de un pequeño calabozo. Más corriente en sus genitales, pezones. Pierde la noción de los días, de las noches, del tiempo…

En un camión militar es de nuevo trasladada. El viaje es largo. Cae la noche, el frío es tan intenso como el aroma de los eucaliptus que ella inhala hasta inundar sus pulmones. La introducen en una pequeña barraca de madera. La interrogan, la flagelan hasta que asoma la mañana. Alimenta su espíritu con los delgados rayos del sol que se escurren por las rendijas de las tablas que la cercan. El trinar de los pájaros es una sinfonía para sus perforados oídos. La adentran a un recinto más grande, se entera después que es el casino de los suboficiales del regimiento Tejas Verdes. La desnudan completamente. La amarran de manos, cuello y piernas, nuevamente electricidad en la vagina, pezones, vientre. Son dos sus verdugos, se alternan para darle mayor eficacia a los martirios.

Luchita, ¿Qué pasaba por tu cabeza cuando eras salvajemente lacerada?. Me atrevo a preguntarle tratando de esconder mi espanto.

¡Me decía a mí misma que no iba a morir, que no podía morir y gritaba, gritaba a todo lo que mi voz podía alcanzar, como si fuera a estallar en mil pedazos!

Le queman el abdomen, por el olor cree que, con cera caliente, le extraen con alicates las uñas de los pies. Escucha sus propios alaridos que se confunden con los sonidos guturales de las otras presas y presos que están sufriendo los mismos tormentos que ella. La acusan de ser una de las impulsoras del Plan Zeta, del asalto de la FACH.

Desfalleciente como una muñeca inanimada la tiran a un rincón del barracón. Siente un pesado bulto sobre su mortificado cuerpo. Una respiración animal, la penetran, la violan una, dos, cinco; no sabe cuántas veces, tampoco cuantos esbirros participan en el deleznable acto.

Es llevada a la enfermería, es una carpa en el centro de un amplio patio. Dos o tres mujeres vestidas de riguroso blanco, ajenas a todo el horror circundante la examinan, con muy poco esfuerzo tratan de aplacar las llagas que le cubren toda la extensión de su cuerpo producto de los suplicios a lo ha sido sometida. Le retiran la piel horadada causándole mayores tormentos.

En el mismo patio, desnuda la amarran junto a un poste para que reciba los rayos del sol… Todavía le temo al frío, parece que mi cuerpo no lo tolera. Me dice mi amiga con su sosegada voz desprovista de odio.

Visualiza a otras mujeres prisioneras, recuerda a la Paty Aceituno, a la Lucía Bustamante, hay otros nombres que ya no retiene y tampoco sabe si sobrevivieron como ella.

Es introducida junto a otras y otros prisioneres amarrados con alambres en un camión militar, entre los cautivos está un médico que jamás podrá olvidar, se apellida Manzur. Entre los torturados constata que la Luisa se encuentra en las peores condiciones físicas. Tiene todavía las fuerzas suficientes y la examina, comprueba que el hijo que lleva en sus entrañas está muerto. Manzur cae de rodillas y estalla en un llanto incontrolable:

¡Le mataron a su hijo, le mataron a su hijo! Grita y llora desconsolado contagiando a les demás prisioneres, quienes todavía no pueden asumir el espanto que están viviendo.

La próxima parada de su periplo infernal será la Correccional o cárcel de mujeres. Una maravillosa monja, la sor Catalina la asiste en el aborto que le han provocado los carceleros con sus suplicios.

Encuentra el amor y la solidaridad de las otras cautivas. Entre ellas se cuidan, se contienen, vuelve a recibir amor y cuidados por primera vez desde que es apresada. No olvida el estado deplorable de dos profesoras rapadas, cree que murieron…

Por fin recibe la visita de su padre, de su hermana Angélica, le llevan la foto de sus hijos que la creen hospitalizada.

Es transportada ahora al estadio Chile. Aquí les prisioneres están organizades. Celebran el 1 de mayo. Las mujeres se unen como una sola, se consuelan, curan sus heridas y la de sus compañeros. Les llevan lana para tejer, confeccionan gorros, bufandas, chalecos; todas estas prendas son enviadas a los presos del Norte, donde el frío arrecia.

El capellán en la misa les pide que le den “gracias a Dios por encontrarse con vida”.

Recibe innumerables cartas de familiares y compañeres, las lee mil veces y vuelve a creer en el ser humano, en la verdadera solidaridad, en la vida…

Se reconcilia con el mundo, seguirá viviendo, seguirá luchando por alcanzar la libertad.

Todavía le falta por conocer el campo de tortura y exterminio 3 y 4 Álamos. La encierran en el “chucho”, un hoyo profundo sin más compañía que la oscuridad, el frío le paraliza sus extremidades y los sonidos de un silencio aterrador solo roto por los gritos pavorosos de los mortificados.

Le informan que será liberada por no tener cargos en su contra, antes deberá firmar una confesión donde declara no haber recibido “apremios físicos”. Sus compañeras le hacen una “vaca” para que pueda tomar un taxi.

Sale de 3 y 4 Álamos, todavía recelosa e incrédula piensa que le pueden disparar por la espalda argumentando una fuga. En la avenida Departamental se sube a un auto, piensa que por la hora sus dos pequeños hijos deben estar en el colegio y allá se dirige. La mayoría mujeres en la puerta del colegio esperando la salida de su prole. La reconocen, la mayoría sabía que la Luchita estaba prisionera, el aplauso es cerrado, las expresiones de jolgorio, los gritos de alegría, los abrazos atolondrados.

No olvidará jamás el indescriptible momento en que abrazó a sus dos inocentes hijos.

Siempre supe que sobreviviría, el amor de mi padre, mi hermana, mis dos hijos. La solidaridad de amigues, compañeres; que me esperaron siempre y no abandonaron mi familia.

“Doy gracias a la vida”

La llegada a su casa, la exuberante camelia cargadas de botones a punto de estallar en flores la recibe en el pórtico de su sencillo hogar.

El corretear, los juegos y risas de sus niños, el ladrido de sus perros, la comida exquisita y caliente preparada por su hermana Angélica, el amor de su padre. El dormir en su cama entre sábanas limpias y tibias.

El pavor cuando cae la noche, el miedo a dormirse para luego comprobar que su libertad ha sido sólo un hermoso sueño…

Se dispone a trabajar en la clandestinidad por su partido. Trabaja en la comisión de propaganda, en la distribución de El Siglo para todo Chile y el extranjero. En la noche para combatir el insomnio y cooperar para el puchero de la casa, confecciona prendas de vestir en su máquina de coser que luego serán comercializadas.

La CNI descubre los talleres de la imprenta clandestina. Es detenida nuevamente y acarreada al cuartel Borgoño. Incomunicada, torturada y drogada la sacan a la calle para entregar compañeres. Nombra a les compañeres que sabe con certeza que han sido asesinados.

Es trasladada a la cárcel de San Miguel, condenada a 545 días de prisión. Los cargos: Traslado de material subversivo, transporte de armas. Le aplican la ley de Seguridad Interior del Estado. La defiende los abogados Hiram Villagra y Hugo Gutiérrez. Sale absuelta.

Le cuesta hablar del padre de sus hijos, tan torturado físicamente y mentalmente como ella, también le asesinaron el amor que se profesaban. Después de la liberación de éste nunca más vivieron juntos, se separaron de forma definitiva.

Su cuerpo está lleno de cicatrices, muestra viviente de la barbarie perpetrada por los secuaces de la dictadura cívico militar. También en su alma hay huellas insondables que como mujer no ha podido superar. Nunca más conoció el amor físico hacia un hombre…

La incontenible ternura que ella proyecta la reparte entre sus hijos, nietes, su hermana Angélica, nosotres sus amigues que la amamos y admiramos sin condiciones y sus muches compañeres.

La Luisa Stagno a sus setenta años sigue militando en el Partido Comunista. Como en la historia de los grandes amores en esta tan férrea relación no han faltado las incomprensiones y las deslealtades, pero como en un hermoso final de amor, siempre ha triunfado la invariable lealtad y adhesión que profesa hacia su partido.

Actualmente forma parte de la Corporación 3 y 4 Álamos, su último cautiverio. Allí la conocí, he aprendido a respetarla, amarla en toda su grandeza y sencillez. Sigue trabajando, persiguiendo la esquiva justicia por todes nuestres torturades, desaparecides, asesinades. Para que este ex campo de tortura y exterminio, sea convertido en un Parque de la Paz.

Dejamos de hablar, nos miramos largamente a los ojos. El abrazo, la beso en sus suaves y olorosas mejillas. Las dos de pie nos abrazamos largamente, yo, conteniendo los sollozos, ella, entregándome calma, me dice bajito:

¡Iris, te quiero mucho!

Su declaración de entrega y de una ilimitada amistad, desata mis lágrimas que fluyen a borbotones, me envuelve con sus brazos, soba mi espalda, me contiene sin palabras, no son necesarias…

Ya es tarde, noche. Después de un café con galletas, con Giorgio en su camioneta vamos a dejarla a su casa. La Luisa lo piropea, le dice que cada día lo encuentra más buenmozo. Él le agradece en italiano.

 Creo que fue una declaración de amor, le contesto fingiendo enojo.

Su hermana Angélica la espera en la puerta, nos regaña por lo tarde que es.

Admiro las camelias abotonadas como racimos de estrellas, su hermana vuelve con una tijera y me regala un grueso ramo de ellas.

Nos despiden sonrientes.

¡Se ven tan lindas las dos hermanas juntas! Les grito a través de la ventanilla del vehículo.

Me quedo con las sonrisas de estas dos magníficas mujeres, mientras acaricio mi ramo de camelias;

Y con mi amiga Luisa Stagno en el corazón…

Septiembre, 2013

 El 07 de octubre del 2014, murió Luisa Sano. Con Osiel, estuvimos siempre a su lado, devolviéndole en parte todo el inconmensurable amor que nos entregó. Agradeciéndole a la vida haber gozado de la amistad de esta excepcional muje

IRIS ACEITON VENEGAS