Por: Jorge Sotelo Galgani | Publicado: 06.10.2023 – El Desconcierto
Actualmente, en medio de un proceso de profundización y avance de ciertas reivindicaciones democráticas, la “tontera” intelectual de “achacar” todos los males al Partido Comunista, expresada majaderamente por líderes de opinión conservadores, nacionalistas, religiosos, etc., y ampliamente difundidas por los medios de comunicación afines a sus intereses, nos debiera llamar la atención y preocuparnos, ya que la insistencia, reiteración y pertinacia, más se asemeja a una campaña de propaganda, que a opiniones en el marco de la legítima libertad de expresión.
La “tontera” intelectual de achacar al Partido Comunista de Chile todas aquellas cuestiones que afectan o amenazan a los sectores conservadores y neoliberales, en realidad muestra una simpleza intelectual, por no decir ignorancia, de quienes repiten, sin ningún fundamento, acusaciones o denuncias torpes y/o infundadas, respecto al accionar y quehacer del PC.
Frases como “el Gobierno ha cedido al mundo más radical, el Partido Comunista” dichas por Francisco Undurraga, panelista de Tolerancia Cero , o Javier Macaya espetándole al Gobierno respecto a la Ley de Usurpaciones “No sean el vagón de cola del Partido Comunista”; el asesor Patricio Fernández, refiriéndose a su salida diciendo “Creo que lo incómodo para el Partido Comunista es mirar hacia adelante”; el diputado UDI Guillermo Ramírez, refiriéndose a la conmemoración de los 50 años del Golpe Civil Militar, declarando que “el Partido Comunista le terminó doblando la mano al Presidente e imponen una visión de lo que se debe hacer para esta conmemoración y eso es muy grave». En fin, podríamos llenar páginas de citas de muchas “personalidades” que no resisten a la tentación de achacarle al Partido Comunista culpas y acciones sobre lo humano y lo divino.
Y es que el tema del anticomunismo en Chile no es un hecho menor o nuevo. En efecto, se vienen repitiendo monsergas anticomunistas durante gran parte del siglo XX y hasta nuestros días. Es más, el año 1964 es sindicado como el año en que el “discurso” anticomunista tiene uno de sus momentos de mayor exposición pública, de la mano de un enorme y bien financiado dispositivo propagandístico que se conoció entonces y hasta hoy con el nombre de “campaña del terror”.
Es en ese año en que el gobierno de EEUU concentró importantes recursos, en impedir que el socialista Salvador Allende concretara lo que en la elección anterior (1958) estuviera a 30.000 votos de lograr, el ascenso de un declarado marxista a la primera magistratura del país, cuestión que muy a su pesar, no pudo impedir 6 años después, cuando Salvador Allende y la coalición de la Unidad Popular logra la primera mayoría y con ello, hacerse de la presidencia de Chile.
Pasados casi 60 años de esa feroz campaña del terror del año 1964, donde se apeló principalmente a los miedos socialmente compartidos ante un futuro presentado como amenazante y significó una exposición masiva y prolongada de todos los chilenos a las “consecuencias fatales” que tendría para su vida personal, familiar y social y para sus creencias y adhesiones religiosas, el advenimiento de un gobierno socialista, los mismos sectores que fueron los orquestadores y difusores de esa campaña, pretenden ahora reeditar los esfuerzos y recursos utilizados el año 1964, ahora con el auspicio de los grandes empresarios y grupos económicos chilenos, conocidos como los poderes fácticos, que se vuelven a alinear para financiar y orientar una nueva campaña del terror y a partir de ello, achacar a “los comunistas” todos los males.
En estos días, en que hemos conmemorado los 50 años del Golpe Civil-Militar de 1973, no debemos dejar de recordar que la instauración de la dictadura militar de Augusto Pinochet, basó parte importante de su “legitimidad” en una radical versión del anticomunismo nacionalista y conservador. Es así como quienes se hicieron del poder ese 11 de septiembre de 1973, no tardaron en hacer referencia a que su intervención había salvado al país de convertirse en un régimen marxista, idea que repetirán incesantemente a lo largo de los 17 años que duró la dictadura.
Esas definiciones fueron acompañadas por acciones concretas, que llevaron a la generación de una intensa represión política que se inició junto con la dictadura militar y que tuvo como principal objetivo todo el espectro de los partidos y organizaciones políticas, especialmente aquellos de izquierda y en ocasiones al centro político, pero principalmente al Partido Comunista, a quienes pretendía exterminar. Este oscuro período de nuestra historia está marcado por la definición del anticomunismo, como una virtual política de Estado.
Actualmente, en medio de un proceso de profundización y avance de ciertas reivindicaciones democráticas, la “tontera” intelectual de “achacar” todos los males al Partido Comunista, expresada majaderamente por líderes de opinión conservadores, nacionalistas, religiosos, etc., y ampliamente difundidas por los medios de comunicación afines a sus intereses, nos debiera llamar la atención y preocuparnos, ya que la insistencia, reiteración y pertinacia, más se asemeja a una campaña de propaganda, que a opiniones en el marco de la legítima libertad de expresión.
Debemos tener más presente las definiciones que hace Jean-Marie Domenach sobre la propaganda, como “la tentativa organizada que busca influir y dirigir la opinión, los comportamientos y las actitudes fundamentales de los individuos en una sociedad”. Para esto no se orienta ni a la razón ni a la verdad informativa, sino que, haciendo uso de diversos medios dirigidos al ámbito irracional y a la tergiversación de la realidad, se concentra y orquesta para movilizar a las grandes masas de la población.
La propaganda política, en este sentido, es una verdadera “arma” de control y subyugación, la antítesis misma de la educación, una verdadera “voluntad de conversión, de conquista y de explotación al servicio de doctrinas e ideologías que buscan imponerse en la sociedad”. Esta definición, a más de alguno, nos representará lo que nos ha estado pasando como sociedad en los últimos años, especialmente en torno a la influencia, manipulación y obstrucción de algunos hitos republicanos fundamentales para el avance y profundización de la democracia en nuestro país.