EFECTO MACAYA: ¿ES LA HORA DE QUE MATTHEI RENUNCIE A LA UDI?

Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor – El mostrador - 29 julio, 2024

Cuesta entender, respecto de un senador con experiencia y en un partido con trayectoria, que debe tener asesores políticos, de imagen y de comunicaciones, que nadie haya sido capaz de aconsejarle, primero, que NO fuera a la entrevista, considerando lo reciente de la sentencia.

Terremoto. Esa es la palabra que refleja lo que ha vivido la UDI a partir de la crisis desatada por el expresidente del partido, Javier Macaya, cuando este salió a desacreditar las pruebas con que condenaron a su padre por abusos sexuales. Por cierto que se puede entender que una persona, por más senador que sea, exprese su afecto por el padre. Distinto es concurrir a un programa de televisión y cuestionar las pruebas que acreditaron las aberrantes conductas de su progenitor, argumentando que habían sido “editadas” y no habían contado con su consentimiento. Esto es tan burdo como que una persona grabada por cámaras de seguridad en un mall, asaltando una joyería, reclame que la cinta no es válida porque no contó con su aprobación…

Partamos por el hecho político. Macaya comprometió la posición de la UDI al tomar partido en un delito grave, que tiene una alta sensibilidad pública en momentos en que vienen las elecciones municipales y de gobernadores. Lo cierto es que la renuncia al partido fue no solo tardía, sino que también volvió a traer al presente una estela que ha acompañado al gremialismo desde hace décadas por su apoyo irrestricto a Paul Schäfer –Hernán Larraín se convirtió en una especie de “defensor” del abusador–, pese a que en ese entonces ya eran públicas las barbaridades cometidas contra menores –además de las violaciones de los derechos humanos– en la tristemente recordada Colonia Dignidad.

También en las RRSS se recordó a los dirigentes de la UDI que cerraron filas –diciendo hasta que ponían las manos al fuego– con Karadima e, incluso, se hizo alusión al caso de un exsenador que se le vinculó a abusos sexuales, pese a que después fue descartado. No hay peor estela que esa que te persigue y facilita que la gente establezca todo tipo de asociaciones. Incluso con aquellas que no fueron ciertas, como el caso Novoa. El peso de tu comportamiento histórico es más fuerte.

Cuesta entender, respecto de un senador con experiencia y en un partido con trayectoria, que debe tener asesores políticos, de imagen y de comunicaciones, que nadie haya sido capaz de aconsejarle, primero, que NO fuera a la entrevista, considerando lo reciente de la sentencia. O bien entrenar al senador Macaya para salir jugando frente a una pregunta que, por supuesto, iniciaría la entrevista.

En segundo lugar, el error de Javier Macaya trajo a la agenda pública un hecho que provoca irritación en la población: la desigualdad y el desbalance del poder. Para desgracia de la UDI, la asociación entre la desigualdad y la colectividad se remonta a las clases de ética de los Penta. Con este caso solo se agudizará. La sentencia a Eduardo Macaya dejó en evidencia que hasta entre los delincuentes existen chilenos de primera y segunda categoría. El pago de fianza millonaria, la cautelar de arresto domiciliario, la baja sentencia en un delito de máxima gravedad, escuchar la lectura del fallo desde su fundo por Zoom, son demostraciones concluyentes.

Para colmo, la puesta en escena del primer ingreso del condenado a la cárcel quedará como un ícono del peso del poder. Entrando en su camioneta, con maletas, sin esposas al recinto penitenciario, en el que estuvo en una sala VIP con baño privado, en la enfermería, para volver a su fundo pese a su situación de condenado. La verdad es que logró irritar a la opinión pública. Aún estamos esperando que el Presidente Boric les pida la renuncia al director nacional de Gendarmería y al alcaide del recinto, porque se puede criticar al Poder Judicial, pero el Ejecutivo también contribuyó a este escándalo.

Pero si hubo alguien que salió perjudicada de este episodio fue Evelyn Matthei. Pese a que la alcaldesa estuvo correcta separando aguas con Macaya –las RRSS recuperaron videos e imágenes previas de ambos abrazados y sonrientes– y su partido, después de la malograda entrevista, el costo fue alto y las consecuencias podrían ser impredecibles para su campaña, más aún si se llega a comprobar el rol activo que habría tenido el senador en la defensa de su padre.

Aunque la alcaldesa tuvo un rol importante en la caída de Javier Macaya, advirtiéndole a su entorno que saldría a defender a las víctimas y a criticar la performance del presidente de su partido, lo cierto es que el episodio deja dos reflexiones que el equipo de Matthei debería considerar.

La primera es que una campaña tan anticipada tiene riesgos altos. Sostener casi dos años de exposición como abanderada implica graduar los temas en que se interviene, los momentos en que conviene acelerar y frenar e, incluso, la oportunidad de estar en la agenda o replegarse. Ser “candidata permanente” es un riesgo en sí mismo e implica un fuerte nivel de desgaste. No lo sabrán Daniel Jadue y Joaquín Lavín, quienes, en el proceso electoral anterior, figuraban a esta misma altura no solo despegados en todas las encuestas, sino que se les daba además como fijos en la papeleta de segunda vuelta de 2021.

Pero quizás el riesgo mayor para Evelyn Mattei está en su propio partido. La UDI viene en declive desde hace un tiempo y vinculada a problemas. Recordemos que, en las primarias de hace unos meses, Renovación Nacional arrasó, despojando al gremialismo de comunas emblemáticas, como Lo Barnechea.

El episodio Macaya debería hacer reflexionar a la alcaldesa y su equipo de que tal vez llegó la hora de liberarse de la UDI y poder seguir así en esta competencia, alejándose de ese riesgo e, incluso, abriendo la posibilidad de que muchos electores, que ven su figura con buenos ojos, pero que por historia jamás estarían dispuestos a votar por una candidata de la UDI, pudieran evaluar su opción. Claro, siempre y cuando Evelyn se abra a una agenda más de centro, más liberal y menos dogmática. Eso que hoy, precisamente, no es la UDI.