By Hugo Latorre Fuenzalida 7 septiembre, 2024 - El Clarin Chile
La Pest fue escrita por Albert Camus, filósofo francés, por allá por 1947. En esta magnífica obra el autor intenta enviar un mensaje a la humanidad de postguerra acerca de la fragilidad de la vida, la que se ve, de pronto, arrasada por amenazas inesperadas y otras provocadas por causalidad puramente humana. El descontrol de la epidemia aflige a toda la humanidad y no cabe más que sufrir en soledad el miedo existencial, al que se le agrega como terapia el aislamiento y las medidas coercitivas respectivas.
En este aguerrido Chile del 2024 sufrimos una especie de PESTE. Ya no es la del Covid 19, de la que salimos bastante estropeados, sino que la peste de los “AUDIOS 2022”. Este mal parece propagarse a toda velocidad y con extensión indiscriminada. Todos son vulnerables al mal: empresarios, políticos, palestinos, judíos, chilensis de alcurnia, de derecha , centro y de los que se llaman de izquierda; también de otras etnias o razas. Pero donde se ensaña la PESTE es con la derecha política y empresarial (que son gemelos consanguíneos). Ahí, en esa pléyade de traficantes de la economía y el poder, pareciera que el mal se concentra y agudiza hasta el extremo del espanto.
Esas puertas residenciales de la derecha están siendo marcadas como en los progromos judíos de la Europa antigua. Luego de la marca viene el vacío o la aniquilación, la muerte del “prestigio” y honorabilidad, punto bien resguardado a fuerza de publicidad bien rentada y de abogados lobbystas de alta gama, más la connivencia cómplice de esas capas arribistas que con tal de escalar permiten que se viole todo, hasta el pudor, el honor y la decencia.
Como Pedro la noche del arresto, niegan tres y más veces haber sido amigo del procesado, ese que creyó estar a la derecha del PODER. Pero el gallo cantó tres veces y los amaneceres se vuelven tormenta diaria. ¿Cómo eludo este desastre?. No es ahora tan fácil, como eludir boletas y facturas para joderse al público interés. Ese OGRO del Estado y la desbalanceada JUSTICIA se han escapado de las manos, esas benditas manos que nos protegían desde que el dictador anuncio urbi et orbi que se debía “cuidar a los ricos”. Ahora, en cambio, parece que el roterío, los de a pie, los perdedores y resentidos han adquirido ventaja y van por la venganza. Los pudimos parar el 4 de septiembre y acabar con sus ínfulas reivindicativas. Pero ahora se ha vuelto más desafiante, pues se quieren meter ya no en las leyes, sino en nuestras cuentas bancarias, en nuestros secretos bien guardados; es como meterse a la alcoba en la noche de bodas.
Esta Peste es corrosiva, está traumando a toda la gran familia del poder, nuestras esposas e hijos ya están sufriendo crisis de pánico: no se atreven ni a ver las noticias. Nuestra querida y amistosa TV, de pronto se ha vuelto un gabinete de tortura, una especie de Mamo Contreras que nos señala y acusa, como el dedo de Lagos, que nos persigue y amenaza, como esos sicarios, que ahora son los fiscales y jueces desubicados, que no caen en la cuenta de con quienes se están metiendo.
Esta PESTE debe ser tratada con severidad máxima. Vamos a proponer a nuestro vasallos del Parlamento que decreten estado de excepción, de sitio o de guerra en todo el país. En los 70 eso nos dio estupendos resultados. Durante 50 años hemos vivido en una especie de OASIS y no permitiremos que nos manden al desierto, como peregrinos bíblico. La PESTE debe ser sofocada y en eso no escatimaremos recursos. Para eso hemos ganado el poder: “TENDREMOS TODO EL POWER”, exclamó el abogado Hermosilla, al referirse a la llegada al poder del candidato Piñera.
Ese mismo abogado que debió pasar por el purgatorio de la cárcel “Santiago I”, de lo cual el hermano defensor culpa al presidente Boric, como lo hace el hábil cerdo que gusta de tirar mierda para todos lados y en ese mierdero todos quedan confundidos.
Bueno, la canción dice que para subir al cielo se necesita una escalera larga y otra cortita. La larga la tuvieron por cincuenta peldaños, pero parece que les falló la cortita.
Hugo Latorre Fuenzalida.
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