Por : Álvaro Ramis Olivos Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC). – El Mostrador - 10 de Noviembre 2024
Más allá de elegir a un gobernador, esta elección es un plebiscito sobre nuestro compromiso con el bien común. ¿Estamos dispuestos a priorizar la cordura, el diálogo y la empatía sobre la polarización? Cada voto cuenta.
La oposición ha planteado la segunda vuelta en la elección del GORE metropolitano como un plebiscito a la gestión gubernamental. Pero más conveniente es imaginarla como un plebiscito a la cordura de nuestra sociedad. Es una consulta que puede operar como un sensor de la disposición colectiva hacia el diálogo, la empatía, y el reconocimiento de la humanidad en el otro. En este plebiscito, cada voto representa una esperanza de que, a pesar de los retos y las diferencias, aún existe una voluntad compartida por mantenernos unidos, centrados en la comprensión y la sensatez.
En tiempos recientes, hemos sido testigos de una creciente polarización, de decisiones impulsivas y de un aumento en los niveles de estrés y ansiedad colectiva. La información falsa y la manipulación emocional se han convertido en herramientas comunes en el debate público, erosionando la confianza y la sensatez que deben guiar nuestras acciones.
Por eso, entre Orrego y Orrego hay una distancia relevante, una trayectoria muy diferente que no se puede soslayar.
Lo que se somete a consulta pública no sólo son decisiones políticas o de gobernanza, sino los valores fundamentales y la sensatez colectiva que sustenta nuestro orden social. Esta elección es un plebiscito sobre nosotros mismos, un ejercicio único de reflexión, donde no sólo se trata de elegir entre alternativas políticas o de gestión, sino los valores fundamentales y la sensatez colectiva que son el sustento de nuestro orden social. Es ocasión para revisar y reafirmar principios, valores de convivencia y formas de ser y estar en comunidad. Es una votación que invita a cada cual a confrontar su rol en la sociedad, cuestionando si sus actos y pensamientos contribuyen o no al bienestar compartido.
Este es el plebiscito al que nos enfrentamos. No busca medir la popularidad fácil de dos líderes políticos, sino evaluar el estado mental y emocional de nuestra colectividad, y en consecuencia, la racionalidad de nuestras decisiones. Nos invita a mirarnos al espejo colectivo y a cuestionar si estamos tomando el camino del bien común o de la polarización y el antagonismo. Es un llamado a la responsabilidad compartida y a la construcción de un futuro más sensato y equilibrado.
¿Sería posible, en un momento de creciente radicalización y fragmentación, que la sociedad entera votara en favor de la cordura? Algunos apuestan a las descalificaciones Sin Filtro. La otra alternativa es elegir la trayectoria probada y sobre todo, el respeto a las diferencias y la capacidad de llegar a pactos de largo plazo en política.
Más allá de los desacuerdos, las ideologías o las diferencias de clase, este plebiscito a la cordura pone sobre la mesa preguntas esenciales: ¿Nos hemos vuelto indiferentes ante el sufrimiento ajeno? ¿Seguimos reconociendo la dignidad del ser humano? ¿Nos importa construir una sociedad justa y equitativa, o sólo buscamos el beneficio individual? Estas preguntas apelan a lo mejor de cada ciudadano y buscan hacer visible un consenso básico, uno que permita sostener la paz y el respeto mutuo como puntos de partida.
Más allá de elegir a un gobernador, esta elección es un plebiscito sobre nuestro compromiso con el bien común. ¿Estamos dispuestos a priorizar la cordura, el diálogo y la empatía sobre la polarización? Cada voto cuenta.
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