Rodrigo Mundaca celebra el triunfo en la Plaza Victoria de Valparaíso.
Por El Clarín de Chile 25 noviembre, 2024
Las recientes elecciones para gobernadores regionales en Chile marcaron un respiro para la coalición gobernante de Gabriel Boric y dejaron a la derecha con un desempeño decepcionante. Con ocho de las 16 regiones en manos de la izquierda y la centroizquierda, el gobierno recupera ánimo frente a un escenario político que parecía adverso. Este resultado, además, refuerza el peso de las regiones más pobladas, como la Metropolitana y Valparaíso, que ahora están alineadas con sectores progresistas.
Resultados contundentes en las principales regiones
La elección en la Región Metropolitana destacó por la reelección de Claudio Orrego, un político experimentado, quien derrotó con un margen de nueve puntos a Francisco Orrego, abogado y panelista de televisión conocido por su retórica agresiva. En su discurso de victoria, Claudio Orrego subrayó que esta elección representó un triunfo del diálogo y la moderación sobre la polarización.
En la Región de Valparaíso, el panorama fue incluso más claro. Rodrigo Mundaca, del Frente Amplio, arrasó con más de 25 puntos de diferencia sobre María José Hoffmann, figura tradicional de la UDI, consolidando una tendencia que favorece discursos progresistas y una agenda ambiental.
En contraste, en la Región del Biobío, Sergio Giacamán, de la derecha tradicional, obtuvo una victoria contundente frente a Alejandro Navarro, candidato de una izquierda fragmentada. Esta diferencia en los resultados refleja que las dinámicas regionales pueden variar ampliamente, aunque el mensaje general fue claro: los discursos extremos y descalificadores no encontraron eco significativo entre el electorado.
Un golpe para la derecha y un respiro para el gobierno
El Partido Republicano, liderado por José Antonio Kast, sufrió un revés significativo al no conseguir ninguna gobernación de las 14 por las que compitió. Este fracaso se suma a una narrativa en la que sectores de la derecha intentaron presentar estas elecciones como un plebiscito sobre el gobierno de Boric, una estrategia que resultó contraproducente. Por su parte, la Democracia Cristiana, partido tradicional en permanente caída, salió aún más debilitada, al perder las cuatro gobernaciones que controlaba previamente.
La politóloga Marta Lagos analizó los resultados en redes sociales, señalando que las derrotas de candidatos como María José Hoffmann y Francisco Orrego reflejan el agotamiento de un estilo político basado en la confrontación y los discursos violentos. Según Lagos, el voto obligatorio está configurando un nuevo panorama político que castiga a quienes no logran conectar con las necesidades y demandas de la ciudadanía.
Proyección hacia 2025
A pesar del revés que sufrió la derecha en estas elecciones regionales, las encuestas muestran que figuras como Evelyn Matthei, de la UDI, y José Antonio Kast siguen liderando las preferencias de cara a las presidenciales y parlamentarias de 2025. Sin embargo, el oficialismo aún tiene margen para consolidar su posición. La reactivación económica, avances en políticas sociales y una narrativa cohesionada podrían ser clave para definir los próximos comicios.
El politólogo Octavio Avendaño, en una columna para El País, destacó que estas elecciones reflejan la competitividad política de Chile. Si bien la derecha logró sumar ciertos apoyos, como los de sectores juveniles más desafectos en el caso de Francisco Orrego, su estrategia agresiva y polarizadora no logró convencer al electorado más amplio.
El camino hacia La Moneda sigue abierto
El resultado de estas elecciones confirma que las parlamentarias y presidenciales de 2025 no están definidas. La coalición de gobierno aún tiene tiempo para construir una propuesta sólida y reconectar con los sectores que se han mostrado críticos. Mientras tanto, el triunfo en las regiones más visibles otorga al oficialismo un importante respiro político y una oportunidad de fortalecerse frente a una derecha dividida y en busca de estrategias más efectivas.
En un escenario político tan incierto, las recientes elecciones dejaron una lección clara: los discursos extremos y violentos no solo no movilizan, sino que, en muchos casos, resultan en derrotas electorales.
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