Marcelo Mella Polanco - Académico del Departamento de Estudios Políticos Usach - 16 Julio 2025 – UTE NOTICIAS
El impacto de la primaria oficialista reveló la persistencia de la crisis política en Chile más que un impulso para la superación de la esclerosis actual del sistema. Bajo este contexto, se observa una clase política con escasa capacidad de conducción. En la última Encuesta CEP de mayo-junio 2025, ningún partido político en Chile superó el 5% de identificación, mientras un 65% respondió que no se identificaba con ninguno, reflejando la desconexión e incongruencia entre oferta y demanda.
Una democracia con alta atomización de las fuerzas políticas no es sustentable en el largo plazo, salvo que surja un gobierno con capacidad para someter el faccionalismo de los grupos de poder del establishment partidario. La historia política chilena se encuentra marcada por un movimiento pendular entre el hiperpresidencialismo y la fragmentación partidaria. La alternativa de equilibrio frente a estos dos extremos del autoritarismo y el multipartidismo extremo (más de 6 partidos) para nuestro país han sido los gobiernos de coalición.
La falta de capacidad de los gobiernos de coalición durante la última década para superar la crisis es resultado de la hiper-fragmentación partidaria y con gobiernos minoritarios (elegidos en segunda vuelta) que se manifiesta por tres trastornos de la clase política que deterioran su capacidad de conducción y autorregulación.
Por el lado de la oposición de las derechas, se observa la profundización de las fracturas ideológicas y estratégicas entre Chile Vamos, Republicanos y Libertarios, con un deterioro de la coordinación entre estos tres espacios. La persistencia del aislacionismo con predisposición no cooperativa se asemeja a un comportamiento de “patrones amurrados” que transforma la fuerza en debilidad en la oposición por resentimientos personales entre sus principales caudillos.
El escenario proyectado por Silla Caliente y Stream Data con la izquierda unida y la derecha fraccionada arroja 87 escaños para el espacio político oficialista, 47 escaños para Chile Vamos y 21 escaños para la Nueva Derecha (87 escaños oficialismo vs 68 escaños oposición). Una política de patrones resentidos, amurrados y no cooperativos no solo constituye una mala vecindad que debilitará un hipotético gobierno de la oposición.
La estrategia de las listas separadas para las elecciones legislativas explica no solo por qué la oposición ha sido incongruente durante el gobierno de Boric, sino también anuncia similares dificultades a las del actual oficialismo para actuar de manera orgánica. En estos casos, la política de los “patrones amurrados” constituye una efectiva forma de transmutar fuerza en debilidad y evaporar la ventaja electoral del sector.
Por el lado del centro político, el personalismo exacerbado ha conducido a la construcción de espacios irrelevantes en la movilización electoral y a organizaciones que caben dentro de un ascensor como Demócratas y Amarillos. Para estos microespacios resulta inviable una alianza con el FA y PC por los excesos identitarios o clasistas que ello supone. Sin embargo, el aspecto de pequeño club aspiracional de estos micro partidos los lleva a caer en los mismos problemas que rechazan.
De este modo, desde el lado de la oferta, el centro político ha perdido funcionalidad en un sistema de partidos que solo consigue construir mayorías circunstanciales en base a la gestión de la polarización afectiva. Desde el lado de la demanda, la última encuesta del CEP ha mostrado que no existe vaciamiento del centro, sino solo un problema de oferta. En este estudio, 39% de los encuestados se auto ubican en el centro, mientras 25% NS/NR, 19% en la derecha y 16% en la izquierda.
En ese contexto, el vaciamiento de la oferta de centro ocurre cuando las organizaciones partidarias renuncian a su función de intermediación y a un proyecto mayoritario. El resultado último de esto para el conjunto del sistema político será el debilitamiento de actores de intermediación que consigan mantener bajo control el impulso a la polarización de los partidos extremos y favorecer el buen gobierno.
En el caso del oficialismo, el patrón conductual ha sido el de pequeños partidos que se auto perciben como organizaciones más grandes de lo que realmente son en la actualidad. Habitualmente aparece una retórica que alardea de los logros y la superioridad moral, en un presente de pequeñas organizaciones que podrían quedar en el margen con una “barrera umbral”, incluso por debajo del 5%.
Las primeras consecuencias de esta patología dismórfica en Apruebo Dignidad aparecieron durante el primer año de gobierno de Boric cuando el oficialismo no asumió su condición de bloque minoritario en el Congreso y las restricciones que ello conllevaba para el cumplimiento del programa presidencial.
Pero esta dismorfia no ha sido solamente un problema de partidos jóvenes como el FA, pues el propio Socialismo Democrático padeció del mismo síndrome. Los errores reiterados del PS en la selección de las candidaturas presidenciales, así como el exceso de confianza de los fácticos de siempre en el PPD chocan con la realidad de dos partidos en procesos de desnacionalización. Entre 2009 y 2021 el PS cayó en votación de diputados desde 10% a 5,4%, mientras el PPD disminuyó su votación desde 12,6% a 3,8%.
Estos tres trastornos de la clase política, aunque con variantes, corresponden a perturbaciones dismórficas que afectan la racionalidad de partidos que atrapados entre reglas del juego que exacerban la fragmentación y su autopercepción alejada de la realidad, abren camino en el corto plazo a salidas personalistas frente a la crisis.
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