La Novena Columna
CHILEINFORMA- MONTREAL ·
César Carrasco · Administrador Experto del grupo en Escritura
- La eventual derrota de Evelyn Matthei no sería sólo la caída de una candidata, sino el certificado de defunción de la derecha que nació bajo la sombra del dictador y nunca logró reinventarse.
- La derecha chilena está presenciando su propia autopsia en tiempo real. Durante décadas, esa derecha nacida al alero de los años setenta y ochenta (la de los uniformes y los dogmas de Jaime Guzmán) se sostuvo en la promesa de continuidad, en la fe casi teológica de que el país debía agradecerle su “modernización” económica y su “orden institucional”.
- Evelyn Matthei, símbolo viviente de esa generación, representa la última heredera de un linaje que confundió experiencia con vigencia, apellido con liderazgo, y memoria con destino.
- Matthei encarna a la derecha que creyó que bastaba con administrar el modelo para conservar el poder: Su biografía política es, en sí misma, una síntesis de la transición: hija de un general de la Junta, militante disciplinada de la élite conservadora, ministra, senadora y alcaldesa.
- Todo en ella parece remitir a esa época en que la UDI y RN dominaban con discursos moralistas, mientras cuidaban con celo el legado de los "Chicago Boys".
- Pero los tiempos cambiaron: Hoy, esa épica de la gobernabilidad y el crecimiento perdió la gramática del futuro.
- La "derecha ochentera" se extinguió, no porque haya sido derrotada por la izquierda, sino porque fue desplazada por sus propios herederos.
- Kast y Kaiser representan el síntoma de una mutación: la derecha radical y digital, sin complejos ni mediaciones, que se alimenta del resentimiento y del algoritmo.
- Esa nueva derecha no busca legitimarse en la historia, sino incendiarla. Frente a ella, Matthei aparece como "un vestigio", un "eco institucional" que intenta sobrevivir en un país que ya no
- reconoce los códigos de su generación.
- La derrota de Matthei (si se confirma en las urnas) será mucho más que el fracaso de una candidatura: será el colapso simbólico de una era.
- "Chile Vamos", conglomerado que reúne a la UDI, RN, Evópoli y los desahuciados "amarillos" y "demócratas", se parece más a un club de jubilados que a una coalición política.
- Sus líderes orbitan entre la nostalgia y la irrelevancia, incapaces de leer que la mitad del país nació después de 1988, y que para ellos Pinochet, Allende y la transición son nombres de archivo, no heridas ni banderas.
- Esa derecha que alguna vez se creyó inevitable hoy enfrenta el juicio del tiempo: no supo renovarse, no entendió a las nuevas generaciones, ni ofreció un proyecto que trascendiera la defensa de un modelo económico fatigado.
- En su lugar, aparecieron figuras que manejan TikTok mejor que los conceptos de democracia liberal, pero que entienden algo esencial: la política del presente se juega en la emoción, no en el currículum.
- Andrés Allamand, Joaquín Lavín, Pablo Longueira y tantos otros que dominaron los noventa y los 2000 se diluyeron entre juicios, embajadas, conferencias o silencios cómodos.
- Son el recordatorio de que la hegemonía también envejece. Y así como la Concertación tuvo su funeral en 2017, la derecha post dictadura se aproxima al suyo.
- Chile no se ha "derechizado", como algunos analistas apresuran en decir; simplemente ha cambiado de piel: La sociedad que emerge no busca "tutores morales" ni "guardianes del orden", sino respuestas concretas a sus inseguridades y anhelos.
- Y en ese nuevo tablero, la derecha ochentera no tiene discurso, ni rostro, ni alma. El ocaso de Evelyn Matthei, si se consuma, será el cierre de un ciclo histórico: el fin de la derecha que nació con el toque de queda y murió en las redes sociales.
- Su legado, como tantos otros, será una advertencia: ningún poder, por consolidado que parezca, sobrevive a su propia incapacidad de transformarse.
phc
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