| Marcelo Mella Polanco - Académico de la USACH – 17-11-2025 APUNTES POLITICOS |
Los resultados de la elección presidencial y parlamentaria en Chile realizadas el pasado domingo 16 de noviembre revelan un reordenamiento profundo del sistema político y una transformación de las bases electorales tradicionales. El país arriba a esta contienda tras un ciclo de alta inestabilidad institucional -dos procesos constitucionales fallidos, deterioro de la confianza pública y una agenda condicionada por la inseguridad y el estancamiento económico-, lo que convierte a esta elección en un hito para observar las tensiones estructurales del modelo político chileno.
El desenlace de la primera vuelta presidencial, con Jeanette Jara (26,8%) y José Antonio Kast (23,9%) como los dos candidatos más votados, confirman que la política chilena ha dejado atrás el predominio de las coaliciones de centroizquierda y centroderecha que determinaron la competencia electores desde los años noventa. En su lugar, emerge una dinámica polarizada, con liderazgos que apelan a electorados movilizados por la desconfianza en las élites, la urgencia en materia de seguridad y una evaluación crítica del desempeño del gobierno de Gabriel Boric.
Gráfico 1: Resultados elecciones Presidenciales Chile 2025 (1° vuelta)
Fuente: SERVEL Chile. https://elecciones.servel.cl/
El desempeño de Jara, quien obtuvo un porcentaje inferior a la base de apoyo del actual gobierno (31%-34%), muestra que su candidatura no logró expandirse más allá del núcleo duro del oficialismo. Si bien consolidó los votos de los partidos de izquierda -Partido Comunista, Frente Amplio y Partido Socialista-, su techo electoral quedó limitado por la percepción ciudadana de que el gobierno saliente no logró encauzar la crisis de seguridad ni reactivar la economía.
Una parte significativa del electorado interpretó esta elección como una evaluación del desempeño gubernamental en áreas críticas de política pública como seguridad ciudadana, control migratorio, crecimiento económico y consolidación fiscal. La incapacidad del gobierno de mostrar resultados contundentes en esos ámbitos debilitó las posibilidades de expansión de Jara y dejó espacio a narrativas que asocian al oficialismo con improvisación, excesiva ideologización e incapacidad en la gestión gubernamental. Esto anuncia que la segunda vuelta se perfilará aún más, como un juicio sobre el ciclo político iniciado en 2022, más que una disputa programática orientada al futuro.
Por su parte, el candidato del Partido Republicano José Antonio Kast (23,9%) obtuvo el segundo con una votación próxima a la proyectada por las encuestas (20%-23%), beneficiado por un contexto que favorece las propuestas de orden, control territorial, fortalecimiento de la persecución penal y agendas duras en migración. Su consolidación se explica no solo por su arrastre personal y una campaña bien diseñada, sino también por el declive de la derecha tradicional representada por la candidatura de Evelyn Matthei, quién llegó en quinto lugar en el conteo general con 12,5% de la votación. También explica que Kast estuviera en el margen de lo estimado por los sondeos, que la tercera candidatura del sector, Johannes Kaiser, con una votación de 13,9% no consiguiera amenazar la posición del Republicano.
La sumatoria de las tres candidaturas de las derechas suman 50,5% por lo que, si bien el balotaje continúa manteniendo cierta incertidumbre, los costes de la negociación para constituir la nueva coalición serán menores a los costes de mantenerse en sus caminos propios para Chile Vamos (Matthei) y Nacional Libertarios (Kaiser). En ese sentido, es claro que la opción más probable para triunfar en llegar a la Presidencia es la de Kast en marzo de 2026. Chile, en este sentido, pasa a formar parte de una tendencia regional en la que la derecha radical gana tracción -como refleja el caso argentino-, aunque con particularidades institucionales que moderan parcialmente sus efectos.
Uno de los rasgos más relevantes de esta elección es la ruptura del mapa electoral tradicional. Sectores populares y de clase media baja, históricamente vinculados a partidos de izquierda, se desplazaron hacia liderazgos como el de Kast y Franco Parisi. El voto a Parisi (19,6%), significativo en comunas C3, D y E, representa un electorado crítico del modelo de desarrollo, precarizado laboralmente, con baja confianza en la política y resentido por la percepción de trato injusto del Estado. Este grupo, altamente influenciado por la comunicación digital y las promesas de eficiencia económica, constituye un voto volátil que puede inclinar la balanza en la segunda vuelta. Su inclinación hacia discursos antipolítico o tecno populistas revela la erosión de la intermediación partidaria y el debilitamiento de las identidades políticas tradicionales.
El análisis territorial también muestra quiebres importantes. Kast y Parisi obtuvieron votación importante en zonas afectadas por la delincuencia y el narcotráfico urbano, así como en regiones del norte donde el impacto migratorio ha generado fuertes tensiones sociales. El sur del país, marcado por el conflicto de violencia rural en la Araucanía y el cansancio frente a los estados de excepción prolongados, también se inclina hacia agendas más securitarias. Jara, en cambio, mantiene el apoyo en la Región Metropolitana de Santiago, especialmente en comunas con mayor presencia de trabajadores del sector público, jóvenes politizados y electorados alineados con causas progresistas. No obstante, su desempeño en regiones fue más débil, con la excepción de Valparaíso, lo que pone de relieve las dificultades del oficialismo para reconstruir vínculos territoriales más allá de su base sociocultural tradicional.
A nivel de las nuevas correlaciones parlamentarias, las dos listas de derecha sumaron 76 diputados, quedando solo a dos escaños de la mayoría en esta Cámara (78 sobre 155 diputados). Sin embargo, para convertir este resultado en una fuerza legislativa orgánica el Partido Republicano de Kast (31 escaños) deberá alcanzar acuerdos de mediano plazo con el Partido Nacional Libertario de Kaiser (8 escaños) y con los partidos de la derecha tradicional de Matthei que controla 34 escaños. Por su parte, el bloque oficialista alcanzó 61 diputados quedando con un 39,4% de los escaños.
De cara a la segunda vuelta de diciembre, ambas candidaturas deberán reconfigurar sus estrategias. Jeannette Jara intentará moderarse, ampliar su coalición y atraer al electorado de centro, apelando a la experiencia de gestión y al temor de una posible radicalización institucional bajo un gobierno de Kast. Sin embargo, este reposicionamiento tiene costos internos y puede profundizar tensiones dentro de la izquierda. José Antonio Kast, por su parte, deberá equilibrar su agenda dura con señales de gobernabilidad, responsabilidad fiscal y respeto institucional para atraer a sectores moderados que temen un programa demasiado radical. Su desafío pasa por mantener el entusiasmo de su base sin generar incertidumbre en los mercados y sin alienar al votante independiente que rechaza la confrontación extrema.
La primera vuelta presidencial de 2025 exhibe un país políticamente más segmentado que en décadas anteriores, territorialmente fracturado y emocionalmente fatigado. El sistema de partidos continúa en proceso de reconfiguración, la confianza en las instituciones sigue siendo frágil y el electorado transita entre demandas inmediatas -seguridad y crecimiento- y un desencanto profundo con las élites políticas. La segunda vuelta no solo definirá al próximo presidente, sino también el rumbo de un sistema político que aún no logra reestabilizarse tras el ciclo abierto con la crisis multisectorial de octubre de 2019 y el déficit crónico de realismo político del actual gobierno.
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