HACE 50 AÑOS – EL FRACASO DE LOS APRESTOS DEL MIR

Interferencia - 13/09/2023

El 11 de septiembre, el golpe de Estado tomó por sorpresa al MIR, que se había preparado ante la inminente traición del Ejército. En industrias y centros de estudios se reunieron decenas de militantes esperando instrucciones y armas. Hubo pocas indicaciones y escasas armas, inútiles para enfrentarse con soldados y policías. La enorme mayoría terminó por marcharse a sus casas.

En la Comisión Política del MIR, la máxima entidad resolutiva de la organización, Andrés Pascal Allende era el encargado del trabajo político (F) al interior de las fuerzas armadas. Esa madrugada del martes 11, cerca de las 4:00 horas, el dirigente tuvo claro que las conexiones con las células al interior del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, ya estaban interrumpidas.

Cristián Castillo, militante de esa estructura mirista, así lo recuerda en el libro El MIR de Miguel, escrito por el periodista Ignacio Vidaurrázaga:

― Fue una descoordinación completa, un desastre para nosotros, y asumo que nos pasó que de tanto prepararnos para el 11, descuidamos lo operativo. Creo que nos interesaba más el trabajo político. En esas horas de la madrugada nos fueron avisando que los regimientos estaban despiertos y formándose en la noche del 10.

Tampoco operaron debidamente los miembros de F, según recuerda Marcial Muñoz, integrante de ese grupo:

―Yo estaba en la casa donde vivía en Barrancas, en San Pablo a la altura del 13000. Llamé por teléfono y hablé con él Tano para avisar que yo salía hacia allá. Al llegar a Irarrázaval con Manuel Montt, me bajé y me devolví hacia José Miguel Infante, donde estaba la casa, donde nos juntaríamos los miembros de «F». Cuando llegué nadie me abrió, no entendía nada y me empecé a dar vueltas para esperar si aparecía alguien. Transcurrieron las horas y cerca de las 2 de la tarde me tuve que ir a otro departamento que estaba cerca y tampoco había nadie. Luego, partí a la casa de una compañera para ver la posibilidad de quedarme allí o de que me consiguiera un lugar, y tampoco estaba. Después comencé a ponerme un poco nervioso por la hora del toque de queda, que al principio era a las 15.00 y luego fue aplazada a las 17.00. Retorné nuevamente a José Miguel Infante por si había llegado alguien y ahí recién logré encontrar al Tano y al Chati, que venían en un auto.

René Valenzuela integraba la Jefatura de Informaciones del MIR, y al igual que en la estructura de trabajo en FF.AA., habían sido sorprendidos por el inicio de los acontecimientos esperados por meses. Así lo cuenta:

―A pesar de que nuestros análisis indicaban que se preparaba un golpe de Estado, el 11 nos sorprendió más de lo debido. Muy temprano nos reunimos como jefatura de informaciones, tratando de recoger antecedentes, para luego situarnos donde pudiéramos recibir nuevos materiales a través de nuestras fuentes.

A las 07.05 horas la comitiva presidencial, con Allende en uno de los autos, salió de Tomás Moro en dirección hacia La Moneda. Las calles estaban desiertas; recorrería Manquehue, Av. Kennedy y Bandera en pocos minutos. Eran cinco vehículos Fiat 125 y una camioneta roja. Veinte escoltas y el primer mandatario. En Tomás Moro, a cargo de la defensa quedaría Mariano, que era Fernando Argandoña, con unos 20 integrantes de la escolta y dos misiones principales: la seguridad de Tencha Bussi, y facilitar que el armamento existente pudiera cargarse y salir en los vehículos que pronto irían llegando.

El Partido Socialista ese día fue el mejor equipado en armamento y el que con mayor rapidez constituyó su fuerza en armas. El intercambio telefónico entre el secretario general, Carlos Altamirano, y el encargado de organización, Ariel Ulloa, comenzó muy temprano esa madrugada.

Lo rememora este último:

―Deben haber sido como las seis de la mañana cuando Carlos me llamó y dijo «Esto empezó, te paso a buscar». Llegó muy pronto, le pregunté: ¿Para dónde íbamos? Me respondió: «Vamos a la Monja», que en nuestro código era la Cormu (Corporación de Mejoramiento Urbano), cerca de la Posta Central, donde ahora está la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile. Yo no sabía que tenía que ir ahí. ¿Quiénes llegamos? Adonis Sepúlveda, Rolando Calderón, Hernán del Canto, Amoldo Camú, Máximo, Carlos Laso y yo, y por supuesto Altamirano. Éramos ocho integrantes de la dirección. El único que faltó fue Exequiel Ponce, nunca supe si él sabía que tenía que ir. Empezamos a analizar la situación, Camú habló por Radio Corporación llamando al partido. Yo lo hice por teléfono a varios regionales para decir que desarrollaran los planes acordados, que es lo que se hizo en parte en Santiago desordenadamente, porque quedamos desconectados.

En Valdivia hablé con Mauricio Figueroa. En Concepción creo que, con Rafael Merino, no estoy seguro si con él. En Valparaíso, con Andrés Sepúlveda. En Santiago, en la zona sur con Juan Ferrada y en el centro con Juan Bustos, etc.

¿Dónde estaba Miguel Enríquez esa madrugada?

Con Valentina (Angelina Vázquez) y Tito Sotomayor. En un tercer piso de un pequeño departamento ubicado en Matta Oriente, cercano a Irarrázaval. Muy próximo a la última casa de la comisión política, en Ñuñoa. El recurso era de una militante ayudista de la dirección y los tres se movilizaban en un vehículo que había quedado estacionado abajo.

Cuenta Angelina:

― A eso de las cinco o seis de la mañana, el Tito comenzó a recibir noticias Y nos golpeó la puerta de la habitación. No recuerdo si la comunicación se daba estrictamente a través de la radio que tenían, o si además usaban un teléfono. Me inclino por pensar que no, pues ambos eran muy estrictos en esas normas de seguridad. ¿Pero pudo ser que además y en algún momento Tito haya salido a llamar a un teléfono público cercano? Hoy no recuerdo ese detalle. Nos habíamos encontrado el 10 de septiembre por la noche. Miguel me había pasado a buscar a la casa de mi madre en Tenderini, que era lo habitual. Por supuesto, él andaba con Tito, y nos fuimos a ese departamento de Matta oriente. El 11 de madrugada, muy pronto estuvimos listos para salir de allí, cada quien a sus propias tareas. Cristina, la dueña de casa, se quedó en su departamento para irse después a su trabajo.

Según recuerda Angelina Vázquez, Miguel Enríquez esa vez portaba dos maletines James Bond. El de siempre y uno extra, que tenía un aparato de radio móvil que operaba Tito Sotomayor.

―Ese maletín-radio es lo que fuimos a botar temprano esa mañana, apenas salimos de ese departamento. Nuestro recorrido fue por Matta Oriente creo que hacia Marathon, ahí había un botadero de basura, sitio que estaba por detrás de Vicuña Mackenna o del Estadio Nacional. Ahí Tito botó ese aparato de radio. Lo más importante era no tener cuestiones inútiles encima.

Posteriormente, nos acercamos al centro por Plaza Baquedano. Yo iba a la calle Lastarria, donde estaba la productora. Me dejaron ahí y nos despedimos. Me parece que Tito nos dio unos minutos a solas, pero mentiría si digo que recuerdo algo más que la cara de Miguel. Ni sonriente, ni asustado, él iba donde tenía que ir.

En el barrio República había un hogar estudiantil de la Universidad de Chile. Esa mañana comenzaron a sonar los timbres de todas las piezas que estaban juntas. Alguien los apretó y gritó: «¡Golpe!». Eran cerca de 60 los jóvenes en ese lugar, y casi todos eran militantes del MIR. No había ningún derechista. Tampoco armas, pero sí muchos papeles y libros. Manuel Hidalgo, peruano y activo militante, partiría rápidamente a la industria Yarur. Recuerda:

―En Yarur, el MIR tenía un FTR (Frente de Trabajadores Revolucionarios) con unas 250 personas entre militantes simpatizantes y aspirantes. Ahí había uno que otro “matagatos”, ni pensar en una defensa militar. Los comunistas habían hablado de que alguien llegaría con armas, estaban locos, no tenía ningún sentido resistir. Dije que lo mejor en ese momento era limpiar los casilleros y fondear las armas fuera de la fábrica. Después, darnos puntos de contacto para mantener las comunicaciones y evacuar cuanto antes la fábrica. Repliegue inmediato. Alrededor de la una de la tarde dejamos una guardia para cuando llegaran los milicos.

Los dirigentes

La comisión política del MIR la integraban: Miguel Enríquez, “Viriato”, secretario general; Bautista van Schouwen, “Bauchi”; Andrés Pascal Allende, “Pituto”; Edgardo Enríquez, “Pollo”; Humberto Sotomayor, “Tito”; Roberto Moreno, “Pelao”; Nelson Gutiérrez, “Guti”; Arturo Villavela, “Danton”; y, Dagoberto Pérez, “Ramón”.

Varios de sus miembros se reunieron en la mañana y en la tarde en una casa de seguridad ubicada en el paradero 9 y medio de la Gran Avenida. Muy cerca de ellos también hubo reuniones del Regional Santiago y de la Fuerza Central. De esos encuentros surgió la idea de sacar a Allende de La Moneda y llevarlo a algún lugar donde se pudiera hacer fuerte con sus partidarios. Miguel llamó a Allende tres veces a la Moneda; sólo una le respondió el presidente y se negó a abandonar la sede de gobierno.

En numerosas industrias y centros de estudios se reunieron decenas y hasta cientos de militantes esperando instrucciones y armas. Hubo pocas indicaciones y escasas armas, inútiles para enfrentarse con soldados y policías. La enorme mayoría terminó por marcharse a sus casas.

Miguel y algunos de sus más cercanos se dirigieron a la fábrica Indumet donde se reunirían con el aparato militar del PS y otros resistentes. Sin embargo, al verse rodeados por carabineros fuertemente armados, optaron por retirarse a sus casas de seguridad y prepararse para pasar a la clandestinidad