Julio Fernando Gil Díaz - "El Perro Gil" – 30-05-2021 - Montevideo - Uruguay – Para UTE-NOTICIAS
Duras horas vive el país afectado por una pandemia que no cede, los datos siguen aumentando la tragedia en una carrera contra las vacunas que parece no encontrar el punto de llegada todavía. Las cifras siguen siendo espeluznantes y el sistema sanitario continúa en una crítica afectación que solo disminuye a razón de las muertes que liberan camas de los CTI. Por si ello no bastara, la inesperada muerte del ministro Jorge Larrañaga impactó en todo el ambiente político uruguayo sin distinciones. Una pérdida sensible para las filas oficialistas que tuvo el merecido reconocimiento de la oposición a un rival político de fuste que representaba el último bastión de un deprimido wilsonismo en filas nacionalistas. “La muerte es un buen sponsor”, alcancé a leer en redes sociales y la muerte del Guapo no sería la excepción. Se murió un dirigente de los pesados, alguien que atravesó un proceso de resiliencia que nunca imaginó, al punto que –seguramente- le llevó a descuidar su propia vida. No cualquiera aguanta la presión de una cartera como la del Ministerio del Interior. El duelo se hizo sentir fuertemente, las semblanzas estuvieron en la primera línea y el reconocimiento llegó a extremos exageradamente dimensionados que la realidad no soporta. La dignidad y el respaldo policial que le reconocen al extinto no pasaron por el bolsillo ni la profesionalización de los policías, mucho menos por la renovación tecnológica, uniformes decorosos, armamento adecuado, o la existencia de recursos disponibles para la función, aspectos todos, atendidos por la anterior administración. Pareciera ser que el reconocimiento que admiten hasta los sindicatos es a una forma de gestionar donde prime la lógica de “se acabó el recreo”, sin más argumentos que la fuerza misma.
La muerte paga bien
Los homenajes a Larrañaga inundaron la agenda y no era para menos, había muerto en funciones un Ministro del Interior y –además- uno con una impronta personal muy fuerte. A tal punto que fue esa forma de gestionar la que seguramente incidió en su salud arrebatándole la vida de forma inesperada.
Una gestión personal, directa e indelegable por momentos, hablaba de algún modo de una carencia de equipo que respaldara su trabajo y lo pusiera al resguardo de excesos y del estrés que genera una cartera por demás complicada.
Quienes le conocían manifiestan que así era su forma de ser, de trabajar, pero aún si así fuera, faltó quien le cuidara mejor para no sucumbir en la demanda como finalmente ocurrió. Más allá de las profundas diferencias que entendemos existieron en su corta gestión, nadie puede dejar de reconocerle que asumió el compromiso con responsabilidad y dedicación absoluta. También es cierto que tuvo tiempo para hacerlo en tanto muchos temas los encontró resueltos en una cartera que sufría un abandono sistemático que duró décadas y que fueron resueltas durante las administraciones frenteamplistas.
Cuando asumió encontró una fuerza policial con salarios dignos, nuevas tecnologías, armamento adecuado, flota vehicular actualizada, uniformes decorosos, y capacitación profesional de rango universitario.
Temas que hacen a la dignidad policial –largamente postergada- y un respaldo a la Policía como nunca antes existió. Sin embargo, hoy se levantan voces que atribuyen esos méritos al extinto, fundados más en el interés de una conducción policial que desempolvó viejos códigos esgrimidos por una vetusta oficialidad que vuelve por sus fueros a restaurar una conducción de otra época, más que a la impronta del fallecido.
El periodista Gabriel Pereyra lo calificó claramente cuando dijo que se había descabezado a todos los “guartechistas”, en una clara alusión a la casta de oficiales formados por Julio Guarteche, quien supo acompañar la transformación de la cartera durante las administraciones frenteamplistas, sustituidos hoy por oficiales de la vieja guardia, muchos de los cuales no conocen (y mucho menos aplican) los cambios tecnológicos que operaron en la Secretaría de Estado.
Respaldo policial no es asistir al velorio de un Policía solamente, aunque así lo afirmen los sindicatos policiales hoy; máxime cuando el anterior Ministro hizo lo propio siempre (salvo en casos irregulares donde el uniformado violaba la exclusividad comprometida por ley para la labor policial). Tampoco es respaldo promover la legítima defensa presunta, porque con la misma se ha confundido el accionar policial que basa su actuación en el cumplimiento de la ley antes que en aquel instituto, provocando casos de abuso policial que hoy son investigados.
34 delincuentes fueron abatidos en el último año de la gestión Bonomi por la Policía, ningún uniformado fue formalizado por sus acciones; sin embargo, los 21 casos del primer año de gestión de la coalición merecieron varias intervenciones judiciales con algunos casos donde seguramente terminarán formalizados los funcionarios participantes. Eso habla a las claras que hubo un respaldo equivocado o que se malinterpretó el mensaje del mismo, algo que deberían reconocer desde los propios sindicatos, que tienen por principal objetivo la defensa de sus asociados.
En noviembre de 2019, en ocasión de inaugurarse la nueva sede de la Jefatura de Policía de Montevideo en la Avda. José Pedro Varela, el entonces Jefe de Policía - Ricardo Pérez - pronunció un discurso donde dejó claramente establecido estos conceptos de dignidad y respaldo policial. Y lo dijo quien cumplió más de tres décadas y media en una institución que vivió la desidia y el abandono institucional por casi todo el tiempo que duró su carrera. En sus palabras (Ver discurso Jefe Policía R. Pérez) deja claramente establecido que el respaldo a la labor policial lo dan la Constitución y la Ley, y que la dignidad policial se recuperó con mejora del salario, recursos suficientes para cumplir con la función -adiós a las Comisiones de Colaboración para hacer colectas por combustible-, mejor armamento, renovación periódica de flota, videovigilancia, comunicaciones seguras, sistemas de información confiables y auditables, vestimenta, y una profesionalización que hicieron de su institución una Nueva Policía.
Hoy parece ser que prendió otro mensaje y los portavoces de los gremios policiales se afiliaron rápidamente al mismo olvidando por completo esos ítems que hicieron de su profesión una tarea más digna. De sus dichos pareciera desprenderse que el respaldo que buscaban era otro, y a estar por los resultados que vienen cosechando, totalmente equivocado y peligroso. Debieran advertir a sus afiliados para que no caigan en responsabilidad penal por sus funciones, y no hay mejor instrumento que la Constitución y la Ley como dijo el ex jefe Pérez.
Julio Guarteche decía que la mejor forma de reprimir el delito era obtener pruebas para someter a los delincuentes ante la Justicia y obtener su condena. Ese debería ser el camino, pero de su escuela quedó poco y nada, menos aún referentes que siguieran su legado.
Se fue un líder y caudillo, alguien que dejó todo en la cancha, nadie lo pone en duda.
Pero...Dignidad y respaldo policial son otra cosa.