Por Julio Fernando Gil Díaz - "El Perro Gil" – 17-08-2021 – Montevideo – Uruguay – Para UTE-NOTICIAS
Titular una columna -al menos en mi caso- responde a un proceso que dispare luego su contenido, por lo que el título debe sintetizar la idea a desarrollar en los párrafos siguientes. Esta vez recurro a un título que usé hace unos años para referirme a medidas dispuestas para atender la problemática de la seguridad en los espectáculos deportivos, particularmente el fútbol. Allí, en ocasión de la visita de un experto argentino a la Comisión de Seguridad del Senado, se deslizaron conceptos que venían siendo aplicados por la administración Bonomi, y -al mismo tiempo- habían sido relativizados y criticados por quienes hoy son gobierno. El tiempo quiso luego que no solo se aplicaran aquellas medidas con total éxito, sino que fueran reconocidas como adecuadas por quienes forman parte del gobierno actual. Lo concreto es que otra vez, con idénticos actores, pero ocupando diferentes roles y responsabilidades, nos encontramos con un escenario parecido. Nos quisieron imponer un relato sobre la seguridad y los delitos que se cae a pedazos tras la publicación de sendos informes de expertos en seguridad pública, que comprobaron la razón de la baja de la criminalidad en tiempos de pandemia. La incidencia de la misma fue negada sistemáticamente por las autoridades que se apropiaron de los datos como fruto genuino de su gestión cuando, en honor a la verdad, fue el Covid 19 la razón principal de los resultados.
¡Y pensar que me lo habían dicho!!
¡Cortemos con la sanata!!
Si algo caracteriza a esta administración es el tremendo blindaje mediático que ostenta indisimuladamente. A los "periodistas de la Torre Ejecutiva", al decir de Oscar Botinelli, para referirse a verdaderos operadores de prensa que un día tras otro cierran filas con el gobierno, se le suma un relato que raya lo obsceno muchas veces por la simpleza de sus contenidos y/o por la ausencia absoluta de una razonable cuota de veracidad.
En materia de seguridad hemos asistido a una puesta en escena que tuvo una impronta propagandística notoria ni bien comenzó la nueva administración, con operativos policiales tan mediáticos como efímeros. Una supuesta descentralización del PADO que impactó de tal manera que ya no es posible apreciar aquel patrullaje que puso un freno a la delincuencia con resultados tangibles y medibles. Los policías volvieron a las comisarías nos dicen, cuando la gente los precisa en las calles patrullando. La cuestión es que ahora se empieza a sentir la ausencia y la necesidad de mayor seguridad es un reclamo cada vez más recurrente en muchos barrios de la capital, principalmente. Todo ello, en una perfecta y aceitada correspondencia con el aumento paulatino de las actividades, algo que sendos informes internacionales confirmaron tomando como referencia a varios entornos sociales entre los cuales figura Montevideo, (el escenario más representativo de la realidad uruguaya y donde se producen la mayor cantidad de eventos delictivos).
En medio de aquellas primeras medidas y la llegada del Covid 19, todo cambió no solo en el Uruguay, sino en la región y el mundo. Y así como la actividad comercial y turística llevó a una drástica reducción de la movilidad social, los efectos de esa merma también tendrían su lógica consecuencia en el mundo criminal que se conduce al ritmo de la sociedad donde se moviliza. Esa drástica reducción de toda actividad comercial y -principalmente- de la movilidad social por efecto del "quedate en casa" que impuso la pandemia, redujo las oportunidades para los delincuentes. Algo que hasta resultaba lógico pensar para todo el mundo menos para las autoridades uruguayas que se atribuían "per se" las razones de la baja sostenida de los delitos.
¿Si el pueblo uruguayo le creyó en época electoral, por qué no le creería ahora?, habrán pensado los dueños del relato y la sanata. Sí, sanata, porque abusaron de la palabra y cayeron en el descrédito propio del que habla sin tener el más mínimo conocimiento de lo que dice, pero lo dice a sabiendas que nadie repregunta ni incomoda.
Pero... no contaron con un grupo de investigadores que estudiaron las verdaderas razones del comportamiento criminal en tiempos de crisis sanitaria mundial, estudiosos que buscaban conocer (y comprobar), las causas que llevaron -en todo el mundo, sin distinciones- a la merma de la actividad delictiva. Y la pandemia fue sin dudas, la principal razón del descenso.
Si el estudio de la Universidad de Cambridge no los convenció entonces, ahora sale a relucir otro estudio que involucra a tres Universidades (Universidad Católica del Uruguay; Universidad Alberta de Canadá y la Universidad de Manchester de Inglaterra), según publicó el semanario Búsqueda. Dicho informe atribuye el descenso a la baja de la movilidad social impulsada por consignas como el de permanecer en los hogares como forma de reducir los contactos sociales y la trasmisión del virus. Esa merma de la movilidad social llevó a que los dueños de hogar permanecieran en los mismos, reduciendo notoriamente las oportunidades de los criminales que se dedican al hurto de casas, el de mayor prevalencia. Asimismo, y a pesar de relativizarlo en las reseñas -blindaje mediático mediante- la misma razón impactó fuertemente en la reducción de las rapiñas. Estas, al ser un delito esencialmente callejero, respondió a esa reducción de movilidad en igual proporción. Menos gente circulando en las calles, menos oportunidades para los rapiñeros. Es una simple y lógica consecuencia que solo negaron los dueños de la verdad uruguaya, aquellos que prometieron "los mejores 5 años de nuestras vidas".
Finalmente, la verdad sale siempre a la luz y así como reza la leyenda del Faro de Alejandría sobre el verdadero autor de aquella maravilla de la humanidad, también acá sale a la luz la verdad por más que intenten dibujarnos otra. Los delitos siguen produciéndose, pero sin tanta publicidad, al punto que hay reporteros policiales a los que se les instruyó reconvertirse ante el imperativo apagón de la crónica roja en horario central. Llamativamente, el principal noticiero de la TV uruguaya -al menos hasta hace poco tiempo- hace parte del apagón de forma notoria.
Así como es imposible tapar el sol con las manos, la realidad es imposible de disfrazarla y menos en cuestiones de seguridad pública. Los delitos se siguen produciendo, la situación en cárceles lejos de mejorar, empeora y no se vislumbra un proyecto sólido de continuidad de las reformas iniciadas, sistemáticamente negadas por esta administración. Desde el principio de su gestión se han dedicado a "reinventar la rueda", como bien escribió en una columna la senadora Graciela Barrera (La Diaria, 8 de julio de 2021).
La pandemia fue la causa principal de la baja de los delitos en el mundo entero, y Uruguay no fue la excepción. Así como tampoco es casual que cuando a la gente empiezan a preocuparle más otros temas como el empleo y la economía, la seguridad pierde pie y cae en la percepción de la gente.
Por si no bastara, y quizás como una forma de matrizar la baja sin miramientos, se ha precarizado el registro con la eliminación de los becarios de las comisarías, y desestimulado la denuncia al no utilizar las tablets para el registro en el lugar de los hechos, imponiendo que las víctimas deban acudir a una seccional a radicar la denuncia. Cada vez suman más los casos de personas víctimas de un delito que no es registrado por los policías actuantes en el lugar y que cuando acuden a la seccional no hay anotación alguna del incidente.
Así, se bajan los delitos en el Uruguay de hoy.
Vaya si tenemos temas de qué preocuparnos los uruguayos en estos años que nos prometieron serían los mejores. El puerto y su vil entrega por 60 años a un monopolio de capitales privados; pérdida de salario real luego de década y media de aumentos por encima de la inflación; suba de impuestos y combustibles, incumpliendo promesas de campaña, entre otros temas, llevaron a la seguridad varios escalones abajo en la preocupación de la gente. Cuando la economía ocupa el primer lugar en la preocupación de la gente, el principal problema pasa a ser el de parar la olla y llegar a fin de mes.
¡Y pensar que me lo habían dicho!!