MICHELLE PEÑA HERREROS: IL FUTURO SI SPEGNE A VILLA GRIMALDI

Por Chantal Castiglioni -  27-06-2021 – Milán – Italia

Acaricio mi vientre, caricias tiernas y mis ojos brillantes. Acaricio mi vientre que acoge una nueva vida. Acaricio mi vientre y te imagino crecer. Acaricio mi vientre que se trasforma en el centro del universo. Mi bebé querido. Acaricio mi vientre, el sol y la luna me cuentan un relato de amor y lucha. Acaricio mi vientre y tus manitas tan pequeñas que encuentran las mías. Acaricio mi vientre que cada mes más se llena de esperanza en la vida que nacerá. Acaricio mi vientre y las emociones recobran mi cuerpo que se convierte en casa para ti. Acaricio mi vientre en el que ya vives, angelito mío, mi revolución deseada. Acaricio mi vientre y la felicidad vence al miedo. Acaricio mi vientre y pienso en que seré madre. Finalmente, madre. Te protegeré siempre, aunque estemos viviendo una época tan desgraciada y de inseguridad, te protegeré.

Es una promesa. Acaricio mi vientre en la espera de verte por primera vez, de llorar y gritar por el dolor durante el parto que me llevará hasta ti y, luego, tu llanto rebelde como música de liberación y encanto. Me acaricio el vientre, oruga que se convierte en mariposa con colores del arcoíris. Me acaricio el vientre mientras los milicos me buscan, tengo el temor que me aprehendan. Me acaricio el vientre...

Soy Michelle Marguerite Peña Herreros, tengo 27 años, y tengo un embarazo de ocho meses. Soy una militante y dirigente del Partido Socialista de Chile. Soy también una estudiante de Ingeniería eléctrica en la Universidad Técnica de Estado y comprometida con varios centros culturales. Soy una mujer viva y alegre, me encanta leer y en mis venas corre sangre antidictatorial. Con Ricardo Lagos Salinas vivíamos juntos. Los agentes de la DINA allanaron nuestro domicilio el 20 de junio del 1975.

A ellos no importaba de mi embarazo. Me llevaron en un lugar espantoso y me aplicaron la picana, me ataron a la que ellos llamaban parrilla. La electricidad cruzaba mi cuerpo. Y seguía repitiendo a mí misma que a ellos no importa nada de mi embarazo, ellos se parecían a seres monstruosos, seres que no tenían rostros de seres humanos. Me torturaban y nunca se arrepintieron a infligir tantos sufrimientos. Puedo testimoniar con mi cuerpo desaparecido y mi bebé del que desconozco el destino que en esta tierra existió el infierno y ahora sé también que tiene un nombre, Villa Grimaldi.

La cabaña compartida con otras mujeres, algunas estaban en mí mismo estado y sufrían mi misma pena. ¡Qué angustia! Mi historia sin un final feliz. Y mientras me acaricio el vientre... la vida se aleja de mi...

Acariciaba mi vientre y tú aún estaba conmigo. Me acariciaba el vientre después de los golpes y de las torturas buscando tu presencia. Acariciaba mi vientre y soñaba con el sonido de tu voz, te veía ya adolescente jugar por la calle en un País libre, sin las sombras y la represión de la dictadura.

Me acariciaba el vientre, yo viejecita con el pelo blanco caminando codo a codo. Acariciaba mi vientre con tanto amor y cariño, creía ser invencible. Me acariciaba el vientre, mis manos como protección y refugio. Mi amado bebé, amor puro y maravilloso. Hubiera podido ser madre, pero los verdugos me quitaron esta oportunidad. La verdad es que sigo odiándolos a todos. Acariciaba mi vientre con la vista vendada y mi cuerpo roto por los malos tratos. Me acariciaba el vientre y aún hoy me encuentro en calidad de detenida desaparecida. Acariciaba mi vientre...