«¿POR QUÉ UCRANIA, EEUU?»,

Por Nicolás Valenzuela  5 febrero, 2022  - revista de frente

Este breve artículo introductorio, intenta entregar algunos elementos histórico y políticos del conflicto que actualmente acapara miradas del mundo. ¿Cuál es el papel de EEUU y la OTAN? ¿Cuál es la preocupación de Rusia? ¿Qué pretende Ucrania? ¿Hay espacio para la diplomacia? Te lo contamos en RDF.

LA OTAN Y UCRANIA EN LA GEOPOLÍTICA DE EEUU

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó en 1949 con el objeto de defender los estados europeos de un eventual ataque soviético. En realidad, era el dique estratégico de EEUU en Europa para contener y combatir el auge del comunismo después de la segunda guerra mundial. Más de treinta años han pasado desde la caída del muro y la disolución de la URSS y la OTAN sigue ahí. Hoy su objetivo es asegurarle a EEUU su primacía unipolar: la lealtad de sus aliados, el acceso a sus mercados, control geopolítico sobre las zonas que por Europa se accede y contener la influencia rusa.

Su carácter, en principio, es defensivo. Sin embargo, todas las veces que ha operado militarme ninguno de sus miembros ha sido atacado. Así fue con la ex Yugoslavia en 1995, con Montenegro en 1999 y con Libia en 2010. Por lo tanto, las actuales declaraciones de que no intervendrán ante un conflicto entre Rusia y Ucrania, por no ser éste último estado miembro, no son certeza de nada, sobre todo si EEUU ha afirmado que en tal caso habrá una respuesta «decisiva» de su parte, que el año pasado realizó media docena de ejercicios militares en el Mar Negro y que la rada ucraniana ya aprobó el ingreso de tropas de la OTAN a su país.

Si alguien le queda alguna duda del carácter subordinado de la OTAN a EEUU bástele con saber que, desde 1945 hasta hoy, su mando militar siempre ha sido y sigue siendo dirigido por un estadounidense. De todos modos, para asegurarse de que todo esté bien, EEUU tiene bases militares permanentes en: Alemania, Bélgica, Grecia, Italia, Noruega, España, Reino Unido, Hungría, Rumania, Polonia, Estonia, Bulgaria, Turquía, entre otros.

Por etapas, la OTAN no ha parado de expandirse al este, a pesar de haberse comprometido a lo contrario al término de la URSS. En 1991 eran 16 los estados miembros. En 2022, son 30. Han sido incorporados países de Europa central, del este, los Balcanes e incluso las naciones soviéticas del Báltico. Ahora los ojos están puestos sobre el mar negro y el Cáucaso, por eso no es casualidad que los más recientes aspirantes sean, desde el 2008, Ucrania y Georgia y que en 2020 el gasto de los estados socios aumentó, a pesar de la crisis, un 4%.

Primero la Revolución Naranja en 2004 y luego el Euromaidán en 2013-2014 fueron los pasos que allanaron el camino para que Ucrania consolidara una política exterior pro Unión Europea (UE) y EEUU. Y para eso, no hay mejor estrategia que alentar a la extrema derecha, reivindicar a los líderes locales del colaboracionismo con los nazis y los democráticos discursos y actos que les van aparejados. O eso cree EEUU. Lo cierto es que a través del manejo de la agenda y con la colaboración de la élite ucraniana, EEUU alienta el sentimiento nacionalista y su contraposición a Rusia para lograr sus objetivos geopolíticos, mientras tanto sigue imponiendo sanciones económicas al Kremlin.

Sin embargo, por más manejo que exista, buena parte Ucrania del este sigue sintiéndose más cómoda con una alianza con Rusia que con la UE, por lo que Euromaidán tuvo consecuencias: la anexión de Crimea a la Federación Rusa, la guerra del Donbás y la formación de los estados de rebeldes de Donestk y Lugansk que buscan el mismo objetivo que Crimea.

Como muestra de su determinación para ampliarse hacia el este de Europa y seguir controlando zonas de abastecimiento energético, EEUU, el 2 de agosto de 2019, puso fin a su participación en el Tratado Nuclear de Alcance Intermedio (INF), considerado como la columna vertebral de la seguridad europea en la era posterior a la Guerra Fría, después de que EEUU y Rusia lo firmaran en 1987. El INF prohibía a ambos países poseer y probar misiles de lanzamiento terrestre con un alcance de 300-3.100 millas (482-4.988 kilómetros).

En el contexto de las tensiones, Ucrania ha recibido armas desde la OTAN. Éstas, sin embargo, carecen del perfil para un enfrentamiento con Rusia y más bien parecen ser ideales para reactivar la guerra con los estados del Donestk y Lugansk, lo que bien podría bastar para involucrar a Moscú en una nueva guerra.

Ahora bien, no hay que perder de vista que la contradicción principal para los EEUU es el conflicto con China y que como bien decía Mao, la política prima por sobre los elementos económicos. Por ende, presionar para crear un conflicto que pueda desestabilizar al principal aliado político y militar de la milenaria nación oriental resulta una idea plausible en la política exterior norteamericana.

LA CRISIS ENERGÉTICA COMO ACELERANTE

El mundo se encuentra en un déficit energético y es probable que dicho déficit se profundice dentro de los próximos años. Europa del este, desde Alemania hasta Ucrania, depende del gas y el petróleo que proviene de Rusia, Asia Central y el Cáucaso. De ahí que se vuelva crucial para estas naciones y su principal aliado tener influencia y control sobre las zonas de producción y distribución de estos bienes comunes. En este sentido las cosas no han cambiado mucho desde 1914, año en que los imperios de la época desataron una guerra para seguir asegurar su predominio sobre la explotación de las materias primas codiciadas en ese entonces.

La pandemia y la fuerte desaceleración económica que provocó en 2020 disminuyó la producción de energía, promovió la especulación y tiene como consecuencia un aumento de precios. La lenta transición energética, y la dependencia a los combustibles fósiles, promovidas por las grandes trasnacionales del rubro, también juega un rol central en este rompecabezas. Esto crispa los ánimos en el mundo, pero especialmente en Europa del este y acelera la necesidad de expansión estadounidense en la zona.

LA POSICIÓN RUSA

Con la incorporación de Ucrania a la OTAN, Moscú, entre otras grandes ciudades rusas quedarían a unos 5 minutos de los misiles estadounidenses. Pero no solo eso, las cercanías de misiles de alcance intermedio hacen imposible una reacción rusa ante un ataque. Desde luego, una preocupación que ningún país podría pasar por alto.

Menos ahora que la nueva política exterior rusa que busca detener el avance de la OTAN en Europa del Este y redefinir los términos con ésta: hacer respetar el acuerdo a la disolución de la URSS, retirar la presencia militar de la OTAN en países fronterizos, desmontar las bases militares construidas en Europa del este después de 1997, prohibir el ingreso de Ucrania y Georgia a sus filas, tener certezas de que la primera no invadirá Crimea y que se dé cumplimiento de los acuerdos de Minsk sobre la guerra del Donbás. ¿Qué ofrece? Hacer retiro de las zonas militarizadas por parte de Rusia.

La propuesta, desde el lado ruso se considera necesaria para no sentirse amenazada. Desde EEUU se considera una exageración y la OTAN la rechazó. Parece que Washington olvidó que en 1961 unos misiles soviéticos en Cuba, a 100 millas de la costa norteamericana, casi nos llevó a una guerra nuclear en todo el planeta.

LA POSICIÓN DE UCRANIA Y LA DUDA DE LA UNIÓN EUROPEA

Ucrania alentada por el Euromaidán, no pretende dar paso a atrás en su política de acercamiento a la Unión Europea y la OTAN, ni en la exigencia de que Donestk y Lugansk vuelvan íntegramente bajo su soberanía. Tampoco en la recuperación de Crimea. De ahí que, para solidificar su posición frente al gigante euroasiático necesite de la ayuda militar de EEUU para disuadirlo de un ataque.

En el actual contexto de tensión el ejército ucraniano ha movilizado tropas a la frontera y el presidente firmó un decreto para aumentar el número de tropas activas. Sin perjuicio de esto, asegura que no realizará incursiones militares en las zonas de conflicto.

Por su lado, los líderes de la UE, cuyos países tienen fuertes lazos económicos con Rusia esperan que el conflicto se desenvuelva de manera pacífica, pues tanto una guerra como las eventuales sanciones que EEUU pudiera aplicar sobre las empresas rusas, especialmente la amenaza a dejarlas fuera del sistema bancario SWIFT, implicarían grandes dificultades económicas dentro de sus naciones. El presidente francés, por ejemplo, Emmanuel Macron mantiene conversaciones tanto con Putin como con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski con el objeto de evitar una continuidad de la escalada entre ambas naciones eslavas. Turquía, otro vecino del Mar Negro, también ha hecho lo propio con Erdogan a la cabeza tratando de llevar a las partes a buen puerto.

¿HAY ESPACIO PARA LA DIPLOMACIA?

Más allá de las noticias ventiladas por la prensa occidental que habla de un inminente ataque ruso a Ucrania, hasta el momento todo se ha llevado por vía diplomática. Vladimir Putin y Volodimir Zelenski así lo reafirman cada vez que pueden.

Sin embargo, hay una piedra de tope: la negativa de ambos países a ceder en sus posciones está condicionada por el expansionismo de la OTAN y los intereses geopolíticos de EEUU. Mientras Rusia no tenga la certeza de que el cerco y los misiles de la OTAN están a cinco minutos de su capital y que no está perdiendo terreno en el Mar Negro, ésta no renunciará al apoyo del Donestk y Lugansk como estados autónomos. Por el lado ucraniano, si Rusia no cede en desmilitarizar la zona y renunciar al apoyo a las regiones separatistas no cejará en amenazar con el ingreso a la OTAN y albergar misiles de norteamericanos de alcance intermedio.

A pesar de la complejidad del escenario y las estrechas alternativas que ofrece, el enfrentamiento bélico no pareciera ser la mejor para ambos países. Por un lado, Ucrania, por más apoyo que tenga de la OTAN y EEUU difícilmente podrá contener al otrora ejército rojo y los costos de una guerra, aún defensiva, por parte del Kremlin sería altísimo para Kiev. Por otro, las sanciones estadounideses y el aumento de escalada militar en la zona puede dejar a Rusia en una posición más cercada de la que pretende arrancar si es que incursiona en Ucrania. Por otro lado, la amenaza de utilización de armas de destrucción masiva, aún lejana resulta un desincentivo importante.

El principal beneficiado de una eventual guerra sería EEUU. A la fecha, Europa ha aumentado su dependencia energética del país americano, avanza en su cometido de cercar a Rusia y desestabilizar el principal aliado chino, se acerca a las fuentes energéticas cercanas y mantiene en movimiento su complejo militar industrial. De ahí que no resulte para nada extraño que los medios occidentales, controlados por EEUU, estén constantemente instalando la idea de la inminencia de una invasión rusa.

Esta nueva medición de fuerzas, mostrará hasta donde está dispuesto EEUU a elevar las tensiones en esta iniciativa por controlar el acceso a rutas comerciales y a la producción de bienes comunes estratégicos en su desperada lucha por contrarrestar el avance chino.

Sin embargo, la última palabra la tienen los directamente implicados y mientras no se lleven a cabo movimientos militares en la zona del Donbás o Crimea y Ucrania no concretice su entrada a la OTAN, hay espacio para la diplomacia. RDF.

GENTILEZA DE LA REVISTA DE FRENTE