Julio Fernando Gil Díaz – 11-09-2021 - El Perro Gil - Montevideo - Uruguay
A poco de bajar la guardia tras las restricciones sanitarias, la movilidad empieza a ser acompañada de tristes efectos que confirman un informe internacional de no hace mucho tiempo. En efecto, aquel análisis académico que incluyó a la ciudad de Montevideo, daba cuenta de la verdadera razón de la baja de los delitos en el mundo entero: la pandemia. Un efecto de casi un 40% de reducción de la cantidad de eventos echó por tierra la apresurada atribución de méritos que hizo la nueva administración que nos gobierna. Asociados a una claque mediática que les difundió a satisfacción sus conclusiones, la academia internacional le dio un fuerte baño de realidad que -lamentablemente- se confirma con un setiembre trágico que arrancó con todo junto con el aumento de la movilidad social. Al impulso de un discurso efectista con mensajes como aquel “se terminó el recreo”, al tiempo que se retoma el curso casi normal de la actividad social y comercial, se da una escalada de violencia inusitada con casos trágicos que hablan del fin de la siesta criminal. Una delincuencia que actúa al influjo de las leyes de mercado y conforme aumentan las oportunidades. Todo parece indicar que ahora sí se terminó el recreo (el de los delincuentes), y si no se toma el tema como una verdadera cuestión de Estado, seguiremos lamentando trágicas consecuencias.
Bajando la guardia
Ensoberbecidos por las cifras, se ufanan en resaltarlas en cuanto espacio de prensa tienen disponible; sin embargo, a poco que comienza a retomarse el ritmo habitual pre pandemia, salen a la luz eventos de seguridad que demuestran que la actividad delictiva también responde al aumento de las oportunidades, mermadas por aquella. Aquel discurso, tan bien vendido del "respaldo policial" y "se terminó el recreo", junto a aquella "orden de no aflojar" en el medio, se desmorona con los tristes eventos de seguridad que empiezan a vencer el tremendo silencio de radio dispuesto. La realidad es imposible de ocultar, a pesar de burdos intentos por disimularla.
Vamos por partes…
Aquel respaldo que tanto aplaudieron los sindicatos policiales, empieza a tener su contraste en una realidad que dista bastante de la que le prometieron. El bolsillo empieza a sentir los ajustes al igual que el resto de los uruguayos y, encima, surgen innovadoras medidas como la incorporación de retirados policiales que ya recibieron el revés de los sindicatos, decepcionados por la instrumentación final de dichas incorporaciones.
En efecto, la propuesta implica que los retirados percibirán como contraprestación la diferencia entre lo que perciben de jubilación y el cargo contratado. Si esperaban complementar su jubilación con otro ingreso, la expectativa es cero, y la propuesta termina siendo nada atractiva para estos. Los mismos sindicatos que apoyaron esta y otras medidas en la previa, salieron al cruce de la reglamentación dada a conocer en estos días mostrando su desaprobación.
A esos ruidos, que desde ya son un signo del malhumor que empieza a ganar en la fuerza policial, se suman los derivados de la pésima actuación del Ministro (que arrastra una oscura gestión en el tema del Puerto de Montevideo). Su descarnada confesión en el programa Desayunos Informales reconociendo que no sabe nada de cárceles, fue todo un acto de "sincericidio" que se agrega a las idas y vueltas en sus declaraciones sobre la fuga de un narcotraficante del ex ComCar.
Mientras surgen encuestas de opinión que dan cuenta de una percepción positiva de la gestión de la cartera, la cruda realidad de la seguridad uruguaya no da tregua. Una percepción inducida –seguramente- por medios de prensa que ya no cuestionan ni interpelan al gobierno, sino que por el contrario se comportan como una claque bien aleccionada que ni siquiera se toma el trabajo de repasar archivos cuando les muestran gestiones heredadas como si fueran propias. Así se construye percepción positiva, también abandonando la crónica roja de los noticieros centrales de televisión y de los titulares de los diarios. Los homicidios ya no ocupan los espacios centrales y hay que hurgar en las noticias para encontrar referencias a los mismos. Y ni hablemos del seguimiento a los heridos graves de los que no hay noticias de su evolución. Por eso, ofende el intelecto de los uruguayos que se diga que quien cayó en el ridículo declarativo de una fuga increíble mejoró la percepción de la seguridad por encima de la que dijeron tuvo el extinto Larrañaga (que tuvo a la pandemia como socia indiscutible). Está bien que hagan marketing, pero no abusen, porque cuando la limosna es grande, hasta el Santo desconfía…
El mes de agosto cerró con 27 homicidios -al menos los que fueron noticiados por la prensa- y en lo que va de Setiembre suman 15, dando cuenta de un inusual incremento del delito más grave pos pandemia. A medida que aumenta la actividad social y comercial, aumentan los eventos de inseguridad. Así lo demuestran casos reseñados por la prensa donde se aprecia un patrón de violencia extrema (cuerpos calcinados, mutilados o desmembrados, rapiñas con trágicos resultados), que tienen el denominador común de definirlos, casi que exclusivamente, como ajustes de cuentas. Hay un celo informativo en dar cuenta de los antecedentes de las víctimas como premisa, y si no los dan, dejan reseñada la sospecha.
La inseguridad empieza a mostrar sus síntomas en los barrios, donde los vecinos reclaman cada vez más por el patrullaje que no ven (ni vemos) como antes. El PADO es solo nominal y la presencia policial es el reclamo común que empieza a tomar fuerza en cada rincón del país.
La idea de "devolver" los Policías a las comisarías la ejecutaron al pie de la letra, agolpándose en las seccionales cuando antes la premisa era que estuvieran en el territorio, más cerca de la gente y patrullando. Lejos de eso llegaron al colmo de sacar Becarios para poner Policías en tareas administrativas, precarizando el registro. Mientras tanto, denuncias de intentos de secuestros a jóvenes se viralizan en las redes sociales contradiciendo esa percepción de seguridad que dicen haber mejorado. Claro que la denuncia en una red social no es concluyente, pero si a víctimas de rapiña no se les toma denuncia en el lugar debiendo dirigirse a una Comisaría, la falta de denuncia hoy también responde a la nueva manera de gestionar. La re-victimización y desidia en la atención policial llevan, muchas veces, a que finalmente no denuncien. Así estamos y así es como se bajan los delitos hoy.
Las cárceles están llenas, con un hacinamiento crítico más que preocupante, y con ello fundamentan la baja de los delitos, pero no explican que en un alto porcentaje las llenaron de "perejiles" producto de la LUC. Personas primarias que, por sumar un desacato, terminan presos (o muerto, como Marcelo Ayala que falleció sin atención médica purgando prisión siendo un paciente siquiátrico que debió tener un tratamiento diferencial, según informó el Comisionado Parlamentario).
La seguridad es un tema serio, sin embargo, hicieron del mismo una cuestión electoral con discursos populistas que permearon en la sociedad. Pero al discurso había que acompañarlo con acción y políticas públicas. No alcanza con el "viru", porque tarde o temprano la realidad marca la cancha y reclama acción.
Hay un alto grado de improvisación que es preocupante, impulsaron el retorno de la actividad y los uruguayos salimos como estampida. Así pagamos con vidas en trágicos accidentes de tránsito que responden a ese incremento de la movilidad a nivel nacional. Tenemos problemas graves de falta de coordinación entre Ministerios como Defensa e Interior, develadas con la fuga de un narcotraficante que se alojaba en el ex ComCar, donde se atribuyen mutuamente –sin decirlo expresamente- la responsabilidad de la misma. Pastillitas que confirman la vieja Ley de Murphy, con el agravante que quienes tienen responsabilidades hoy garantizan que, seguramente, todo puede ser aún peor.
Aquel profesionalismo que demostró Guarteche y su equipo de Policías hoy brilla por la ausencia. No hay nadie que tome la posta, mucho menos quien lidere a una fuerza policial que no encuentra, en los mandos actuales, espejos en los que reflejarse.
Se terminó el recreo, dijeron, pero no explicaron el recreo de quién…