Julio Fernando Gil Díaz - 04 de octubre 2021 – Montevideo - Uruguay – PARA UTE NOTICIAS
En el Uruguay de los años '70, se vivieron los coletazos de un mundo dividido en dos bloques bien diferenciados. Eran tiempos de la Guerra Fría, y tras el nacimiento de la "colcha de retazos" en 1971, las elecciones no estarían alejadas de aquella división mundial. No se hablaba -todavía- de la palabra globalización, pero sus efectos se sufrían igual que ahora, claro que con el retardo propio de una época donde todo demoraba mucho más en llegar a este rincón del sur, pero llegaba. Así fue que en aquella contienda electoral se difundieron imágenes de tanques rusos ocupando Praga utilizados para imprimir el miedo en una sociedad uruguaya a la que se le pedía estar alerta ante la inminente invasión comunista (La Mañana, 12/11/1971). O replicar la misma alerta, pero dirigida a los orientales sobre la amenaza comunista de impedir la vinculación familiar al punto que los nietos no volverían a ver a sus abuelos de ganar la izquierda (El Diario, 20/11/1971). La historia es pendular, es cierto, tiende a repetir eventos muchas veces, pero también deja registro para que se pueda tomar nota y no repetir los mismos yerros. Tal no parece ser el caso de los promotores de la LUC que arriesgan su credibilidad al punto de caer en el ridículo, sin siquiera repasar la historia. Así parece ser el caso a estar por ciertos dichos de quien tiene la responsabilidad de dirigir las públicas políticas culturales y educativas, nada menos…
Brigada Despertadores
El Gral. Líber Seregni recordaba aquella aberrante estrategia instalada en ocasión de las elecciones de noviembre de 1971, a escasos nueve meses de creado el Frente Amplio, (según se consignó en nota de La Red21). El temor, instalado en los partidos tradicionales, ante el surgimiento de una coalición de fuerzas de izquierda que osaran disputarles alguna parcela de poder, los llevó a usar cualquier tipo de estrategia -incluso de las más bajas- al punto que la mentira y el disparate no fueron barrera para los impulsores de las mismas.
Recurrir al miedo es una receta que se reitera en la historia reciente del país, así lo consignan varios hechos que tienen el común denominador de haber sido protagonizado por los partidos tradicionales en un desesperado acto de resistencia a perder el poder hegemónico que ostentaron siempre. El nuevo mapa político, instalado a partir del surgimiento del Frente Amplio, los llevó a subestimar primero, y luego, cuando el crecimiento sostenido de la fuerza de izquierda se volvió incontenible, a recurrir nuevamente al miedo como recurso. ¿Si funcionó antes, por qué no iba a funcionar de nuevo?
A finales del Siglo XX, y comienzos del XXI, era imposible que las fuerzas progresistas llegaran al poder de mantenerse el sostenido crecimiento de sus votantes. Una tendencia que tendría su punto de eclosión en las elecciones del año 2004, tras el fallido intento de 1999 donde -tras la reforma constitucional- un ballotage impidió que el candidato más votado - Tabaré Vázquez- llegara a la Presidencia entonces. Fue un anuncio, un adelanto de lo que sucedería cinco años después -crisis mediante- y a pesar de los agoreros del desastre que apelaron a las viejas recetas de terror político.
En aquella campaña de 2004, un spot del Partido Colorado alentaba a despertar a los uruguayos", ante la amenaza del triunfo de la izquierda que vaticinaban las encuestas. "Despierten uruguayos", era el mensaje principal de aquel spot que derivó en la creación -por respuesta cuasi espontánea- de una Brigada Despertadores de la que solo tengo el vívido recuerdo de un pasacalle frente a la sede del partido de don José Batlle y Ordóñez.
Era el lunes posterior a la primera y única vuelta electoral de noviembre de 2004, donde el candidato de la izquierda obtuvo el 51,67% de los votos, consagrándose Presidente de los uruguayos. Esa mañana fui a trabajar y dejé mi coche por la calle Maldonado, tomé Martínez Trueba rumbo a 18 de Julio y al pasar frente a la sede del Partido Colorado pude apreciar, colgado enfrente a la fachada, un pasacalle que decía: "Que en paz descansé - Brigada Despertadores". No eran tiempos de teléfonos inteligentes con cámaras fotográficas, razón por la cual no guardo registro, pero lo vi, nadie me lo contó. A las pocas horas ya no estaba. El miedo había perdido la batalla y los uruguayos despertaban así a una nueva época de gobernanza que tendría década y media de vigencia.
La LUC y otra vez los rusos
Casi 800 mil voluntades pusieron a la nueva administración multicolor a la defensiva. Tras asumir como estrategia la invisibilización de la campaña de recolección de firmas, hoy asumen el error de esa decisión con indisimulada demagogia que no vacila en apelar a la mentira como estrategia. Dueños del poder mediático y abusando de esa posición dominante, no solo consolidan la imagen presidencial, sino que aprovechan para intercalar sus dislates argumentales en defensa de una ley inconveniente que impusieron abusando de un mecanismo constitucional pensado para otros fines.
Mientras el Ministro del Interior -vapuleado por salidas en falso y asesoramientos ídem- intenta imponer una mentira como la liberación de presos en caso de derogarse los 33 artículos sobre seguridad que forman parte de los 135 recurridos, varios catedráticos del Derecho Penal le salieron al cruce para desmentirlo. Ningún preso con sentencia firme podrá recuperar su libertad en caso de producirse la derogación. Podrán mentir mil veces, que serán mil mentiras siempre.
Muchos actores de gobierno se han sumado ahora en defensa de la LUC, haciendo foco en la seguridad. Al punto que nos pretenden llevar a ese terreno con la firme intención de hacernos olvidar que los focos son varios y de tanta importancia como aquel. ¿Qué pasa con el trabajo, los salarios, los alquileres, la vivienda? De eso no quieren hablar, por eso van con viejas herramientas.
El propio Ministro de Educación y Cultura apeló a aquella estrategia que creíamos perimida. No tuvo mejor idea que recurrir al ejemplo ruso para defender la LUC. Una estrategia "demodé" pero a la que siguen apelando sin temor al ridículo. Afirmó que la derogación planteará el retorno a un “régimen que concentra las decisiones pedagógicas y de recursos, que no existe más en el mundo desde que cayó la Unión Soviética”, según recogió en nota de El Observador.
Seguramente que apelar a la toma de decisiones cupulares sin la participación de quienes construyen la educación día a día, será muy ejecutiva, pero -seguramente- carezca de la necesaria participación de sus protagonistas principales que debieran ser socios de toda reforma y, por tal razón, escuchados: los docentes y estudiantes. No hay reforma posible sin la participación de todos los protagonistas, eludir esa posibilidad no es una forma perimida, acaso sea una forma de gerenciar muy ejecutiva, pero no por tal asegura ser la mejor y, mucho menos, la más efectiva.
Claro que con el último resultado electoral nada debería sorprendernos, pero no por ello debemos aceptar sin más este tipo de estrategias. Por lo menos no podemos hacerlo sin ensayar una respuesta alternativa que nos permita contrarrestar una línea argumental donde se apele al miedo como principal ingrediente.
Es cierto, hubo mucha gente que les creyó en octubre, pero también es cierto que hubo muchos que cambiaron su voto intentando deshacer su error en noviembre y por poco no hubo hazaña. Esa lectura de noviembre es la que no aceptan quienes desde la soberbia de un resultado exiguo intentan avasallar a la mitad del electorado usando cualquier recurso sin medir las consecuencias de sus falsas afirmaciones.
El riesgo de seguir ese camino es muy alto, más en un tiempo donde las mentiras tienen vuelo corto y el rebote puede tener negativas consecuencias para sus mentores.
Los tanques rusos no vendrán si se deroga la LUC, pero seguramente el Uruguay reivindique su rica historia democrática haciendo uso de su derecho irrenunciable de decidir sobre su futuro.
Sin cucos ni viejos de la bolsa…