Por: Manuel Fernando Contreras Orte | Publicado: 07.06.2023 – El Desconcierto
En un estado de aguda crisis de convivencia y de credibilidad y conducción, la gente tiende a favorecer a quienes les garanticen certezas de soluciones viables e inmediatas, y lo hará despojada de ideologías previas y de lealtades partidarias.
Muchos no se explicarán cómo ha sido posible la reciente columna de Daniel Matamala en uno de los diarios de mayor circulación en el país desmenuzando cada uno de los términos usados previamente por el Presidente Boric para referirse a Pinochet: traidor, asesino, terrorista, ladrón y cobarde.
Matamala, periodista estrella de ChileVisión y panelista de Tolerancia Cero, además de Fernando Paulsen, Paula Escobar y otros y otras periodistas de TV de claro compromiso progresista. Lo señalado NO desmiente el hecho de que en general los noticieros y el persistente goteo diario están editorialmente diseñados para generar en la opinión pública un exacerbado clima de inseguridad y violencia, así como una generalizada atmósfera de inestabilidad y carencias económicas, en particular desde el estallido social de 2019.
Es la masa noticiosa que predomina en los medios, pero no la única, aunque menor, ambas constituyendo LA realidad de la gente (un principio básico en las comunicaciones es: lo que no está en la TV no existe).
El mundo popular, no obstante, sus inseguridades y penurias, no vive en duelo permanente por las tragedias ocasionadas por la dictadura, ni tampoco de repudio contra esa entelequia incomprensible para la mayoría: el neoliberalismo.
La gente es más simple y sencilla: no comulga ni comparte o le es indiferente, en la mayoría de los casos, el mundo a veces distorsionado y neurótico de la política (maniobras, conspiraciones, cocinas, capitulaciones y renuncios). Predomina en la gente un estado, por decirlo así, de generalizada intemperie o desamparo ideológico y cultural (incluidas las religiones), en particular en los estratos medios y bajos: inexistencia de un cuerpo consistente de ideas básicas para (auto) explicarse las situaciones personales y familiares y percibir y construir una salida.
Esa falta de amparo político, sin referentes morales y sociales a seguir, consustancial a la despolitización y la desinformación reinantes en sectores medios y populares, los hace muy permeables al discurso derechista, tal como se evidenció en los dos últimos eventos electorales.
Tal orfandad también es achacable a TODA la izquierda y el progresismo, incapaces de dar lugar a nuevos o refundados paradigmas conceptuales y conectarse teórica, política y prácticamente en la cotidianidad tangible y concreta desde la cual la gente vive y demanda de la política y del Estado. Es una carencia universal de las izquierdas y el progresismo.
En un estado de aguda crisis de convivencia y de credibilidad y conducción, la gente tiende a favorecer a quienes les garanticen certezas de soluciones viables e inmediatas, y lo hará despojada de ideologías previas y de lealtades partidarias. Pero no cualesquiera. Solo aquellas blindadas de autoritarismo, de necesaria unilateralidad para imponer con la fuerza, represiones incluidas, la ansiada tranquilidad y sus soluciones inmediatas en el aquí y en el ahora.
Lo legítimo así percibido, por sobre o a pesar de las barreras de la legalidad y las instituciones, es decir, de la democracia. Surge entonces la tendencia a delegar en la figura fuerte del líder y su partido, por lo general un outsider “apolítico”, la potestad de pensar y decidir por todos. La figura paternal autoritaria que sintetiza la demanda ancestral por el orden protector y esperanzador en momentos de aguda crisis. En su expresión extrema no desestimable, la percepción de la política como una guerra entre bandos irreconciliables y todas sus consecuencias materiales y simbólicas…
La derecha por tradición es la más preparada y proclive a ofertas autoritarias, más si son a contraluz (precondición sociológica básica) de un gobierno que es percibido débil y sin carácter, disculpándose cada vez que cree cometer un error o hacer un cambio táctico (“el buenismo”, los complejos para reprimir el vandalismo y el terrorismo, etc).
Pocos años atrás resaltaban icónicamente figuras probas y trágicas de nuestra historia: Manuel Rodríguez, Prats, Allende, Víctor Jara. Hoy, a 50 años del golpe de Estado, el 37-38% de la población (20 puntos más que hace 15 años atrás) reivindica la figura de Pinochet, un dictador. Un porcentaje algo mayor considera que el golpe del 73 fue necesario.
Sin embargo, y a contrapelo, un importante segmento de la sociedad comparte la cruda radiografía que Daniel Matamala hace de Pinochet. Parte importante de la derecha admite que hubo graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Es un momento líquido e inestable: dos polos gravitacionales fuertes, cada cual con sus propias ebulliciones y, a la vez, una opinión pública oscilante entre ambos polos. Por ambos lados se exige a los líderes y partidos ser yunque o martillo.
Entran a animarse nuevos movimientos masivos de alguna manera inéditos: corporativos, opositores al gobierno y proclives a republicanos, los camioneros; en el sur los trabajadores, empresarios en un movimiento variopinto enfrentados a la contradicción trabajo y medio ambiente; otros, como el Colegio de Profesores, contestatario a políticas de gobierno. Los secundarios sin conducción política identificables y en ocasiones anárquica.
En este cuadro de fuerzas emergen dos alternativas:
- a) Un (semi) equilibrio potencialmente catastrófico entre Gobierno y Oposición. El primero dispone del aparato del Estado y cuenta con un apoyo duro por sobre el tercio de la población; el segundo es mayoritario en el Parlamento, y también en el Consejo Constitucional, y con clara predominancia electoral, sobre el 50%. Es decir, el riesgo de polos atrincherados sin disposición ni capacidad de diálogo.
- b) Una salida de compromiso y negociación, siendo esta la alternativa con mayor probabilidad: ni al Gobierno ni a Chile Vamos (tensionado por Republicanos: “somos la única derecha”) les conviene la confrontación aguda. No se trata de un nuevo centro (quizás el sueño frustrado e inconfesado de Ricardo Lagos), hoy sociológica y políticamente desfondado. No. Sería la búsqueda y formación de facto vía compromiso y negociación de un fiel de la balanza -no un centro mediador “ni chicha ni limoná” como ha sido lo habitual- entre Gobierno y Chile Vamos, en que cada cual -con la espada de Damocles de una confrontación incontrolable sobre sus cabezas- esté dispuesto a ganar como a ceder en sus aspiraciones políticas y programáticas.
Ha habido manifestaciones en tal sentido: aprobación, con la oposición de Republicanos y parte de la UDI, de la ley del salario mínimo, de las 40 horas laborales, del Royalty Minero, sobre el delito de cuello y corbata, otras. La Comisión Experta ha sido un señero “ensayo general” del establecimiento de un fiel de la balanza, respecto del cual el tradicional centro político, alojado hoy en Amarillos, ha sido totalmente irrelevante y, por añadidura, puestos fuera de juego en la reciente elección de constituyentes.
Previo a la Cuenta Pública se venía ralentizando el descenso del Gobierno ante la opinión pública. Ahora, una semana después, la aprobación según CADEM, se elevó bruscamente en 10 puntos, llegando al 41%. La desaprobación, a la vez, cayó del 61% al 51%, evidenciando, de paso, lo líquido de la situación nacional.
Favorece la imagen del gobierno el que la ministra Tohá no dudara en calificar de terrorismo la violencia en el sur, sin complejos ideológicos frente a una izquierda extrema. Asimismo, favorece la fórmula de modificar las prioridades manteniendo los principios, poniendo las reformas estructurales -tributaria, previsión, salud- en la dirección principal de la ruta gubernamental, y la disposición a negociar y comprometer soluciones a tres bandas: con Chile Vamos (sin desestimar a Republicanos), el empresariado y el mundo laboral.
Asimismo, el fortalecimiento de las políticas y recursos para la seguridad social y el combate resuelto a la delincuencia y el narcotráfico. A la par, un fuerte discurso antipinochetista y todos los recursos del Estado para develar la suerte de los detenidos desaparecidos durante la dictadura, entre otros aspectos.
La situación dentro de su inestabilidad se presenta favorable a la búsqueda de compromisos, aunque está por verse la actitud confrontacional al menos de una parte de los Republicanos en el Parlamento, así como en el Consejo Constitucional.
El progresismo ha sacado lecciones de las derrotas recientes: cierra de filas con el Gobierno tras un relato único al país, expuesto en la Cuenta Pública, y convencidos de la unidad, incluyendo a la DC, como factor de éxito.
No obstante, hoy descansan las reformas estructurales en la aprobación de la reforma tributaria por el Congreso, mayoritariamente en manos de la oposición. Será este el escenario, así como en el Consejo, donde se pondrá en juego la alternativa entre confrontación o compromiso y negociación. Veremos.
Manuel Fernando Contreras Orte Sociólogo y analista político.