TODOS JUNTOS Y EN CONTRA

By El Clarín De Chile  25 Agosto, 2023  

Apura una victoria contundente, significativa. Se necesita una inmensa mayoría que sabe dónde está el enemigo: es la derecha y su extremo. Muchos se habían acostumbrado a mirar el pinochetismo en las sombras, ahora está presente y de cuerpo entero. Esta victoria que será alcanzada va más allá del actual gobierno. Posiblemente sea la continuación del octubrismo que no olvida las urgencias vigentes.

Antes que nada, votar EN CONTRA también es un asunto de memoria.

Nuestros compañeros y compañeras que fueron maltratados por la DINA y la CNI, esos que no están o que los asesinaron, fueron víctima de la dictadura civil/militar. Son la consecuencia de un proyecto que no nació en los lustrosos regimientos de la patria.

El golpe fue gestado en los Estados Unidos.

Consecuencia de aquello los militares chilenos se dieron la peor de las tareas, iniciar un plan de exterminio. No hay duda que así quedó expresado. Un sector de los chilenos debía morir por pensar diferente y ser pobres. Nuestro pueblo mapuche también, son indios y no saben leer, vociferaban y lo replican hasta los tiempos actuales.

Quemaron los libros.

Los republicanos son la continuidad del pinochetismo, esa es su vertiente política con su Doctrina de Seguridad Nacional. Proyectar un país con la visión de la extrema derecha es la negación absoluta de los derechos fundamentales. Para la corriente pinochetista el enemigo se encuentra al interior del país. Aquello es lo prioritario a maltratar

A los republicanos no les interesa y jamás será su preocupación el bien común. Se debe considerar que en el libro escrito por Adolf Hitler podemos encontrar no sólo el tipo de sociedad que ellos dicen sostener, sino que también la forma de implementarla. No existen vestigios de expresión democrática o de consulta a los ciudadanos. Basta recordar la noche de los cristales rotos.

La historia cuenta que no es una tarea menor hacer cambios sustantivos en la sociedad. La revolución francesa que logra enunciar los derechos fundamentales del hombre manchó las calles de Paris. En Chile la ruptura con el imperio español duró ocho años para alcanzar la independencia y también en los campos hubo ruido de cañones. Imponer la voluntad de la derecha, la mano de obra militar, la CIA, el departamento norteamericano se muestra dolorosa y presente en el informe Valech y Retigg.

No puede causar asombro que de tarde en tarde los necesitados vean la alternativa en la calle históricamente justa, aquello no se puede condenar. Es el hombre quien en determinados periodos construye su camino y pasa por sobre el orden para alcanzar sus urgencias, o para detener un modelo oprobioso y enajenante.

No se puede enviar al fuego eterno a todos los votantes republicanos, pero sí a los embaucadores. En aquellos hay criminalidad descarada. El problema surge en el poder legislativo que con los votos recibidos creyeron que el diálogo sería tan fluido como una primavera llena de golondrinas.

El modelo para que la extrema derecha escriba esta Constitución tiene responsables. Los que doblaron la espalda y los que agacharon la cerviz.

Un engendro de activos pinochetistas, admiradores de Escrivá de Balaguer, dogmáticos y precarios, extrema derecha con pincelada fascista, tienen en sus manos la redacción de la más importante estructura de un país: la Constitución.

Todo era más sencillo.

El pueblo está en las calles y la plaza será eternamente el punto de partida donde las ideas se visten de tareas urgentes y comprometidas, casi juramentadas. Consignas y cantos para intentar vencer al enemigo de la democracia, esos aduladores de la dictadura, no es un dibujo. Tienen nombres y apellidos.

Debemos saber que el esbozo constitucional está sustentado no sólo por la extrema derecha, es también la expresión del dogmatismo, la negación del conocimiento y el desprecio por la ciencia. Habrá que enfrentarse a los dogmas, a lo que no se discute, a la verdad revelada donde al ciudadano común y sencillo le han designado como subir hasta las alturas para conversar con el divino.

Podría convertirse Chile en un estado opusdeísta, lo que sería insoportable. Mujer no tendrás derechos te lo dicen los republicanos.

La propuesta que se escribe no servirá para nada. Nada más alejado de la frágil memoria chilena es la falta de democracia. Su debilidad ha estado en manos de la derecha a la que ahora hay que sumarle la extrema derecha. El quiebre del régimen democrático lo inicia los asesinos del general Schneider a los que se le deben sumar años de dictadura militar.

EN CONTRA.

Los que manifiestan que los actuales redactores llegarán para dialogar están profundamente equivocados. Los vencedores nada debe de solicitar a los vencidos, manifestó el líder de los republicanos. No tenemos nada que enseñarle al pueblo, repitió algunas semanas después. El enemigo está claro entonces.

Ese camino es perverso, entregar poder y llevarlo para la casa es mala señal, pero tampoco deben confundirse. La calle tiene momentos de pausa y otros con sus deudas atrasadas, a no olvidar.

La aceptación de un proyecto redactado por los republicanos se convertirá inevitablemente en una agresión constante y permanente violación a los derechos fundamentales, aquel motivo que tiene que ver con la dignidad de hombre. Esa pluma sectaria, clasista, añosa y pinochetista se constituye en una tarea para que sea derrotada.

Apura una victoria contundente, significativa. Se necesita una inmensa mayoría que sabe dónde está el enemigo: es la derecha y su extremo. Muchos se habían acostumbrado a mirar el pinochetismo en las sombras, ahora está presente y de cuerpo entero. Esta victoria que será alcanzada va más allá del actual gobierno. Posiblemente sea la continuación del octubrismo que no olvida las urgencias vigentes.

Votar EN CONTRA debe ser la victoria aplastante de los más sencillos y de la mujer trabajadora, de tantos que se resisten a vivir en la desigualdad. En este lado los dignos y consecuentes, allá los que llenaron las calles de dolor durante la dictadura.

Votar EN CONTRA con todas las fuerzas de la historia.

Por Pablo Varas