Por Iris Aceitón Venegas - Ex Estudiante de la Universidad Técnica del Estado – 08-05-2021
No se vería bien visto que este texto lo titulara “el día de las conchas de su madre”, el garabato peor calificado en la jerga chilena y también en varios países latinoamericanos. Según les entendides en la materia de la coprolalia, esta obscena frase no va dirigida a la madre del contrincante sino, al depositario misme, en otras palabras: “Eris tan peor que mejor devuélvete a la vagina de tu madre”, igual nos meten en el ruedo de la mocha. La concha de tu madre es ahora una frase parte del paisaje urbano de Chile y lo puso de moda nuestro presidente. En el diario del pueblo, léase muros, murallas y fachadas de casas e instituciones; les inspirades poetas lo abreviaron:
¡RENUNCIA PIÑERA CTM!
¡MUÉRETE PIÑERA CTM!
En esta fecha que con tanto esmero y anticipación se han encargado de recordarnos el “el buen hijo mercado”, regulador de nuestras vidas y también durante y después de la muerte, hasta para le hije más descarriado no pasará inadvertido.
Dicen que ya en la antigua Grecia se festejaba a Rhea, la diosa madre de los planetas.
A los señores feudales de la antigua Inglaterra se les atribuye la piadosa modalidad de permitir que sus vasallos, que trabajaban solo por la comida y el techo, pudieran una vez al año visitar a sus madres. En un acto de gran misericordia, digo yo…
Los aztecas honraban la maternidad. En su mitología respecto a la creación del mundo, reconocían a la diosa Coyolxauhqui quien representaba a la Luna y era la madre de Huitzilopochitli dios del Sol. La madre Luna fue asesinada por las celosas estrellas para que no concibiera un hijo con tan excesivo poder. Al igual que la Eva en el paraíso, fueron las femeninas estrellas las que dejaron la cagá y finalmente se impuso la grandeza del masculino dios Sol que nació al morir su madre y triunfó ante las tinieblas. ¿Y empezó el patriarcado, mierda?
Fue para variar en EEUU, allá por el año 1872 donde se reunieron las primeras madres “que ofrendaron la vida de sus hijos a la patria”; es decir madres de soldados asesinados en la guerra.
Manerita forma de consolar a una madre ante la más desgarradora de las pérdidas. Seguramente con la entrega de charretelas de lata y una bandera hecha a la ligera, más los honores póstumos; la viejecita se iba a su hogar con el vacío más hondo en su alma, pero, con la certeza de haber parido un hijo héroe.
En el año 1914 el presidente Wilson, instauró el “día de la madre” como fiesta nacional a celebrarse el segundo domingo de cada mes de mayo.
Hace 104 años que nos soban el lomo con esta fiestecita, no sé en qué año agarraron papa aquí les chilenites; buena pega para los publicistas y los dueños del riteil, como los llaman ahora a las antiguas pulperías y a las grandes casas comerciales.
Las viejas de la pobla trabajan más que nunca en su día, aseando la casa, cocinando para el tropel de hijos y nietos que se comerán hasta las reservas de comida para la semana, eso era cuando tenían comida. Ahora si es que venden de en la feria o de ambulante en cualquier lugar, contando con la suerte que los pacos o milicos no se las llevan presa por no respetar la cuarentena… Claro, los hijos más pudientes las invitan a almorzar a costosos restaurantes. Ahora con la pandemia solo tendrán el privilegio las comunas del Oriente de Santiago. Todo fríamente calculado, el mercado se impone. El rotaje de las otras comunas seguimos encuarentenades. En los malls del barrio alto el virus covid19 se puso bueno, ¡A comprar, a comprar que el mundo se va a acabar!
Este domingo nos celebramos las que hemos sido madres, por opción o, por obligación. Así no más es, no idealicemos la maternidad, según los patrones impuestos por el patriarcado que todavía nos domina. La opción de las cada día más mujeres que no quieren ser madres biológicas es felizmente también, cada día más respetable como debería haber sido siempre. No somos máquinas reproductivas de seres humanes, cada día más deshumanizades por el sistema opresor que nos agobia.
Imagínense la espera de una madre que ha planificado su embarazo. Control médico mes a mes con su facultativo de cabecera, dispuesto a atenderla al más mínimo requerimiento las 24 horas del día, todos los exámenes pertinentes y en el preciso momento, la fecha de la cesárea programada con antelación. La clínica que más que clínica parece un Hotel de 10 estrellas, una suite con hasta tres baños, un cómodo dormitorio adyacente por si el esposo o algún otro pariente decide pasar la noche con la parturienta, un gran salón de espera para las visitas con capacidad para contener los canastillos de flores y regalos para la criatura que le servirán hasta que cumpla la mayoría de edad. El menú es variado, sano y equilibrado. Su cirujano plástico podrá decidir junto a su ginecólogo si es posible realizar en el acto la operación estética que borrará todo vestigio del sacrificio de la maternidad. La Mané no sabe cuántos hijos más tendrá, es absolutamente contraria al aborto, lo considera un asesinato en todas sus circunstancias.
La Rosita, madre de la Pedro Aguirre Cerda parirá su quinto hijo. ¡Ha seguir contribuyendo con la patria, ampliando la oferta de la mano de obra, cooperando con los empresarios y que sigan los salarios de hambre congelados! En el consultorio ahora piden receta para entregarle los anticonceptivos. No volverá a provocarse un aborto con la vieja del barrio, la última vez casi se murió y terminó en el hospital. Perdió la cuenta cuantos meses tiene de gestación, en el consultorio tenía que esperar horas para que la atendieran. ¿Y quién va a cuidar la parvá de cabros chicos que se quedan en la casa solos? Si porque el Brayan hace meses que se fue de la casa al saber que nuevamente sería papá. Mejor que se haya ido el desgraciado dice la Rosi; la última paliza que le propinó casi le hace perder su guagua. Total, tiene buenas vecinas quienes junto a su madre se encargarán de su prole.
¡Allí a parir en las camitas calientes del Barros Luco! Hasta dos mamitas por cama, una en la cabecera, la otra a los pies. Con sumo cuidado eso sí para que no se vayan a confundir las guaguas. Las completadas que se hicieron en el pasaje dieron buenos resultados; hartos pañales, chalequitos y bombachas tejidos a palillos por las viejas de la junta vecinal.
La comida es muy mala y desabrida, la Rosi sueña con comerse una cazuela de pollo con un gran trutro largo, una papa y harto zapallo. La cabra del rincón tiene poca leche, su criatura llora de hambre, la Rosita no lo piensa dos veces y se lo pone en su teta, mama como condenado el cabro chico; total su Rocío tiene para ella la otra teta hinchada de leche, tendrá que aprender a compartir como buena pobre…
De repente a la Rosita le baja la desesperanza ¿Se la podrá para alimentar cinco bocas? Salir a vender cualquier cosa a la calle, con les cabres más grandes a la rastra, sábados y domingos a vender sopaipillas en su mejora o a domicilio.
¡Si hubiese podido estudiar!
¡Si no fuera por las ollas comunes!
¡Si no fuéramos tan pobres!
¡Mis hijos no se me van a morir de hambre!
¡A la chucha la cuarentena!