LA IZQUIERDA ZOMBI Y EL ÚLTIMO REFUGIO

By Ricardo Candia Cares - 15 Noviembre, 2022  - EL CLARIN

“Debemos dejar las ideologías de lado y avanzar en un gran acuerdo por las pensiones de nuestro país”. Si la afirmación hubiese venido desde la UDI nadie se habría extrañado.

Pero fue dicha por la Ministra del Trabajo Jeanette Jara, militante del Partido Comunista.

Alguien está equivocado, algo no cuadra. Algo huele mal en la izquierda, ese mosaico de trozos náufragos de eso que hace años fue una fuerza enorme, organizada, decidida y heroica que acorraló al tirano hasta hacerlo salir, por lo menos del gobierno.

No fue con un lápiz y un papel, fue por el heroísmo cotidiano de miles de seres humanos que se dieron en cuerpo y alma para retomar el camino democrático.

En ese periodo de la historia murieron muchos. Otros tantos debieron soportar la tortura y la cárcel.

Y, digámoslo, pero no para esto.

Desde hace más de treinta años que no se sabe de la izquierda como la referencia popular que fue desde los inicios del siglo veinte. A la izquierda se le asociaba las luchas populares y a las propuestas de avances que beneficiaban a los más carenciados. Históricas luchas fueron impulsadas por esa izquierda que vivía y se reproducía entre los pobres, los trabajadores y artistas.

Ofrecía un horizonte, un sueño, una utopía, una causa por la que jugarse.

Pero algo pasó.

Una de las mayores falencias de la izquierda es esa incapacidad para predecir la manera en que el capitalismo afrontará su nueva crisis, la que en este siglo será mucho más aguda por el cambio climático -producido por el mismo capitalismo-, la escasez de materias primas, el aumento de la población global y la cada vez más aguda crisis económica, aumentada en varios factores por la guerra ruso-ucraniana.

No ofrece una opción que se cruce a ese destino inmutable: un sueño, una utopía, una causa, aun cuando se está fraguando en el mundo un orden diferente.

Y así como se ve, los poderosos echan mano a esa misma izquierda zombi para que le arreglen el naipe por la vía de aplacar los desórdenes sociales con programas populistas que no afectan en nada al orden.

Al contrario, lo fortalecen.

Y en esa trampa ha caído la izquierda que se ha mudado con camas y petacas al sistema y peor aún, ha aprendido rápido sus mañas y su lenguaje, despojando el suyo propio de lo que le dio por decenios una impronta popular y asentada en el mundo de los trabajadores.

Vea no más lo dicho por la camarada ministra del trabajo.

A la izquierda se perdió el manual que decía qué hacer ante esta versión de un capitalismo extremo que parece invencible.

Perdió el olfato que le permitía predecir hechos trascendentales como puede ser un reventón que casi desfonda la institucionalidad.

La izquierda tampoco lo vio venir. Pero en este caso fue por su completa ausencia en el horno en el que se cocinaba ese estallido que solo dejó muertos, torturados, daños y mucha decepción.

Y era de esperar: sin conducción, sin objeticos, sin política ni dirigentes, eso que llenó de tanta esperanza, al final no fue sino un fuego fatuo.

Llegados a este punto vale preguntarse qué hace el PC en un gobierno que terminará rendido al temor que le produce la derecha y determinado en su actuar por esta. Ya se vio un adelanto en el viaje del presidente Boric al territorio mapuche, en el que, de paso, acusó al mapuche de cobardes y actuar como los nazis.

Tal parece que los manuales de Marx y Lenin no sirve en esta pasada o son leídos buscando recetas y no principios.

Sin embargo, aún hay una izquierda muda que espera, aunque por demasiado tiempo, su oportunidad. Es el pueblo allendista, el que nunca ha abjurado del gobierno de la Unidad Popular, el que puso el lomo y su inteligencia en la lucha contra la dictadura. Ese que no buscó el rédito ni la recompensa. Y pagó duro precio por su honesta conciencia.

Ese es el último refugio.

Ricardo Candia Cares : Escritor y periodista