By Roxana Pey Tumanoff 6 Marzo, 2023 EL CLARIN CHILE
Tomo prestado el título que Gabriela Mistral puso a un importante artículo que publicó en El Mercurio en el año 1925, en momentos de inquietud semejantes a los de nuestro Chile presente. Invito también a releerlo ahora cuando llegamos a un nuevo 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, rememorando las largas luchas y demandas, y con el deber de situarnos en la posición de continuarlas, porque no han concluido. Este no es camino lineal ni menos de sentido único, es de múltiples vertientes, de avances y de retrocesos, reaccionarios.
En todos los tiempos y lugares, encontramos mujeres dirigentas, mujeres activistas y luchadoras, mujeres trabajadoras y que sostienen su entorno. Encontramos mujeres que han sido violentadas y perseguidas. Tendríamos que nombrarlas a todas, a las del pasado y más aún, a las mujeres que hoy batallan impulsando la corriente de progreso. Es el caso de la Vicepresidenta de la Mujer y Equidad de Género de la CUT, Central Unitaria de Trabajadores y Trabajadoras de Chile, Karen Palma, dirigenta de FENATS, para quién es claro que sólo “unidas y organizadas avanzamos en nuestros derechos y construimos feminismo popular”, título con el que convocan para estas fechas. Obedece a la pregunta
¿Por qué organizarnos? dice, “que nos hacemos las compañeras trabajadoras, dirigentas sindicales, y es claro que es una necesidad de las mujeres trabajadoras, es el dolor y tanto sufrimiento el que nos lleva a constituir organización”.
En Chile, las cifras de violencia física son alarmantes, a eso se suma la violencia económica y simbólica que permanece. La brecha salarial entre hombres y mujeres es del 12%, y en las pensiones del 40%. Se ha precarizado el trabajo especialmente para las mujeres. El sistema educacional, las AFPs, las ISAPRES, la banca, algunas leyes, los empleadores, discriminan a las mujeres. Es evidente que los derechos de las mujeres pasan por sus salarios, como tan certeramente lo argumentó hace casi un siglo la escritora feminista Virginia Woolf en su célebre serie de conferencias recogidas en el ensayo “Una habitación propia”: un espacio propio y el sustento asegurado, propone, para la emancipación de las mujeres. En términos actuales, un sueldo mínimo digno, el reconocimiento salarial de las tareas de cuidado, aún hoy no remuneradas, acceso a educación, vivienda, pensión y salud dignas. 40 hrs
Recibimos este 8M del 2023 en resonancia con estos tiempos. Saludando a la primera rectora mujer en la historia de la Universidad de Chile, con un gobierno que se ha declarado feminista, con grandes avances en esta materia, pero también con retrocesos: el que nos afecta más directamente es el rechazo de la primera propuesta de nueva constitución que contenía fuerte perspectiva de género y la consiguiente etapa contituyente tan compleja. Pero también nos afecta el resurgimiento del discurso fascista en el mundo, los aires de guerra que nos llegan y que aquí se expresan en una conversación pública que ha escalado de tono. Vemos cómo aceleradamente aparecen opiniones, si las podemos llamar así, que traspasan ampliamente los límites del respeto, en particular en cuestiones de género. Eso es un retroceso grave porque deseduca, mueve una barrera en el sentido contrario a los derechos conseguidos por las luchas feministas, lo que no hace sino dañar la convivencia nacional y la democracia. Y esto ocurre, en el año en que se cumple medio siglo del golpe de Estado que retrotrajo los avances sociales del Presidente Allende y abrió el oscuro periodo de torturas, asesinatos, robos que tanto sufrimiento causó a familias, a mujeres, que marcó a la sociedad completa en Chile. Tal vez la mejor síntesis de cómo recibimos este 8M de 2023, sea que nos plegamos a los principales lemas de las organizaciones feministas que hoy nos convocan a marchar juntas: “Las feministas no perdonamos ni olvidamos ningún golpe”, “Nuestra historia es resistencia y rebeldía”.
“Este es momento de reflexión y autocrítica de lo que pasó con el plebiscito en el mundo popular, nos señala Karen Palma: no fuimos capaces de explicar, de hablar suficientemente con otros y otras, sobre cómo cambiaría nuestra realidad con la nueva constitución, siendo que tenemos las mismas necesidades. ¿Qué hacer entonces? Tenemos que volver a pararnos, con humildad, porque la necesidad es nuestra, de las mujeres trabajadoras y del mundo popular, no tenemos mucho tiempo para la autoflagelación. Esta fue una derrota política y cultural. Mientras, siguen los femicidios, la precariedad laboral, y contra eso son las banderas del feminismo que abrazan las trabajadoras para retomar el sentido común, de los problemas inmediatos que son apremiantes. A veces se ven distantes las banderas del feminismo y no se comprenden bien si no incluyen al feminismo popular, no se puede pretender que se entiendan elaboraciones más teóricas o de avanzada, si no se han resuelto problemas concretos.”
Esas demandas concretas son claras y las tomamos en voz de la Vicepresidenta Karen Palma:
“Atender el grave problema de violencia en el trabajo, que a veces no se visibiliza tanto como la violencia intrafamiliar. Tenemos grandes expectativas con la ratificación del Convenio 190 de la OIT, por un trabajo libre de violencia y acoso, para abordar la igualdad y no discriminación en el mundo laboral, que hará sentido sólo con una organización activa. Sobre el sistema nacional de cuidados, proponemos que se incluya a niños y niñas, y también el cuidado de mayores y de personas en situación de discapacidad, pero sin precarizar el trabajo, con seguridad social. Nos preocupa el trabajo informal y mejorar sus condiciones de trabajo decente. Nos interesa incidir en las políticas públicas para que no sólo se incentive el “emprendimiento”, porque se aborda la pobreza tratando de instalar forzadamente el concepto que todas las personas somos emprendedoras, sino que se retome la preocupación por el empleo formal y la estabilidad laboral. Y por cierto, la igualdad de salario para terminar con la desigualdad entre hombres y mujeres, en lo que ayudará mucho el Convenio 190.”
Por su dimensión política, el feminismo, los feminismos, son esencialmente subversivos, deben y saben rebelarse contra los abusos, el clasismo, el racismo y el fascismo, son antineoliberales. Pero por sobre todo, deben representar las voces auténticas y directas de las mujeres. Sin suplantar las voces de las mujeres trabajadoras. Suele ocurrir que la academia se encierre en una mirada o reflexión meramente teórica o autorreferente, pero la apertura a la sociedad tiene que ser respetuosa, con capacidad de valorar otras voces y formas de conocimiento, otras experiencias, y eso es fundamental. Las mujeres trabajadoras, las mujeres campesinas, las mujeres de regiones, las artesanas, dirigentas sociales, las mujeres de pueblos originarios, de otros pueblos que han debido migrar, tienen sus propias voces, miradas y una gran sabiduría que no debe ser suplantada. Este es un desafío para la academia y también para el sistema político. Avanzar respetando las voces auténticas, es tal vez el equilibrio más difícil de mantener en el camino democrático y también de las luchas feministas recogiendo ese llamado que nos hiciera Gabriela Mistral:
“Volviendo, pues, a la organización de las mujeres, éste es el primer paso: vincularse para conocerse.”
Y en esto también tenemos un gran retroceso, a la Vicepresidenta de la CUT la parece evidente y así lo expresa: “En la Convención Constitucional hubo representación de voces que antes no tenía acceso. Ahora se retoma esta idea que sólo algunos y algunas tienen la capacidad de opinar, de cumplir roles dentro de la sociedad, de escribir la nueva constitución. Veníamos avanzando con entender que hay otros saberes, que la representación real era muy importante, entonces con la derrota aparece esto de los expertos que toman la conducción del proceso. Se retoma lo que fueron los años anteriores, y a 50 años del golpe de Estado. Debo decir que esa es una gran diferencia con el tiempo del gobierno de la Unidad Popular, que fue un proyecto del Pueblo, cuando personas del Pueblo podían participar para construir políticas.”
En estos tiempos tan inciertos, en que tenemos enormes desafíos individuales y colectivos, la educación sigue siendo asunto crucial y político, porque dignifica y posibilita la emancipación. Las feministas de todos los tiempos lo han tenido claro y siempre ha estado en el centro de las demandas el acceso de las mujeres a la educación. “Honor a los representantes del pueblo que en sus programas de trabajo por él incluya la instrucción de la mujer” escribió Gabriela Mistral en 1906. Las trabajadoras y las jóvenes lo saben bien, tenemos que escucharlas, que escucharnos con más atención, con mayor humildad y aprender las lecciones. Educarnos, escucharnos y cuidarnos. Porque si bien desde la perspectiva feminista, en los recientes cinco años hemos avanzado un siglo, andando a otra velocidad que las mujeres jóvenes nos han imprimido pues no están dispuestas a conformarse con migajas ni resignarse con promesas, y situaron a los feminismos ni más ni menos que al centro de las fuerzas de progreso, esos avances por si sólos son frágiles frente a las amenazas que hoy se levantan. Requerimos más organización y más unión de las mujeres y de todas las vertientes feministas. Porque junto al grito de “alerta machista”, ya tenemos que agregar el de “alerta fascista”, como la gran y violenta amenaza que se cierne nuevamente contra la humanidad y en especial contra las mujeres. Es una alerta que nos debe movilizar, a la universidad, a la academia, a las trabajadoras y a la sociedad completa. Responder a ella requiere mucha más organización de las mujeres.
Roxana Pey Tumanoff Coordinadora Cátedra Amanda Labarca, Universidad de Chile