Iris Aceitón Venegas – Ex estudiante de la Universidad Técnica del Estado
Viña del Mar lucía una de sus más calurosas tardes de verano. Era un febrero del año 1969. Junto a mis amigas a duras penas logramos subir al último carro del interminable tren que nos llevaría a Santiago.
Entre improvisados turistas, canastos, bolsos de playa, guitarras, canturreos y variadas cervezas; no me fue difícil fijarme en ti. Eras muy alto de pelo ensortijado y cobrizo. Tus ojos oscuros y grandes con esa mirada juguetona como los de un niño travieso, contrastaban con tu imponente figura.
Teníamos tantas cosas en común: vivíamos en la comuna de San Miguel a escasas cuadras, estudiábamos en la UTE y no nos habíamos visto jamás.
Eras de izquierda y estabas. con la candidatura del doctor Salvador Allende.
Te enfrenté enfática y provocadora:
- No basta con votar! Somos jóvenes privilegiados como estudiantes universitarios, nuestro compromiso por cambiar este injusto mundo tiene que ser absoluto. Tienes que canalizar tus deseos y energías en un partido. Yo soy de la Jota, la Jota te espera...
El largo convoy sufrió una avería que lo obligó a detenerse en unos solitarios potreros. Nosotres no teníamos ningún apuro en llegar a nuestro destino.
Yo te hablaba de la Reforma universitaria y tú, de lo que te gustaban mis ojos. Yo, de la necesaria unidad de los obreros y estudiantes y tú, del amor que te despertaba una joven revolucionaria...
Me concientizaste y te concienticé. Pasé a ser tu polola y compañera durante un hermoso, fructífero y corto período de nuestras vidas. Pasaste a ser parte de las JJCC. Carismático y lúdico muy pronto sobresaliste entre tus pares. Fuiste elegido presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de Ejecución de la UTE. Desde ahí te la jugaste por las reivindicaciones estudiantiles, impulsaste los trabajos voluntarios y, sobre todo te la jugaste porque nuestra más cara utopía se materializará, el compañero Salvador Allende fue ungido Presidente de Chile. Nuestro compromiso con el momento histórico en que vivíamos fue cada vez más potente y con ellos, crecieron nuestras responsabilidades. ¡Éramos gobierno!
En un recodo de la lucha encostraste otro amor y yo también el mío; nada fue impedimento para que nuestros lazos de compañerismo y hermandad jamás se enfriaran.
El 11 de septiembre nos sorprendió en nuestra Universidad, junto a decenas de académicos, administrativos y estudiantes. Nuestra casa de estudios atacada con cañones y tanques, acorralados como bestias fuimos embestidos por los militares golpistas.
- Dónde están las armas perras comunistas! Pero las armas nunca aparecieron porque nunca existieron. Nuestros valerosos soldados, aquellos jamás vencidos derrotaron fácilmente a un puñado de mujeres y hombres armades de quimeras, utopías y de una dolorosa ingenuidad, pretendimos defender la libertad de las ideas, los cambios y con ellas el gobierno de nuestro Presidente Salvador Allende.
¡Nunca supimos querido Goyo cómo y porqué te asesinaron! ¡Cómo si algún asesinato tuviera justificación!
Hace apenas unos días la TV mostró tu hermoso rostro, joven y sonriente; un testigo confesó al juez Guzmán como un oficial de este "ejército jamás vencido", el militar Marcelo Moren Brito, en una sala de clases de la EAO te acribilló y para completar su impecable operación de exterminio, introdujo tu cuerpo en un horno del laboratorio de la Escuela de Ingenieros.
Iris Aceitón Venegas
PD, este relato me fue publicado en The Clinic el año 2020, cuando nuestro Goyo Mimica todavía formaba parte de la larga lista de detenides desaparecides.