By Hugo Latorre Fuenzalida 30 marzo, 2025 - El Clarín Chile
El pueblo no tiene quien le escriba, por tanto, en esta tragedia, tendrá que escribir su propio libreto.
Partamos por lo conceptual: el modelo chileno, económico y político, corresponde a lo que el cientista social y académico argentino Oscar Varsavsky denominó “estilo EMPRESOCENTRICO”.
Es decir un sistema que entrega todas las atribuciones al sector empresarial, juzgándolo como el único capaz de liderar la economía del país.
Eso lo manifestaron los Chicago Boys desde el primer día que accedieron al poder en dictadura. La política económica, es un tema técnico y científico, apto sólo para los que saben. Los otros, son nada más que feligresía, deben creer con piadosa fe y obedecer al nuevo sacerdocio del conocimiento experto.
Esta nueva prédica sagrada terminó en la mayor crisis económica en los años 80, es decir la hybris tecnocrática, terminó como la invasión persa del gran Jerjes, en un total desastre.
Pero, como buenos autócratas, insistieron en aplicar el mismo estilo, pero con una variante más pragmática, por tanto menos iluminista de la doctrina neoliberal, es decir tuvieron que dejar bajo la mesa muchas de las enseñanzas de su Gurú y profeta, el benemérito Milton Friedman.
Fue el segundo capítulo de este largo “culebrón” neoliberal, montado y grabado en escenarios nacionales, con actores nativos y libreto importado.
Es el capítulo actuado por el gran comediante Buchi, en la cartera de los iluminados de la economía. Logró salvar algunas de las naves del naufragio, pero echó a andar la economía sobre los mismos pilares “empresocentricos” de sus antecesores. Ya para el año 1989 se estaba incubando, producto de esta nueva versión, otra crisis, pues habían lanzado a la calle mucho dinero (período electoral, plebiscito y presidenciales), pero la inversión productiva era baja, insosteniblemente baja, lo cual amenazaba con inflación galopante o recesión. Dos negros horizontes para la inauguración democrática.
Bueno, resolver eso costó frenar la economía (1990) y privatizar buena parte de las minas de cobre, para atraer inversiones de manera acelerada.
Junto a la repactación de la enorme deuda externa dejada por la dictadura (24 mil millones de US$ de ese tiempo).
Se inicia así el ingreso de capitales internacionales en la economía chilena, que como sabemos, hoy tiene un peso extraordinario en todo el abanico de actividades.
Así pasamos de un “empresocentrismo” nacional a otro transnacional.
De esta manera se refuerza la dominante EMPRESARIAL en la sociedad chilena, pues ahora cuenta con una legislación de privilegio a las inversiones externas, vía los numerosos tratados y acuerdos internacionales firmados por Chile. Tan favorable es nuestra legislación para el capital internacional, que se calcula que el 40% de los empresarios chilenos han inscrito sus firmas como asentadas en el exterior.
Esto porque la globalización privilegia estas estrategias en desmedro de las estrategias nacionales. Se trata del nuevo orden mundial, apadrinado por la doctrina neoliberal, marcadamente EMPRESOCENTRICA, como ya lo señalamos.
LAS CONSECUENCIAS PARA EL PUEBLO.
Para los ricos los resultados son envidiables: el 1% de los más ricos se apropiaba del 30% del ingreso hace 15 años, pues ahora, en tan corto plazo, ya se llevan para sus arcas el 50% del ingreso nacional. Los restantes 99% de la población debe conformarse con el otro 50% del ingreso, que si lo desglosados más finamente, nos daremos otra palmada en la frente, pues si agregamos la suma del 20% más rico, nos encontramos que se apropian del 80% y más del ingreso nacional. Es decir, al 80% de los chilenos les toca literalmente el “raspado de la olla”.
Pero lo más terrible está en la progresión acelerada del ritmo de la concentración del ingreso. Esta desigualdad creciente viene dejando afuera del proceso económico a gruesa parte del pueblo, es decir no se está integrando a los chilenos ni siquiera a una modesta expectativa de bienestar, pues simplemente se les está marginando de manera criminal, con características de “lesa patria” , es decir que daña al país como destino.
Dejaré para un segundo capítulo el tema de retomar la PROMOCIÓN POPULAR, como única alternativa para asumir en las propias manos del pueblo la defensa de sus intereses, mediante la organización y participación del pueblo en todas las instancia de gestión del Estado, la sociedad civil y las actividades económicas.
El pueblo no tiene quien le escriba, por tanto, en esta tragedia, tendrá que escribir su propio libreto. Y no se trata de la vieja fórmula del “asalto del poder”, sino de participación organizada e incidente en el poder, el único poder integrado que puede defender la democracia efectiva y eficiente, en medio de la tenebrosa arremetida de los totalitarismos.
Hugo Latorre Fuenzalida
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