Paula Comandari 04/ 07/ 2025 – El Dinamo

La motivación no es ideológica, sino que pragmática: sin una lista parlamentaria única, la DC corre el riesgo de desaparecer del Congreso, tal como ocurrió en la última elección constituyente. Lo que se negocia, en privado, son cupos.

Durante décadas, la Democracia Cristiana ocupó un lugar central en la política chilena. No solo como partido bisagra, sino como fuerza decisiva en la construcción de mayorías y proyectos de país. Hoy, sin embargo, enfrenta su hora más difícil. Encogida, fracturada internamente y sin brújula clara, se aproxima a una definición existencial: ¿pactar con Jeannette Jara, la candidata del Partido Comunista, o preservar una identidad que parece desdibujarse en el espejo?

El dilema ya no es teórico. En los hechos, varios dirigentes -con el diputado y vicepresidente de la Cámara, Eric Aedo a la cabeza- han comenzado a mover las piezas para alinear al partido detrás de la exministra del Trabajo. La motivación no es ideológica, sino que pragmática: sin una lista parlamentaria única, la DC corre el riesgo de desaparecer del Congreso, tal como ocurrió en la última elección constituyente. Lo que se negocia, en privado, son cupos. Al menos una docena. Y Jara -dicen- estaría dispuesta a ofrecerlos con tal de representar a toda la izquierda y centro izquierda.

Este es el camino que transitan Aedo, Yasna Provoste y Francisco Huenchumilla, entre otros. Para ellos, sumarse a Jara es sinónimo de sobrevivencia. Prefieren un partido chico pero vigente, a uno fiel a su historia, sin mayor representatividad.

Pero hay otra alma en pugna. La que encarna el presidente del partido, Alberto Undurraga, quien ha desplegado una contraofensiva para impedir ese giro. Con respaldo de una buena parte de los presidentes regionales, apuesta por una DC que no se diluya en un pacto que considera vacío de sentido. Pactar con Jara sería el equivalente a lo que ocurrió con el Apruebo para reformar: una apuesta por la “responsabilidad” que terminó costándole caro al partido. El temor es repetir el error.

Varios históricos lo respaldan. Juan Carlos Latorre es categórico: “Hace menos de un mes votamos no participar de la primaria oficialista porque no íbamos a apoyar a Jara si ganaba. ¿Y ahora vamos a hacer lo contrario? Sería una inconsecuencia brutal”, dice. Carmen Frei, Jorge Pizarro y otros expresidentes del partido comparten esa mirada: si se va a cambiar de rumbo, al menos que se reconozca con honestidad que están alejándose de la identidad decé.

Mientras tanto, en las regiones y grupos de WhatsApp, el tono es otro. La figura de Jara -que sube como espuma en las encuestas- seduce a las bases. Su tono moderado, sus gestos hacia la historia DC (mencionar al Padre Hurtado o al histórico sindicalista DC Manuel Bustos en su discurso, después de ganar las primarias) y su voluntad negociadora, generan simpatía en sectores que prefieren un pacto imperfecto a la irrelevancia total.

En este escenario, la Junta Nacional del 26 de julio no será solo una votación. Será un momento de inflexión. Si gana la tesis de pactar con Jara, Undurraga probablemente renuncie. Y la DC caminará hacia una fusión silenciosa con el progresismo oficialista. Si triunfa la idea de mantenerse al margen, el partido se jugará su futuro sin red.

En el fondo, lo que está en juego no es solo una alianza electoral, sino una pregunta más profunda: para qué sigue existiendo la decé.

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