REACCIONES Y SILENCIOS: EL OFICIALISMO LE RESPONDE A KAISER, LA DERECHA CALLA

By El Clarín de Chile  4 julio, 2025  

Las condenas desde el oficialismo no se hicieron esperar tras las declaraciones de Johannes Kaiser a favor de un nuevo golpe de Estado. Sin embargo, el silencio de la derecha tradicional revela una peligrosa tolerancia al autoritarismo que amenaza con normalizar el horror vivido durante la dictadura.

Las declaraciones de Johannes Kaiser, candidato presidencial del ultraderechista Partido Nacional Libertario, siguen resonando con fuerza en el escenario político. Su afirmación de que apoyaría un nuevo golpe de Estado “con todas las consecuencias” abrió una grieta que no solo expone la brutalidad de su ideario, sino también el modo en que distintos sectores políticos reaccionan —o evitan reaccionar— frente al fantasma del autoritarismo.

Mientras desde el oficialismo y sectores progresistas han surgido contundentes condenas, la derecha tradicional guarda un silencio que resulta tan inquietante como revelador.

El oficialismo: unidad frente a la amenaza

La respuesta del bloque de gobierno fue rápida y transversal. Dirigentes de Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático coincidieron en advertir sobre los peligros que entrañan los discursos de odio y la reivindicación de la violencia política.

La diputada Claudia Mix advirtió: “Los discursos de odio y violencia son un peligro para la democracia y la seguridad del Estado. Nunca más los horrores de la dictadura. Construir y no destruir es nuestra consigna”.

La exministra del Trabajo y candidata presidencial, Jeannette Jara, enfatizó la necesidad de unidad: “Chile necesita para enfrentar a la ultraderecha, que es un peligro para los derechos de las personas, la máxima unidad posible”.

Fabiola Campillai, senadora y víctima de la represión estatal durante el estallido social, fue tajante: “Justificar la dictadura y avalar un posible nuevo golpe de Estado como lo dijo el diputado Kaiser es MISERIA PURA”.

Desde la sociedad civil, la científica Cristina Dorador recordó el peligro de reabrir las heridas del pasado: “Si se diera una misma circunstancia, él apoyaría un nuevo golpe ‘con todas las consecuencias’ que eso implica”.

La presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Lorena Pizarro, no dejó espacio a dudas: “Fascismo puro y duro, fanático del exterminio, adorador de la muerte, adicto a las torturas… pero los que ponen en peligro la democracia somos las y los comunistas”.

La derecha: un silencio que pesa

En contraste, la derecha chilena se ha mantenido en silencio. Ni José Antonio Kast, líder del Partido Republicano y referente inmediato de Kaiser, ni Evelyn Matthei, exalcaldesa de Providencia y también presidenciable, han emitido declaraciones sobre los dichos del diputado.

Ambos, en distintos momentos, han relativizado el golpe de Estado de 1973. Kast ha defendido abiertamente la dictadura de Pinochet, mientras que Matthei ha elogiado su “obra económica” y justificado la intervención militar como una respuesta a la crisis política de la época.  Y en abril pasado dijo sin titubeo: “Era inevitable que hubiesen muertos”. Y como si eso no bastara, calificó el golpe como “necesario” y habló de una supuesta “guerra civil”. Sin embargo, ninguno ha llegado al extremo de avalar tan explícitamente la violencia y las violaciones a los derechos humanos como lo ha hecho Kaiser.

La ausencia de una condena clara levanta serias preguntas: ¿es una estrategia para no alienar al electorado más radicalizado de la derecha? ¿O es reflejo de un núcleo ideológico que nunca ha roto del todo con el autoritarismo?

Normalización del autoritarismo

El silencio de la derecha tradicional no solo es políticamente cómodo; también resulta peligroso. En un país que aún enfrenta las heridas abiertas de una dictadura que dejó más de 3.000 muertos y decenas de miles de víctimas de prisión política y tortura, omitir un rechazo explícito a los dichos de Kaiser equivale a permitir que el autoritarismo se vuelva una opción legítima en el debate público.

Kaiser, por su parte, parece consciente de su rol disruptivo dentro de la derecha: “Usted puede estar en desacuerdo conmigo, pero yo al menos no le miento sobre quién soy, lo que pienso y lo que quiero para Chile. No tengo vergüenza de lo que represento y eso es lo que me hace esencialmente distinto a la candidatura del oficialismo”, posteó en X esta mañana.

Con esta frase, se distancia de sus competidores de derecha, presentándose como el único que dice “la verdad” sobre su proyecto político, aunque esa verdad implique el retorno de prácticas que la sociedad chilena juró no repetir.


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